Este artículo se publicó hace 2 años.
Qué es la cultura de la violación a la que aludió Irene Montero y por qué la ONU le da la razón
El término empleado por la ministra de Igualdad fue acuñado por el feminismo hace más de medio siglo y alude a toda conducta que refuerce los estereotipos sexuales hacia las mujeres. No significa llamar violador a los políticos del PP que se han soliviantado.
Marisa Kohan
Madrid--Actualizado a
Las palabras de Irene Montero de este miércoles en el Pleno del Congreso de los Diputados han soliviantado a la derecha, al acusar al PP de promover la "cultura de la violación". La ministra se refería con esta frase a dos campañas institucionales lanzadas recientemente por los Populares contra la violencia sexual hacia las mujeres en Galicia y Madrid y que inciden en la culpabilización de las víctimas. "Ustedes promueven la cultura de la violación que pone en cuestión la credibilidad de las víctimas", afirmó la ministra. El escándalo en la cámara fue mayúsculo. Minutos de protesta por parte de los populares y de Vox. Ni siquiera sus socios de Gobierno, los diputados y diputadas del PSOE, aplaudieron a Montero, sino que luego en los pasillos afearon a la ministra sus palabras. Incluso la presidenta del Congreso, Maritxell Batet, reprendió a la ministra de Igualdad afirmando que "esta presidencia considera que la expresión que ha utilizado no es adecuada en términos parlamentarios dirigida a un grupo parlamentario" y pidiendo que evitara "un lenguaje inadecuado para el Parlamento".
Una llamada de atención que contrasta con la tibieza de la presidencia de la cámara hace unos días cuando Irene Montero fue atacada por la diputada de Vox, Carla Toscano.
Lo que reprochaba al PP la ministra de Igualdad en el hemiciclo, era a una campaña promovida por la Xunta de Galicia, que consideraba una conducta de riesgo que las mujeres salieran a correr en mallas por la noche. "Una discoteca. Una copa desatendida. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa", afirma el cartel, poniendo la responsabilidad de lo que pasa en la propia víctima. Otra, impulsada por la Comunidad de Madrid, mostraba un vaso de bebida con un letrero en el que se puede leer "la agresión sexual que no te esperas está aquí dentro" y pedía a las mujeres: "Vigila siempre tu copa". Ambas campañas fueron duramente criticadas en redes sociales por no aportar nada a la seguridad de las mujeres y agitar el terror sexual.
Es decir, una mujer no debería vestirse de determinadas maneras ni debería frecuentar algunos espacios a unas horas concretas. Incidir en estos aspectos pone la responsabilidad sobre las mujeres o las víctimas, su manera de vestir, lo que hacen, cómo lo hacen, cuándo lo hacen y a qué hora. Eso es cultura de la violación. El concepto no lo ha inventado la ministra de Igualdad. La propia ONU la considera "omnipresente" y deja claro que "está arraigada en un conjunto de creencias, poder y control patriarcales".
Para ejemplificar este comportamiento, la ONU aporta algunas frases ampliamente aceptadas socialmente y que ahondan los estereotipos de género y la violencia sexual que viven las mujeres en su día a día: "Las mujeres dicen no cuando quieren decir sí", "Estaba borracha" o "Con los hombres ya se sabe...". De hecho, Naciones Unidas ha llegado a publicar la guía Dieciséis maneras de enfrentarte a la cultura de la violación.
¿De dónde viene el término?
El término cultura de la violación no es nuevo. De hecho fue acuñado por el feminismo en los años 70, por lo que lleva más de 50 años de teoría. No supone llamar violador a una persona o institución, como parece haberlo interpretado la derecha parlamentaria y diversos diputados de otras formaciones, sino aludir a mensajes, actitudes o conductas que vayan encaminados a reforzar los estereotipos sexuales sobre las mujeres. A pesar de su longevidad, no se trata de un término ampliamente conocido en la sociedad, por lo que ONU Mujer anima a ponerle nombre y a explicarlo con frases comprensibles para todos: "Iba vestida como una puta. Lo estaba pidiendo".
En nuestro país, al igual que en el resto del mundo, tenemos ejemplos variados de cómo esta cultura de la violación, es decir, los estereotipos sobre la violencia sexual que afectan a las mujeres y minan su credibilidad. Frases como "cerró usted bien las piernas", lanzada por una jueza a una víctima de violación, es un claro ejemplo de lo que muchas mujeres deben vivir cuando son agredidas sexualmente. La ley del solo sí es sí, que es lo que se estaba debatiendo en el Congreso este miércoles cuando Montero habló de cultura de la violación, viene a subsanar estas conductas, al poner el consentimiento en el centro de la norma y no la fuerza o la actitud de la mujer ante una agresión sexual.
¿Por qué el PP y Vox e incluso diputados del Partido Socialista han lanzado ataques o afeado las palabras de Irene Montero?. Probablemente porque aún no hayan entendido el concepto y haya que volver a explicárselo.
Primero. Nacido en los setenta, es un concepto feminista que alude a la violación como un problema normalizado debido a la trivialización o incluso a la negación de la agresión sexual, dado que se cosifica a la mujer y se le culpa del abuso sufrido por la forma de vestir, por no estar sobria o por frecuentar determinados ambientes, por poner tres ejemplos.
Segundo. Aunque pueda parecer una locura, estas actitudes irracionales conducen a la conclusión —sesgada y errónea— de que la mujer es la responsable de haber sido violada. Y, en el fondo, de que es propiedad de hombre, quien puede hacer con ella lo que le plazca: porque iba con escote, porque estaba borracha, porque se acercó primero o porque sí.
Tercero. Al igual que la banalización del acoso, la cultura de la violación "está grabada en nuestra forma de pensar, de hablar y de movernos por el mundo", subraya la ONU. Prejuicios y tópicos que refuerzan la justificación de la agresión sexual. Eso no significa que usted esté de acuerdo, pero los hechos y hasta el lenguaje la han normalizado.
Cuarto. ¿Creemos a la agredida? ¿Disculpamos al agresor? Por todas las cuestiones citadas, en ocasiones el testimonio de las mujeres es puesto en entredicho, incluso su negativa explícita a mantener relaciones —en realidad, a ser agredida—. En su contra pesa, por ejemplo, tener una actitud natural respecto al sexo o varias parejas.
Quinto. El razonamiento es pernicioso: como las agresiones sexuales son inevitables, es responsabilidad de la mujer evitar que la violen. Si tomó la iniciativa de hablar con alguien, si la camisa era demasiado escotada, si caminaba sola por la noche, incluso si no se resistió lo suficiente, ha inducido al agresor a cometer el delito. La culpa es de ella.
Sexto. Por estos y otros motivos, las campañas de la Xunta y de la Comunidad de Madrid promueven la cultura de la violación, lo que no quiere decir, obviamente, que el Gobierno gallego y el madrileño promuevan las agresiones sexuales.
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