Opinión
Despreciar a Pedro Almodóvar
Escritor. Autor de 'Querqus', 'Enjambre' y 'Valhondo'.
El energúmeno que asesinó cobardemente a Federico García Lorca – que, con seguridad, estaría de rodillas y maniatado a la espalda en el borde de la fosa que le habrían obligado a excavar en el olivar de Víznar, Granada –, antes de dispararle a bocajarro, le dijo: – Te voy a meter dos tiros en el culo, por maricón.
Lo contó él mismo en el bar Jandilla, a su regreso de la ronda macabra, y lo fue repitiendo envanecido, como el mayor éxito de su vida, hasta su muerte en el año 1954, según lo desveló magistralmente el periodista y escritor Gabriel Pozo Felguera en El Independiente de Granada en 2017.
Se llamaba Juan Luis Trescastro Medina, un “fascista bocazas y fanfarrón”, ricachón terrateniente de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), que lo iba pregonando orgulloso por las tabernas de Granada. Jactándose de haber matado al poeta.
Si alguien piensa que este descerebrado era un sicario pagado, está en un error, pues Trescastro había sido vicepresidente de la Diputación de Granada, cargo por lo que ya siempre recibió el tratamiento de Ilustrísimo Señor. Su Ilustrísima. Todo un personaje de la derecha andaluza, que tanto me recuerda a algunos políticos de la actualidad. Charlatanes salvapatrias, siempre despotricando y soltando bilis y veneno por sus bocas, que vemos a diario en los medios y en la televisión. ¿A que ustedes les ponen cara y nombre igual que yo? Un señoritingo aficionado a la bebida y a las armas… y muy agresivo y faltón. Lo digo, porque si a continuación cito a alguna autoridad, sea diputado, senador o alcalde, nadie piense que su cargo le exime de ser otro descerebrado del mismo calibre y talla: la Magnum 45 de la infamia.
Así acabaron, con tan solo 38 años, con el poeta español de mayor reconocimiento internacional de todos los tiempos. Lo celebraban en La Habana, en Buenos Aires y en Nueva York; lo cantaba Leonard Cohen y actualmente lo recitan e interpretan en la China y en Japón.
En el momento que escribo estas líneas, me entero de que el ayuntamiento de Orihuela, donde gobierna el PP con VOX, vuelve a mancillar el nombre del poeta Miguel Hernández en su propio pueblo (En la cuna del hambre mi niño estaba / Con sangre de cebolla se amamantaba), pues con sus votos han rechazado la petición de la familia de anular los sumarios judiciales franquistas contra el poeta, que causaron su presidio y posteriormente su muerte en un calabozo, donde le dejaron morir peor que a un perro sarnoso. Lo que viene a demostrar que, transcurridos 80 años, el franquismo de la venganza y el rencor sigue vivo. ¿Qué les habría costado, casi un siglo después, aprobar esa petición en pro de la justicia y la definitiva reconciliación? ¡Uffff, qué grima dan! ¡No los soporto! Y mucho menos comprendo a los que les dan el voto.
Y si quieren, sigo con los directamente asesinados, muertos en la huida u obligados a exiliarse antes de ser ejecutados: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Rafael Alberti y Mª Teresa León, María Zambrano, Pedro Salinas, Francisco Ayala, Elena Fortún, Severo Ochoa, Max Aub, Luis Buñuel, Rosa Ckacel, Ramón J. Sender, Clara Campoamor, Sánchez Albornoz y un interminable listado de las mejores mujeres y hombres que dio la España de la época. Lo mejor de España. Recibidos en los países de acogida, en sus Universidades, como un tesoro o un milagro del arte, el humanismo, la ciencia y la filosofía. Entre los citados, varios premios Nobel. Queridos y admirados por los españoles, menos por los zorrocotrocos analfabetos, parientes y herederos ideológicos de la España casposa de la extrema derecha, que, por desgracia, ha atrapado a millones de votantes actuales con su discurso mentiroso y populista del “¡Muera la inteligencia!”. Su discurso del odio y el miedo al diferente. Su discurso removiendo las vísceras.
Por no saber, no saben ni leer. O leen poco o nada. Por desidia, por abandono, por falta de ganas. ¿Para qué van a leer? Me refiero a TODOS LOS DIPUTADOS y SENADORES del PP y de VOX, que acaban de aprobar la enmienda que beneficiará con la salida anticipada de prisión a algunos presos de ETA. ¡Menuda tropa! No habían leído la ley y firmaron haber “estudiado con todo detenimiento dicha iniciativa, así como las enmiendas presentadas.” Inútiles y mentirosos. Sus Señorías. Sus Ilustrísimas Señorías. Que no saben leer o no les da la real gana. Pobrecillos, ahora lloran por las esquinas y se lamentan al no poder gritar más “¡Que te vote Txapote!”, pues será uno de los beneficiados. Txapote, como un boomerang, golpeándoles la testuz y la boca.
Este es el perfil y su esencia. La médula y la sustancia de los que, a la mínima que nos descuidemos, estarán gobernando España… como gobiernan en Orihuela. Los mismos que odian o desprecian a Pedro Almodóvar. Su pose, su chaqueta rosa y sus películas. Aunque no hayan ido a ver ninguna. Porque ellos tampoco son mucho de cine. Ni de librerías, ni bibliotecas, ni teatros. Si acaso, del teatro de revista. Ellos son… de otras cosas. Del cubata en las barras de las madrugadas. De la corneta, del novio de la muerte y la cabra. Pero ¿por qué odian a Pedro Almodóvar? ¿Por cineasta, por su discurso valiente y comprometido, o, como a Lorca, por su homosexualidad?
Almodóvar es, sin desmerecer a Mario Camus, Saura, Berlanga, Icíar Bollaín o Isabel Coixet, el mejor director de cine español junto a Luis Buñuel. Con un reconocimiento internacional extraordinario. Pues allá donde va es venerado. Los que lo niegan o ningunean, hacen exactamente lo mismo que hacía Franco en aquella España negra de NODO, garrote vil y pobreza: ignorar o burlarse de todo lo que venía del extranjero, en la línea de “Santiago y cierra España”. O del “Gibraltar español”. Ese peñón que perdimos por instaurar en España la dinastía borbónica con Felipe V, duque de Anjou, proclamado rey de España en Versalles. Esa dinastía que tantas alegrías ha dado a nuestra patria, sin entrar en detalles campechanos, que dan mucha vergüenza, mucho asco y mucha rabia.
El franquismo ocultando nuestras miserias ante el progreso extranjero, con aquellos chistes que comenzaban: – Iba un español, un francés, un italiano y un inglés… – Para reírse a carcajadas mientras se rascaban la entrepierna por el picor de la tiña. También para ocultar. Cuando a Juan Ramón Jiménez (Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando), con su Platero y yo, le concedieron el premio Nobel de Literatura – la declaración de la academia sueca reza: “Al recompensar a Jiménez, representante de la gran tradición lírica de España, la Academia ha querido coronar igualmente a Antonio Machado y García Lorca” –, los españolitos de a pie apenas si se enteraron – publicidad cero, felicitaciones una o ninguna –, no fueran a preguntarse: ¿Por qué dan el Nobel a un poeta español que vive en Puerto Rico y no en su Huelva?
Pedro Almodóvar ha ganado dos premios Oscar, un León de Oro, un Ariel y nueve Goya. Ha presidido el Festival de Cannes, es Caballero de la Legión de Honor francesa, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o Doctor Honoris Causa por las Universidades de Harvard y Oxford, por citar solo sus galardones más representativos. Y, además, es manchego. Un humilde manchego que comenzó a trabajar de ordenanza (¡cómo le duele eso también a la derechona!) en Telefónica.
Aunque quizás, lo que más duela, es que en sus entrevistas al recibir el León de Oro en el Festival de Venecia por su película La habitación de al lado, diga que su película funciona como “respuesta a los discursos del odio que escuchamos en España. Una película a favor de la solidaridad absoluta, de la empatía profunda. El discurso que está habiendo en Europa contra la inmigración, contra niños no acompañados, tratándoles como si fueran delincuentes, como si fueran invasores, es grotesco… Hay una España grande en la que yo me siento integrado que no está por la labor de esos discursos”.
¿Odian a Almodóvar por verse reflejados en sus palabras – PP y VOX – ante los micrófonos de toda la tierra? ¿Por ponerlos tan valientemente en evidencia? Para mí… que va a ser por eso. Gusten sus películas más o menos. Aunque no puedan reconocer en público, que cuando en su película homónima suena la canción de Volver – ese tango de Carlos Gardel: Volver, con la frente marchita… –, cantado por Estrellita Morente en boca de Penélope Cruz con las mejillas arrasadas de lágrimas, o el Piensa en mí de Tacones Lejanos de Luz Casal con Marisa Paredes, se les parte el alma. El alma y el corazón. De emoción. Si eres de VOX y dijeras eso, te expulsarían del partido. Por blandito y por maricón. Igual que si al asesino de Lorca le hubieras dicho que lo De Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas, el barco sobre la mar y el caballo en la montaña… te sonaba muy hermoso, te hubiera descerrajado el tiro en el culo.
Son iguales. Los de siempre. Los retrógrados que nos anclan a la tiniebla de nuestra memoria. A lo peor de nuestro pasado. Los mismos energúmenos de siempre que mañana, 12 de octubre, estarán insultando y abucheando, de manera tan incomprensible, bochornosa y grotesca, al presidente del gobierno, en ese carísimo “sarao” que montan y que no nos representa a la mayoría de españoles pacifistas. Llevan dos semanas torturando a la población con altavoces a todo volumen, colocados en las farolas del Paseo del Prado y la Castellana, con marchas militares. Cuando a mí, como cantaran Georges Brassens y Paco Ibáñez, “la música militar nunca me supo levantar”. Ese circo innecesario, anacrónico con los tiempos que corren, y exhibicionista para gloria exclusiva del ejército (ahora que el mundo es un polvorín a punto de estallar), la monarquía y la extrema derecha. Sin evolución. Y con la tristeza de ver a tantísimos jóvenes, pulserita en muñeca, idiotizados por los rebuznos de los ideólogos de la incultura, abrazando sus aberraciones y sus mentiras.
Aunque de todos ellos, el único que pasará a la historia – igual que han pasado Pablo Picasso, Pau Casals o Luis Buñuel – será, con todos sus aciertos y sus errores, Pedro Almodóvar. Manchego de Calzada de Calatrava en la provincia de Ciudad Real. Ordenanza de Telefónica y Doctor Honoris Causa por las Universidades más prestigiosas del planeta. Que todavía está esperando que el PP y la Casa Real, que felicitan en sus redes sociales hasta al vencedor del campeonato de canicas, le den la enhorabuena por su León de Oro en Venecia.
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