Opinión
Barrenillo Bonilla convierte Doñana en un polvorín
Por David Bollero
Periodista
Una nueva amenaza se cierne sobre nuestro tesoro natural del Parque Nacional de Doñana. Se trata de la plaga de un pequeño insecto, el barrenillo del pino, que ya se ha cobrado miles de estas coníferas, secándolas hasta dejarlas sin vida. Ecologistas en Acción alertó de la plaga hace meses, reclamando la constitución de un equipo de crisis que abordara la situación. Sin embargo, desde el Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) no se ha movido un dedo y ahora, a la amenaza de la expansión de la plaga de este coleóptero, se suma el riesgo de incendio por la gran cantidad de madera muerta que se acumula en el parque. Cuando todavía no se ha recuperado de los incendios de hace años, Doñana se ha convertido en un polvorín.
Corría el mes de marzo y Ecologistas en Acción encendía las luces de alarma avisando. La supervivencia del pinar de Doñana estaba en riesgo ante la amenaza de una plaga de barrenillo, que cuando todavía es una larva perfora galerías en la conífera y, ya en su fase adulta, se come los brotes tiernos. El resultado es la desecación de los árboles, conduciéndolos a su muerte.
En una situación normal, con un pinar sano, asistiríamos a un mecanismo del ecosistema que realiza una selección natural, eliminando los ejemplares debilitados o enfermos. Sin embargo, el pinar de Doñana lleva años sufriendo un estrés generalizado, extendiendo la potencial superficie de ataque del barrenillo perforador. El resultado es que, según el colectivo ecologista, los pinares de la Parada, el Corral Largo, el Cerro del Trigo, de San Agustín… “se están muriendo a marcha forzada”.
En suma, si el pinar estuviera sano, no habría motivo para la preocupación, pero en el estado en el que se encuentra, es lo más parecido a un bufé libre para la plaga. Ya en 2023, Ecologistas en Acción alertó del mal estado de los árboles, reclamando tomar medidas para identificar las causas. Entre las hipótesis más plausibles figura la progresiva salinización de los acuíferos del parque, que ante su explotación ilegal se han visto invadidos por agua procedente del mar.
Ante la inacción de la Junta de Andalucía, la mortandad de pinos comienza a ser masiva, sin que tampoco el gobierno de Moreno Bonilla gestione esa cantidad de madera muerta, siguiendo la estela de su deficiente gestión de los montes por toda Andalucía. Resulta inevitable comprar al líder del PP andaluz con el propio barrenillo: sobre el papel, un gestor político responsable tiene vocación de servicio público y vela, entre otras materias, por el cuidado del medio ambiente. Sin embargo, Moreno Bonilla perfora poco a poco Andalucía, cortándole el flujo de savia, desecándola en un proceso tan lento como agónico.
En una tierra sana, esta parasitación sería más soportable pero, ciñéndonos al Espacio Natural de Doñana, las políticas socialistas durante cuatro décadas no han contribuido a ese buen estado de salud. De hecho, la tropelía del PP de intentar legalizar los acuíferos ilegales que han vampirizado a Doñana no es más que la consumación de la desidia socialista que durante años miró para otro lado.
Llegados al momento actual y aunque desde el Ministerio para la Transición Ecológica se hayan detenido los numerosos intentos de Moreno Bonilla de premiar a los esquilmadores de patrimonio natural –incluso por la puerta de atrás-, urge reforzar la protección de esta joya medioambiental, que por la deficiente gestión del PP ya ha sido excluida de la lista verde de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). A la aniquilación de miles de pinos se suma el riesgo de que buena parte del Parque termine siendo pasto de las llamas.
Qué paradójico que para defender y proteger la naturaleza sea preciso que Moreno Bonilla actúe contra natura, porque su proceder innato parece mercantilizar el entorno natural, reduciendo los estándares de protección del mismo a mínimos que amenazan su supervivencia. Lo vemos en Doñana o en Sierra Nevada, donde poblaciones con restricciones en plena sequía ven cómo se mercantiliza con el agua embotellada de sus acuíferos. Las galerías que perfora el barrenillo Bonilla en Doñana, en la misma Andalucía, dejan cada vez menos savia mientras, a la luz de las últimas citas electorales, la ciudadanía se conforma con que le aguante la fotosíntesis.
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