BRUSELAS
Actualizado:Uno de los chistes que corre entre los periodistas que pueblan los pasillos de Bruselas es que, pase lo que pase en el mundo, aunque se caiga un país a pedazos, la Unión Europea siempre dice que “está preocupada”, pero no puede hacer apenas nada. Tal es la sorna, que existe una cuenta de Twitter llamada “¿Está la UE preocupada?”, y postea de vez en cuando algún escueto “muy”, “profundamente”, “gravemente preocupada”.
Las capitales saben que algún tipo de política exterior conjunta es necesaria, pero a la hora de la verdad, lo que quiere cada país es muy diferente. Esto le ha procurado una reputación a la UE en el mundo de ser una estructura dividida y con poco poder real. Cuando un líder mundial quiere discutir algo importante, llama directamente a Berlín o a París.
Por eso, el principal objetivo del nuevo jefe de la diplomacia europea, el exministro español Josep Borrell, y una de las obsesiones de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, es darle una voz a la Unión Europea en el mundo. Tanto es así que la alemana le ha puesto el sobrenombre de “Comisión geopolítica” a su propio Ejecutivo.
En las capitales europeas parece que hay una voluntad de que Bruselas sí pueda tomar un protagonismo mayor al que ha tenido hasta ahora, pero en la práctica lo que diga Borrell tiene que ser la posición común de los Veintiocho (pronto 27). Así que cada vez que pasa algo en el mundo y la Unión Europea tiene que dar una respuesta, se suceden las llamadas de teléfono en todas direcciones para que Borrell pueda pronunciar una palabra. Algo que, claro, lleva su tiempo.
Ese es precisamente uno de los principales retos a los que se enfrenta Borrell: darle fluidez y peso a la diplomacia europea. “Si la Unión quiere convertirse en un actor global y ser más decisiva, tendrá que mostrar que puede adaptarse a los procesos de la vida real, sobre todo cuando se trata de gestionar crisis de alta intensidad”, escriben los investigadores Lizza Bomassi y Pierre Vimont del think tank Carnegie.
Y el año ha empezado cargado de esos conflictos de alta intensidad: sobre todo con la crisis desatada en Irán, después de que Estados Unidos asesinara al general iraní Qasem Soleimani, a cuyo funeral en Teherán asistieron cientos de miles de personas. El polvorín de Libia, que sigue fuera de control más de ocho años después de la muerte de Gadafi, la crisis de poder en Venezuela y las acciones del autoproclamado Gobierno de Bolivia son otros de los principales tests en los que Borrell y su equipo demostrarán si de verdad estamos en el momento de la verdad para que Europa ocupe un lugar en la escena diplomática mundial.
Irán y Libia: los primeros exámenes de la Comisión Geopolítica
El asesinato de Soleimani ha aumentado las tensiones al máximo entre Irán y EEUU y ha hecho temer al mundo que podía estallar una guerra abierta en territorio iraquí, donde los americanos cuentan con sus bases militares. Ahora parece que la situación se está calmando, aunque Estados Unidos anunciaba este mismo viernes nuevas sanciones contra Irán, con lo que el mundo sigue en alerta.
The United States will continue to apply economic sanctions until Iran stops its terrorist activities and commits that it will never have nuclear weapons. pic.twitter.com/szEuYVxFFU
— The White House (@WhiteHouse) January 10, 2020
Tras reunirse con los ministros de Exteriores de todos los países de la UE este viernes en Bruselas, Borrell insistió en que el plan europeo es tratar de “de-escalar” el conflicto, que los líderes europeos tratarán de mediar hablando con todas las partes. A la vez, pretende que Irán se mantenga dentro del acuerdo que evita que el país desarrolle cabezas nucleares, a pesar de que Teherán ha anunciado esta semana que lo abandonaría. El acuerdo, del que Estados Unidos ya se salió en mayo de 2018, pende de un hilo, pero la UE lo defiende porque, según Borrell, de otra manera “hoy en día Irán sería una potencia nuclear”.
#Iraq: "Ministers have given me a strong mandate to carry out diplomatic efforts with all parties to contribute to de-escalation in the region, support political dialogue & promote a political regional solution." @JosepBorrellF @eu_eeas #FAC
— EU Council (@EUCouncil) January 10, 2020
👉 More: https://t.co/pxQWhustFi pic.twitter.com/6mrPLrPFwz
El asunto en Libia está quizá incluso más complicado. En las últimas semanas, se ha intensificado el conflicto entre las dos facciones que luchan por el control del país: el Gobierno de Acuerdo Nacional, dirigido for Fayez al Sarraj, y las tropas del mariscal Jalifa Haftar, que hace unos días se lanzó a la conquista de la ciudad de Sirte, una de las principales del país, de la que ambas facciones se disputan el control. Turquía y Rusia, que apoyan con recursos a bandos opuestos (los turcos a Al Sarraj, los rusos a Haftar), han pedido que haya un alto el fuego.
Los ministros de Exteriores europeos quieren evitar que la situación se vaya aún más de las manos y que se convierta en una segunda Siria. Así que este viernes apoyaron ese alto el fuego, y Borrell dijo que además quieren tomar medidas para que se cumpla y para asegurarse de que mantiene la prohibición de vender armas a ese país.
De no conseguir una salida pacífica, el conflicto puede suponer la creación de un nido de terroristas, ya que la ONU ha detectado la presencia de milicianos procedentes de Siria y Sudán en ese país. Además, puede llevar a miles de personas a emigrar a Europa, ya que se estima que alrededor de 700.000 subsaharianos se encuentran en estos momentos en Libia. “No todos quieren ir a Europa, pero en función de la situación en Libia puede que cambien de idea”, advirtió Borrell, según las informaciones que el enviado de la ONU para Libia, Ghassan Salamé, expuso ante los ministros europeos durante su reunión. El conflicto amenaza además con desestabilizar toda la región del Sahel y puede dar una importante presencia geoestratégica a Rusia o Turquía, en función del resultado de la contienda.
Venezuela y Bolivia, en el horizonte
El otro gran desafío que se avecina en el horizonte para Borrell y la diplomacia europea es el latinoamericano. El pasado domingo Venezuela volvía a las portadas de la prensa internacional después de que el diputado Luis Parra fuera elegido como presidente del Parlamento… mientras que miembros de las fuerzas de seguridad evitaban la entrada en el edificio del líder opositor Juan Guaidó y de otros diputados de la oposición.
Dos días más tarde, Guaidó pudo entrar en el edificio tras abrirse paso a la fuerza y se proclamó como presidente del mismo órgano, con los apoyos de más de cien diputados, según cálculos del antichavismo. Borrell y la Unión Europea se han puesto del lado de Guaidó en la disputa. El jefe de la diplomacia calificó la elección de Parra de “ilegítima, ya que no respetó los cauces legales ni los principios constitucionales” en un comunicado este jueves.
Además de Venezuela, el conflicto en Bolivia tras el golpe de Estado contra el presidente Evo Morales, al que obligaron a renunciar y a exiliarse a México, primero, y después a Argentina, o las protestas contra el Gobierno en Chile amenazan con ser otros de los quebraderos de cabeza para Borrell en sus primeros meses de mandato.
Disputa interna en Europa
El otro gran frente al que se va a enfrentar Borrell es la división de los esfuerzos diplomáticos europeos. Por un lado, los jefes de las principales instituciones -Consejo Europeo y Parlamento- también tienen sus propias relaciones con terceros países; por el otro, las capitales consideran que la política exterior es, primero de todo, cosa de los Estados, con lo que a menudo Bruselas se ve de manos atadas para hacer todo lo que querría.
Lo que ocurrió este pasado miércoles fue un ejemplo de este multilateralismo interno. El presidente del Consejo Presidencial de Libia, Al Sarraj, viajó a Bruselas para reunirse con Borrell, pero aprovechó el desplazamiento para verse también con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel —que representa a los jefes de Gobierno de los Veintiocho— y el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli. Cada uno de los líderes emitió además su propio comunicado de prensa por separado. Esto ha dejado una sensación de confusión en Bruselas, donde muchos se preguntan quién es la verdadera voz de la Unión Europea hacia el exterior. Además, el Gobierno italiano también ha tenido contactos directos con los líderes libios.
Preguntado en rueda de prensa sobre esta situación, Borrell respondió visiblemente ofendido: “Sí, hemos realizado muchos contactos, a través de personas diferentes y en lugares diferentes y continuaremos desplegando todas nuestras energías con personas distintas porque, gracias a Dios, somos muchas instituciones y Gobiernos y hay mucho por hacer para todos nosotros”.
Quizá por eso, Borrell fue vehemente en recalcar en esa misma rueda de prensa que los ministros europeos le acababan de dar un “mandato más fuerte” para negociar con Irán: “para aquellos que entienden el lenguaje diplomático debe ser evidente que es un hecho importante que los ministros digan: pedimos al Alto Representante que desarrolle todo tipo de esfuerzos y diálogos políticos” con todas las partes del conflicto iraní. Lo que parece seguro es que tanto Irán, como Libia o Venezuela van a darle oportunidades a la Unión Europea en los próximos para hacer algo más en los próximos meses que “mostrarse preocupada”.
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