Opinión
La joven hondureña que denunció a su agresor no es la regla
Por Natália De Oliveira Ramos
-Actualizado a
Natália de Oliveira Ramos (@nataliaperiod)
Cuando una mujer europea intenta desempeñar sus derechos tiene que enfrentarse a una sociedad patriarcal, que ridiculiza el principio constitucional de igualdad de género. En el contexto de la mujer migrante, se añade la discriminación racial y cultural y la violencia institucional. Recientemente, una joven hondureña se animó a denunciar a un agresor en Xirivella (Valencia), y salió de la comisaría con un proceso de expulsión. La justificación fue la de que ella era una ‘sin papeles’. El miedo a encontrarse a la policía es uno de los principales obstáculos para que mujeres migrantes busquen justicia social. Es lo que delata la investigación sobre mujeres migrantes como sujetos políticos, coordinado por la organización Alianza por la Solidaridad y presentado este mes en Madrid.
El caso de esta mujer hondureña debería ser la regla, no la excepción –si hablamos de que, aunque esté en situación irregular, se atrevió a denunciar un hombre que le causó daños corporales y le gritó “puta vagabunda” mientras la amenazaba con un par de cuchillos, según informaron los medios-. Sin embargo, lo que suele pasar es que no solamente dejan de denunciar casos de violencia -y eso incluye a las mujeres ‘con papeles’-, sino que también quedan excluidas de ejercer derechos reconocidos, como el de reunión, asociación, sindicación, manifestación y huelga.
“Cuando una mujer busca a una asociación, ella está buscando recursos para ejercer su ciudadanía”, explica la socióloga venezolano-canaria Helia del Rosario, coordinadora de la investigación Mujeres migrantes y participación: tejiendo un entorno favorecedor desde su posición de sujetos políticos (Alianza por la Solidaridad).
La participación de la mujer migrante en los movimientos sociales marca la diferencia a la hora de desarrollar políticas públicas que atiendan las necesidades del colectivo, como la revisión de Ley sobre derechos y libertades de los extranjeros en España, más conocida como Ley de Extranjería.
Del Rosario opina que ha habido avances significativos en los grupos sociales que abarcan propuestas de este colectivo, como el feminismo y el propio movimiento de mujeres migrantes, aunque señala que todavía hay elementos que obstaculizan que más mujeres se unan a estas acciones. Eso ocurre por diversos factores, como muestra el diagnóstico coordinado por esta especialista.
1) Documentación
El miedo de estar en una situación administrativa irregular o por una situación administrativa que depende de renovaciones temporales.
2) El idioma
No manejar el idioma es una dificultad, principalmente para mujeres mayores con escasa formación educacional o cuyas lenguas están muy alejadas del castellano. “La dificultad en comunicarse dificulta la actuación ciudadana y el ascenso en el mercado laboral”, evalúa del Rosario.
3) Falta de información
No hay una estrategia de comunicación suficientemente amplia y plural que atienda la diversidad del colectivo. Generalmente, la información se transmite de boca a boca.
4) Los horarios y la precarización laboral
Los sectores en los que una gran parte de las mujeres migrantes se ganan la vida están caracterizados por la intensidad de las jornadas, que lleva a que no puedan comprometerse regularmente con la agenda de las asociaciones. Además, el tiempo que no dedican al trabajo lo deben dedicar a otras responsabilidades o al descanso. “La alternativa son los espacios religiosos debido a la flexibilidad. Se sienten pertenecientes a un propósito, pero no trasciende la visión asistencialista y caritativa”, explica la coordinadora.
5) Prejuicios racistas y culturales
Muchas mujeres migrantes intentan participar en distintos ámbitos, pero también han vivido experiencias que las han alejado de estos espacios. “Si no hay valorización de la identidad cultural, se genera marginalización. Del Rosario ejemplifica: “Una mujer musulmana no debería explicar por qué lleva su velo”.
6) La ausencia de una experiencia previa de participación pública
Hay mujeres migrantes que proceden de países con una larga tradición antidemocrática. También las hay que proceden de países en guerra civil, con conflictos y hostilidades que se pueden estar reproduciendo en España entre personas migrantes de distintos orígenes y sesgos políticos y étnicos. La confianza para hablar libremente en espacios o foros en los que hay personas de la misma nacionalidad, se convierte en un obstáculo.
7) No reconocimiento de la experiencia profesional
Los procesos de homologación de las titulaciones o para conseguir una certificación profesional son largos, tediosos y caros. Muchas desisten y prefieren lanzarse al mercado laboral “como si empezaran de cero”, lamenta la coordinadora de la investigación. Ella aclara que estas situaciones pueden provocar tristeza, baja estima y depresión. A efectos de participación, estas limitaciones no ayudan a generar un sentido de pertenencia a una ciudadanía que no hace más que cuestionar constantemente sus capacidades.
8) Trabajos desvalorizados socialmente
Las mujeres que trabajan en el hogar, en los cuidados o en la limpieza sienten que no tienen nada que aportar y el trato que reciben muchas veces menoscaba su estima personal. Para Del Rosario, participar requiere el ingrediente de la confianza en una misma y de la seguridad que da ser comprendida”.
Natália de Oliveira Ramos es periodista brasileña (Universidad de São Paulo) y migrante. Su trabajo se centra en la humanización de las minorías y el estudio de la dinámica mundial que invisibiliza determinados grupos. Actualmente cursa Periodismo Internacional en la Universidad Rey Juan Carlos.
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