Opinión
Grecia: el coro aún está deliberando
Profesor de Ciencia Política en la UCM
Publicado en: Cuarto Poder
Resultados obtenidos por los principales partidos de las elecciones griegas. / igraphics.gr
En La gente de Smiley, tercera entrega de la trilogía sobre un emblemático jefe de espías británico, Le Carré narra la derrota final del jefe de los servicios secretos orientales el temible Karla, el comunista y enemigo público número 1 del mundo occidental. Adelantaba así Le Carré lo que sería el fin de la Unión Soviética y la consiguiente desestructuración del mundo nacido de los acuerdos de Yalta, Potsdam y Teherán (donde Grecia cayó del lado capitalista y Hungría del lado socialista). A la altura de 1979, la globalización ya estaba en marcha y a Hayek y a Milton Friedman les habían dado sendos premios Nobel de economía por decir que la receta neoliberal curaba todos los males (incluidos los del capitalismo). Grecia acababa de salir de una dictadura militar y estaba empezando a conocer la dictadura económica que le corresponde al Sur del Norte. Cuando eres periferia, periférico caminas por los rumbos trazados por los centros. Gorbachov terminaría anunciando pedidos impecables de comida rápida en Pizza Hut y Grecia iba a ir acumulando despropósitos a través de una estructura bipartidista y familiar que pudría la política en el lugar donde se alumbró la democracia.
Hundida en la década de los ochenta la URSS, quedaba EEUU como potencia hegemónica. Fukuyama anunciaba el “fin de la historia”, la socialdemocracia abrazaba la “tercera vía” y la derecha terminaba por entregar cualquier atisbo de compromiso social a la neutralidad propia del éxito económico y del desarrollo tecnológico. Sin la URSS, el Estado social empezaba a sobrar. Los pobres dejaban paso a los “perdedores” y la lógica económica, definida de antemano, repartía carnés entre el primer mundo y los fracasados del planeta. Pero Marx, que no pudo leer a John Le Carré, se empeñaba en regresar de tanto en tanto con maneras de viejo perseverante. La lucha de clases parecía un salvoconducto para decir “yo no lo veo”. Y el Sur del Norte encontraba razones para no ver la inevitabilidad de lo inevitable. Ni en Grecia ni en Portugal ni en España, pese a todos los esfuerzos, el bipartidismo terminaba de consolidarse. Y mira que se esforzaban.
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