madrid
El 8 de marzo se celebra en infinidad de países el Día Internacional de la Mujer, fecha clave de cara a recordar los logros y avances en materia de igualdad entre hombres y mujeres conseguidos a base de siglos de lucha titánica contra distintas opresiones de género, pero también para reivindicar los muchos derechos que quedan todavía por conquistar. Cada año, en esta jornada de protesta, miles de personas salen a las calles ataviadas con pañuelos morados y carteles con consignas tan recurrentes como "Ni una menos", "Me cuidan mis amigas, no la Policía" o "Vivas nos queremos".
La lucha conta las alarmantes cifras de feminicidios que se suceden año tras año, la desigualdad económica a través de la brecha salarial o los derechos trans y reproductivos siguen siendo a día de hoy los grandes retos del feminismo, aún más frente al avance mundial de la ultraderecha y el retroceso en igualdad que ello supone.
En el último año, además, la agenda feminista española ha mostrado especial preocupación por los numerosos casos de violencias ejercidas hacia las mujeres por agresión sexual, un tema que se ha reavivado a partir de sentencias como la de Dani Alves o a través de las denuncias por parte de varias actrices hacia el cineasta Carlos Vermut.
Aunque actualmente el 8M se celebra por parte de todo tipo de mujeres independientemente de su estatus social y económico, lo cierto es que originalmente esta fecha hunde sus raíces en las protestas de las trabajadoras estadounidenses durante la época de la Revolución Industrial. Es decir, la lucha feminista es una lucha esencialmente de clase ya que sus primeras abanderadas fueron aquellas mujeres pertenecientes a los sectores más precarizados de la sociedad americana.
De hecho, por este motivo son muchos los teóricos que consagran a EEUU como el país donde se gestó por primera vez el movimiento feminista. Un trágico hito marcaría la fecha clave que hoy todos celebramos para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres: en marzo de 1857 tuvo lugar una manifestación a la que acudieron cientos de trabajadoras de una fábrica de textiles en Nueva York contra los bajos salarios que éstas percibían en comparación con sus compañeros varones.
Las trabajadoras protestaban también en contra de las indignas condiciones laborales impuestas y luchaban por conseguir una jornada laboral de 10 horas (puesto que trabajaban más de 12 horas al día). La jornada se saldó con la muerte de 120 mujeres a manos de la Policía por el hecho de reivindicar mejoras laborales.
A pesar de los intentos de soterrar las ideas de justicia social que defendían las feministas, ese día las mujeres neoyorquinas sembraron una semilla que iría germinando con el paso del tiempo. Aunque no existen archivos que verifiquen la fecha exacta en la que se produjo la protesta, muchos expertos ubican el acontecimiento en el 8 de marzo.
De hecho, uno de sus lemas, "¡Queremos pan, pero también rosas!", se convirtió en todo un símbolo que emplearían años más tardes mujeres de otros entornos y contextos en sus reivindicaciones por la igualdad. La expresión hacía referencia a la necesidad de medios materiales que les permitieran el sustento básico, pero también hacía alusión a los placeres y a la belleza para crear un mundo más habitable para todas.
Tendrían que pasar varios años para que se declarara por vez primera el día de la mujer en EEUU, concretamente en 1909. Eso sí, inicialmente se celebró el 28 de febrero por el Partido Socialista de EEUU, no el 8 de marzo. Dos años antes se había celebrado la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Stuttgart (Alemania), donde la activista y dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán, además de fundadora del periódico La Igualdad, Clara Zetkin, asumió el cargo de secretaria internacional.
Cuando sí comenzó a celebrarse en marzo el día de la mujer, y más específicamente el Día de Internacional de la Mujer Trabajadora en consonancia con las luchas anteriores de las mujeres obreras, fue en 1910. El evento clave donde este hecho se produjo fue la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague (Dinamarca). En ella participaron un centenar de mujeres de más de 17 países, entre ellas la mencionada Clara Zetkin y la teórica marxista Rosa Luxemburgo y marcaría el inicio de la conmemoración de esta fecha en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
Un año más tarde, el 25 de marzo de 1911, un hecho desgarrador fruto de la violencia institucional hacia las mujeres de clase obrera marcaría un antes y un después en la lucha feminista, ya que haría que se sumaran más países en la celebración del 8 de marzo en todo el mundo. La fábrica textil Triangle Shirtwaist, en el centro de Manhattan (Nueva York), se incendió mientras cientos de mujeres costureras se encontraban trabajando en su interior y se vieron incapaces de escapar puesto que los propietarios habían bloqueado todos los accesos. Murieron 123 mujeres y 23 hombres, la mayor parte de ellos jóvenes migrantes de entre 14 y 23 años.
Todos estos eventos que sitúan la lucha de las mujeres en la lucha de clase contra un sistema donde el patriarcado y el capitalismo caminan de la mano han sido fundamentales para sentar las bases del feminismo. En 1975 la ONU conmemoró por primera vez el Día Internacional de la Mujer en coincidencia con el Año Internacional de la Mujer, siendo proclamado dos años más tarde por su Asamblea General.
Hoy, mujeres del mundo entero continúan el legado que dejaron todas aquellas compañeras que en el S. XIX y XX pusieron el cuerpo para defender a ultranza sus derechos sociales y económicos desde aquellas fábricas insalubres de Nueva York. Muchas mujeres critican la deriva neoliberal y complaciente con el sistema en el que ha desembocado la lucha feminista, así como su desconexión con todos los elementos de clase que sustentaron al movimiento original.
Mientras parece que el movimiento ha logrado aunar a un número cada vez mayor de mujeres que se sienten apeladas por las ideas feministas, hay quienes abogan por reivindicar el componente antisistema que caracterizó al feminismo primigenio. Y, por encima de todo, un feminismo que sea inclusivo con todas: las racializadas, trans, migrantes, discapacitadas o LGTBI. Como muchas siguen consignando, "el feminismo será de clase o no será".
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