Opinión
Celsa Barcia "a golpes de palabras"
Por Andrea Momoitio
Periodista y escritora
El nombre de Celsa Barcia –al menos si atiendas a la poca información que hay disponible sobre ella en la red– está vinculado indisolublemente al de su compañero de vida y de militancia: Fernando Hierro Chomón. Encontrar algún dato sobre ella, que la defina más allá de sus relación con Hierro, es complicado. Un clásico. Las mujeres que participan en la vida política corren el riesgo de ser sepultadas en la historia. No he dado tampoco con una fórmula sencilla para contactar con ella y, como solo tengo unos cinco mil caracteres con espacios para escribir este perfil, no me ha quedado otra que tirar de hemeroteca. La experiencia me dice –y me veo en la obligación de compartirlo con vosotras– que resulta altamente probable que la prensa publicara muchas verdades a medias sobre ella y, sobre todo, sobre los secuestros que provocaron que su foto llegase a todas las redacciones de la prensa de la transición.
El 11 de diciembre de 1976, sobre las once de la mañana, Antonio María de Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de Estado, era secuestrado por miembros de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). Fueron años convulsos que pudieron poner en riesgo una Transición en la que nunca creyeron muchos militantes políticos de la época y que, todavía hoy, sigue siendo muy cuestionada. En enero de 1977, mientras Oriol seguía secuestrado, un ultraderechista asesinó al estudiante Arturo Ruiz, de 19 años, mientras participaba en una manifestación a favor de la amnistía en Madrid. Al día siguiente, en una protesta por su muerte, María Luz Nájera, también estudiante de 20 años, falleció, según publicó El País, “tras recibir en la cara el impacto de un pesado bote de humo lanzado por los antidisturbios”. Ese mismo día, el presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, Emilio Villaescusa, también era secuestrado por el GRAPO en la puerta de su vivienda en Madrid.
Sí, la cosa estaba calentita.
Los rehenes serían liberados si el Estado español entregaba en Argelia a 15 presos políticos de diferentes organizaciones. En la liberación de ambos señores, que se produjo el 11 de febrero, participó el “Billy el Niño”. Dato suficiente para que me permitáis intuir de qué manera se llevó a cabo la operación que la Policía había bautizado como ‘Operación cromo’.
Celsa Barcia fue detenida acusada de participar, junto a otros compañeros y compañeras, en ambos secuestros. En mayo de 1977 salió en libertad provisional tras pagar una fianza de 75.000 pesetas. Tras su puesta en libertad, y antes de que celebrase el juicio, en julio de 1979, el diario ABC publicó una foto de Barcia y de diez militantes más del GRAPO: “Fuertes recompensas para la captura de once Grapos”, decía la noticia. El Ministerio del Interior parecía muy interesado en dar con su paradero y, según la misma fuente, las sumas ofrecidas como recompensa iban desde las 300.000 pesetas hasta los dos millones.
Debieron dar con ella porque en 1981 se enfrentó al juicio por ambos secuestros. Quedó absuelta porque no pudo demostrarse su participación en los hechos: “Absuelta la mujer que cuidó a Villaescusa y Oriol durante sus secuestros”, tituló el diario El País. Manda narices. Según la sección primera de lo penal de la Audiencia Nacional, Celsa Barcia seguía las instrucciones de su marido, “atendía el cuidado del piso y de la comida de todos los que allí estaban, además de ocuparse de un hijo”. Sigue: “La procesada en ningún momento ejerció violencia o intimidación contra el teniente general Villaescusa, ni tuvo a su cargo la vigilancia y retención forzosa del secuestrado ni la de Antonio María de Oriol, ni exhibió armas. Por el contrario, siempre les trató correctamente y se ocupó de los medicamentos que necesitaban”. Ella misma –insisto: según se publicó en la prensa– afirmó ante el Tribunal que no sabía que se tratase de un secuestro.
Tras las declaraciones en sede judicial de Oriol se generó cierto revuelo en la prensa sobre el papel que había tenía Barcia en los secuestros y llegaron a afirmar que Oriol había declarado a su favor durante el juicio. El periodista Julián Lago, en la revista Tiempo, afirmó que Antonio María de Oriol y Urquijo se había dedicado durante el secuestro a cambiar los pañales de la criatura de Barcia, que también estaba en la vivienda durante el secuestro: “Llegó, incluso, a ofrecerse para costear los estudios de la pequeña e inocente ‘grapita’. El final de aquella historia probablemente nunca se sabrá”, afirmaba Lago. Parece poco probable, la verdad. Además, Hierro y Barcia tenían una criatura, sí, pero era un varón. La niña a la que se refiere puede que sea la hija de otros dos militantes del GRAPO que andaban también por allí.
En una crónica de la actuación policial que liberó a Oriol se aseguraba que, ante la llegada de los agentes, “abrió la puerta una chica de unos veinte años, que al intentar cerrar la puerta cogió la mano de uno de los policías al que le disparó el arma. El señor Oriol, que rogó a los policías que no hicieran uso de sus armas, abrazó al niño de once meses, hijo de la joven citada, y dio un beso a ésta, antes de abandonar el piso”. El declaró en el Juzgado que le había tratado bien, que estaba bien atendido e, incluso, jugaban a las cartas.
De Celsa Barcia no hay muchas referencias más. Algunas declaraciones sobre la situación procesal de su compañero y poco más. En 1988 participó en Porque vivimos. Antología poética de la resistencia, un libro en el que se recogieron poemas de presos políticos del PCE(r) y de los GRAPO.
El de Barcia dice así:
“Diles, no te canses de contestar
Y si se te acaban las respuestas
Entonces, entrégales los libros
En los que hallé sonrisas esparcidas a golpes de palabras”
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