Opinión
¿Hay que salvar a los hombres?
Por Marta Nebot
Periodista
Los norteamericanos lo inventaron y lo llamaron discriminación positiva. Se trataba de hacer esfuerzos para que los más desfavorecidos tuvieran algo a su favor, para que encontraran caminos de integración, de ascenso social, de superación. Así, durante muchos años, los negros y latinos tuvieron cuotas en empleos públicos y universidades. Las mujeres se sumaron después a este instrumento antidiscriminación. Aquí, ahora, de repente, se aplica a pobres estudiantes de bachillerato, que no tendrían ninguna oportunidad si no recibieran algunas ventajitas frente a sus compañeras de instituto.
Sí. Esto último es sarcasmo. Perdónenme pero es que en tiempos de antifeminismo, de contraola reaccionaria, de negacionismo de las desigualdades de género con todo lo que esto implica es curioso descubrir una discriminación positiva masculina, y más una tan llamativa.
Resulta que el hijo pequeño de Miguel de la Quadra-Salcedo, el mítico reportero que llevó a miles de adolescentes de viaje por ambas orillas del Atlántico en su Aventura 92, rebautizada como Ruta Quetzal, retomó tras la pandemia esta iniciativa de su padre ya fallecido y este año se ha encontrado con que la habitual mayoría femenina de solicitudes se ha convertido en mayoría aplastante de mejores currículums. La selección de los jóvenes que han disfrutado de estos viajes siempre ha sido escrupulosamente meritocrática. Entre los mejores alumnos, los mejores de los mejores. Siguiendo esta tradición, esta vez, Íñigo de la Quadra-Salcedo se encontró con que, si aplicaba este criterio en comunidades como Galicia, Catalunya o València, los muchachos se quedaban sin aventura. En toda España solo conseguían 26 puestos de los 200 disponibles; uno de cada ocho.
Para evitar que el año que viene ellos se autoexcluyan por esta mayoría aplastante femenina, el organizador decidió fijar una nota de corte ligeramente más baja para los chicos que para las chicas –según las comunidades–. No va a haber paridad, pero sí 63 varones, casi el triple de los que en igualdad de condiciones lo merecían.
Y el caso es que, por muy feminista que sea, por mucho sarcasmo que aplique, no tengo absolutamente nada en contra de esta decisión por evitar la exclusión de uno de los géneros. Simplemente me pregunto qué tienen que decir sobre esto los que están en contra de la discriminación positiva. ¿Podrían admitir algo parecido para las chicas?
Nosotras conseguimos más títulos, mejores calificaciones, más oposiciones y, sin embargo, a la hora de promocionar, de elegir a los que mandan, a los que dirigen las instituciones y nuestras vidas se nos excluye por corporativismo masculino, porque además de todo eso cuidamos, porque la igualdad no ha llegado tan arriba como nos gustaría ni siquiera en los países presuntamente igualitarios.
Me atrevo a pronosticar que lo que se ha visto obligado a hacer De la Quadra-Salcedo es un precedente, un principio de los tiempos que vienen, que nos miran desde no tan lejos, desde donde ya bulle la ola gigante que vendrá después de este nuevo tsunami reaccionario. Nuestros hechos nos concederán el poder que merecemos en cuanto el acceso a él se vuelva de verdad meritocrático. Ojalá cuando lo alcancemos lo apliquemos distinto.
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