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La transición verde en Europa pasa por la pampa: así es el impacto de las fábricas de celulosa finlandesas en Uruguay

La finlandesa UPM, empresa dedicada a la fabricación de celulosa, abrió su segunda planta en Uruguay en 2023, la tercera en el país. ¿Cuáles son las consecuencias medioambientales, sociales y económicas?

troncos UPM
Varios troncos se concentran en las aguas del lago Saimaa. Al fondo, la fábrica de Kaukas, a pocos kilómetros de la ciudad de Lappeenranta, a 30 kilómetros de la frontera con Rusia. Bernat Marrè

Loreley Urbeldz es enfermera, madre de dos hijos y de vez en cuando conduce su auto en modo taxi. Una noche de noviembre de 2022, año en el que la multinacional finlandesa productora de celulosa UPM se instaló en la orilla del río Negro, el río de aguas mansas y profundas que atraviesa la pequeña ciudad uruguaya de Paso de los Toros, en el corazón del país, Loreley recibió un mensaje: "Ven ya, a mi compañera le están pegando".

—Un extranjero saltaba sobre las piernas de una trabajadora sexual. Me dijeron que me llevara a la chica y que me olvidara de todo a cambio de dinero, que tenían cocaína y querían evitar problemas con la Policía. La chica, de acento caribeño, estaba mal. Mientras llegaba la ambulancia le presté los primeros auxilios. Ya cuando la llevaron al centro de salud yo fui a realizar la denuncia. Entre el comisario y varios policías me amenazaron. Los extranjeros que trabajan para UPM son intocables. Contra la plata no se puede hacer nada. Están en Uruguay, pero protegidos por otras leyes. Es como si ellos hubieran comprado esta tierra y nosotros fuéramos los extraños.

Matti Liimatainen recorre con la mirada los discos de los centenares de troncos apilados que esperan a ser trasladados a la fábrica que UPM tiene en Kaukas, a 220 kilómetros de Helsinki, muy cerca de la frontera con Rusia. Cuando encuentra uno que le convence, saca un palillo de madera de su bolsa y empieza a contar con paciencia los anillos. De la médula a la corteza: "112 años". El bosque en el que Liimatainen se encuentra se ubica a 100 kilómetros al este de la capital finlandesa y pertenece a Tornator, una de las empresas con más propiedad forestal de Finlandia después del Estado: 661.000 hectáreas, algunas de ellas gestionadas por UPM.

"Esta industria tiene mucho poder sobre el Gobierno y es un 'lobby' de presión muy fuerte"

Como esta, son muchas las áreas de foresta antigua que las organizaciones ecologistas consideran que deberían estar protegidas por su biodiversidad, pero que son explotadas por la industria. Liimatainen, coordinador de campañas forestales en Greenpeace Finlandia, lleva años abogando por la implementación de políticas de protección medioambiental más robustas. "La industria forestal no es sostenible. Hay una crisis de biodiversidad. Esta industria tiene mucho poder sobre el Gobierno y es un lobby de presión muy fuerte contra las regulaciones de la UE que protegen los bosques antiguos", asegura.

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El coordinador de campañas forestales en Greenpeace Finlandia, Matti Liimatainen, cuenta los anillos de uno de los árboles talados en el bosque de Ruotsinpyhtaa, al este de Helsinki. Bernat Marrè

La preocupación de las organizaciones ecologistas por la sostenibilidad ambiental del país nórdico convive con la indiferencia de gran parte de la sociedad, pero también con el orgullo que despierta la industria forestal en el país que, después de la Segunda Guerra Mundial, vio en su vasto territorio colmado de pinos, abetos y abedules una vía para su recuperación económica. Estas áreas de bosque boreal, que forman parte de la corona verde que circunda el Ártico, cubren el 75% del territorio del país, equivalentes a 22,5 millones de hectáreas. De estas, el 90% son utilizadas para la industria forestal, principalmente para la elaboración de pulpa de celulosa.

El debate público en el país nórdico con respecto a la industria forestal se centra en la protección y la tala de bosques a nivel local. Finlandia está comprometida con la Estrategia de Biodiversidad de la Unión Europea, que obliga a proteger todos los bosques antiguos y en su estado natural. Y la definición de bosque antiguo depende de los Estados. Por lo tanto, la cuestión y la preocupación se focaliza en la posibilidad de que los intereses económicos prevalezcan en las decisiones de protección de la biodiversidad.

Corría 2010 cuando, cansada del ritmo áspero y vertiginoso que le proponía Montevideo, Grace González llegó a Paso de los Toros. Con su esposo tantearon por varios años diferentes lugares para trasladarse y ofrecer una mejor calidad de vida a sus hijas. Fue en esta ciudad en la que proyectaron seguridad y tranquilidad alrededor de una hermosa casa a orillas del río Negro.

A mediados de 2023 y tras una inversión de US$ 3.470 millones se inauguró UPM 2, justo enfrente de la casa de Grace. Entre las personalidades que asistieron a la ceremonia de apertura, brilló la de Henrik Ehrnrooth, el entonces presidente del directorio de UPM, quien usó su discurso para calificar a Uruguay como "un país confiable para hacer negocios". Desde entonces, lo primero y lo último que ve Grace todos los días de su vida es ese mastodonte industrial, con sus monumentales y tóxicas fumarolas que, confundiéndose con las nubes, no solo manchan los tejados de su casa cuando llueve, sino que le regalan un invariable hedor a repollo hervido.

"El día menos pensado voy a levantarme y voy a ver la bandera de Finlandia: bienvenidos a Little Helsinki", apunta Grace González, mientras conduce por el barrio finlandés de Paso de los Toros. Las calles están numeradas en lugar de llevar nombres. Por cuadra hay cuatro casas que, para la media habitacional latinoamericana, podrían ser auténticos palacios. Son de dos plantas y cuentan con suelo radiante, un costoso sistema de calefacción que va por el suelo y las paredes, muy usado en los lugares más gélidos del planeta. Dos niñas tipo Rapunzel dan vueltas en sus bicicletas con una serenidad que perfecciona el mutismo adyacente. El barrio está lleno de cámaras de seguridad y, aunque es de libre acceso, en cualquier momento puede caer un vigilante y cuestionar la visita.

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Izquierda: Vista aérea de monocultivo de eucalipto en Piñera, Paysandú, Uruguay. Derecha: Vista aérea de monocultivo de eucalipto recién cosechado en Orgorroso, Paysandú, Uruguay. Dahian Cifuentes

En el extremo sur del Lago Saimaa, insertada a pocos kilómetros de la ciudad finlandesa de Lappeenranta, UPM tiene una de sus tres fábricas de celulosa, UPM Kaukas. De las ciudades con industria maderera se solía decir que olían a huevo podrido y a dinero. De esto, en Lappeenranta ya solo queda el mismo aroma a bienestar que desprenden la mayoría de ciudades del país. Lo primero que alerta a los visitantes de la presencia de la fábrica es una descomunal chimenea sobre la cual pivota una colosal área industrial. Miles de troncos se posan en las aguas de la orilla del lago a la espera de su turno; las mangueras y maquinaria de transporte no dejan nunca de funcionar. Mientras, en el centro de Helsinki, tocando a la principal estación de ferrocarril, un cartel con los colores del arcoíris y el eslogan "diversidad es natural" cuelgan de las oficinas centrales de UPM, cuya puerta es custodiada por el Griffin, una criatura mitológica mitad águila, mitad león que –cuenta la leyenda– vela por el oro verde que albergan los bosques. "La industria de la celulosa sí es sostenible en Finlandia. La responsabilidad de la gestión de los bosques no solo recae en las empresas forestales o el Gobierno, también en los más de seiscientos mil propietarios privados", dice Kati Kaskeala, vicepresidenta de relaciones con los interesados de UPM.

A pocos metros del emblema mitológico se erige el Parlamento finlandés, un edificio monumental de estilo clásico y columnas corintias. Hasta el 2 de abril de 2023, la coalición de centro izquierda gobernaba el hemiciclo. Maria Oishalo, de la Liga Verde, fue ministra de Medioambiente y Cambio Climático entre 2022 y 2023. "La mayoría de la legislación ambiental y climática proviene de la Unión Europea. En cuanto a la legislación finlandesa, solíamos tener una regulación que establecía que los árboles debían crecer más antes de ser cortados. Hoy en día, eso ha cambiado, lo que ha causado una disminución en los sumideros de carbono. El nivel de biodiversidad en nuestros bosques ha mermado y sabemos que aproximadamente una de cada nueve especies está en peligro en este país. Deberíamos estar pensando en otras formas de producir", cuenta Oishalo.

"Para pedir por Amazon o Alibaba se necesitan los bosques"

Juha Aromaa, subdirector de programas de Greenpeace Finlandia, subraya un aspecto crucial sobre el incremento de la demanda global de celulosa. Si bien la digitalización y la disminución de la lectura de periódicos, revistas y libros condujo a una reducción de este mercado, el auge del comercio electrónico y la proliferación de la paquetería a domicilio compensaron esta tendencia. "Para pedir por Amazon o Alibaba se necesitan los bosques, ya sean plantaciones en Uruguay o bosques naturales en las regiones nórdicas".

En cuanto a la expansión de la empresa a otros lugares, Kaskeala habla de la creciente demanda de celulosa en todo el mundo: "El modelo finlandés no tiene suficiente madera para producir más celulosa de manera sostenible, por eso tenemos operaciones en Uruguay, así como otras empresas en otros lugares". Según la ejecutiva de UPM, alrededor del 80% de los uruguayos tienen una opinión neutral o positiva sobre la empresa.

"Hubo un momento en la historia en que la industria forestal finlandesa tuvo que salir fuera de sus fronteras para buscar materia prima. Finlandia siempre ha sido un país frío donde la madera no crece tan rápido, por ello desde hace ya algunas décadas ha habido una tendencia de producir pulpa en países más tropicales para luego llevarla a otros países como China", dice Teivo Teivanen, profesor de política mundial en la Universidad de Helsinki.

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Izquierda: Pintadas en contra de las plantas de celulosa cerca a la frontera con Uruguay. Derecha: María Forte lleva años abanderando la conciencia ambiental de su ciudad, Fray Bentos, Uruguay. Dahian Cifuentes

En Lion d´Or, una antigua confitería montevideana, el periodista y escritor Víctor L. Bacchetta se sienta una tarde de lunes en la mesa número uno y descarga su arsenal investigativo. Víctor tiene 81 años, pero su actitud es la de un activista de 18. De su mochila extrae tres libros: La entrega, el proyecto Uruguay-UPM (2019), El fraude de la celulosa (2008) y El pacto colonial (2021). En el primero oficia como compilador y de los dos siguientes es el autor.

"Uruguay no gana nada con UPM y, por el contrario, sí regala muchas cosas"

Aunque los títulos de los libros tienen voz propia, Víctor tiene una sola cosa, clara y concisa, para subrayar: "Uruguay no gana nada con UPM y, por el contrario, sí regala muchas cosas: al margen del espantoso problema medioambiental que implica una empresa de este calibre en cualquier lugar del mundo, acá lo que está en juego es la soberanía. Estamos hablando de neocolonialismo, y uno lo dice y lo recalca, y nadie lo toma en serio, creen que uno está en contra del progreso nacional o, en el peor de los casos, que uno está loco".

—A la gente parece no importarle que le quiten el agua, que la contaminen y que invadan las tierras y el paisaje pampeano con especies no nativas como el eucalipto. El único misterio que guardan todos estos bosques que nos rodean es el de la infertilidad. Esos monocultivos de eucalipto y los químicos que usan para que crezcan más rápido estropean la tierra. Para cuando se vayan en cincuenta años, que es el tiempo que el Gobierno les firmó, esta tierra no va a servir para nada, cuando su principal característica era su riqueza. La gente solo reacciona cuando se ve directamente afectada. En 2015, el agua del arroyo se puso rojiza y desprendía un olor ácido. Nosotros lo advertimos, pero nadie atendió. Decían que estaba envidiosa porque no me daban trabajo en el vivero. Semanas después hubo una terrible mortandad de peces. Y hay más. Hace diez años era común ver garzas, liebres y hasta nutrias, hoy no sabemos dónde están, o si por lo menos están, dice Mariana Barrán, trabajadora social y activista ambiental de 47 años que vive en Guichón, un pueblo de cinco mil habitantes ubicado a 86 kilómetros al oeste de Paysandú, la cuarta ciudad de Uruguay.

En Uruguay UPM planta árboles, una acción que la multinacional defiende a capa y espada bajo un apócrifo compromiso con el medio ambiente, aun cuando usa agroquímicos prohibidos en Europa. "Allá no pueden sembrar y cortar, entonces se vinieron para acá, que no tienen límites de acción", puntualiza Marcelo, de 49 años, pareja de Mariana. Hoy, Uruguay tiene 1,3 millones de hectáreas plantadas con eucalipto. Casi el 8% del territorio nacional.

Mariana trae entre sus manos una bolsa de tela blanca con el logo de UPM. Adentro un lapicero verde retráctil con la inscripción UPM Biofore - Beyond fossils y una carpeta blanca con un folleto y una revista. El primero lleva como título "¿Cómo hacemos celulosa?", que contiene el abc de la producción industrial. La revista se llama El sorprendente mundo de la forestación. Descubrílo junto a Cami y Facu, es ilustrada, tiene 33 páginas y está dividida en cinco capítulos. El kit viene con una pequeña muestra de celulosa y es entregada a niños y adolescentes uruguayos acompañada de una leche achocolatada y un alfajor. "Puro verso, perfecto para convencer y maquillar la realidad", termina Mariana.

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"Lisää ääntä”. Más alto. Ese fue el lema de la gran marcha medioambiental del 2 de junio en el centro de la capital finlandesa y que finalizó en la Plaza Kansalaistori. Bernat Marrè

UPM usa el eslogan "Producimos el futuro". A 15 kilómetros al oeste de Paso de los Toros está Rincón del Bonete, una ínfima población emplazada a orillas de una enorme represa. La zona llamó la atención a finales de 2023 por un arroyo afluente del río Negro, cuya vida, según un representante del Ministerio de Ambiente, "se extinguió" gracias al derrame de un millón de litros de soda cáustica que UPM fraguó intencionalmente por medio de una cañería clandestina.

El suceso tuvo lugar el 16 de agosto de 2023, pero solo fue notificado a la opinión pública cuarenta días después. Una fuente local que prefiere ocultar su nombre asegura que "pasó más de un mes y nadie pudo decir nada hasta que UPM básicamente autorizó la salida de la noticia. Lo que hizo la empresa fue aplastar con su poder al Estado y, mientras tanto, limpiar el campo. También impidió el acceso al territorio afectado a evaluadores externos y activistas. Después pagó una multa irrisoria de 182.000 dólares, ni una cosquilla para una empresa que factura cientos de millones de dólares al año. Uno se pregunta: ¿De quién es este país?".

—Increíble, pero cierto. Desilusión porque mucha gente se alistó para la supuesta reactivación económica y quebró; desocupación porque nunca cumplieron con la promesa de trabajo; prostitución por la proliferación de trabajadores extranjeros varones; narcotráfico porque las jornadas laborales eran largas al igual que las noches en la ciudad; contaminación por obvias razones. Resumámoslo en tristeza. Todo esto fue en su momento, cuando el quilombo con los argentinos, que bien desconfiaban de la multinacional y que no solo hicieron protestas, sino que llevaron el asunto hasta la Corte Internacional de La Haya, que después falló a favor del funcionamiento de la planta. Hoy es una fábrica que está y no está. Nadie le da mucha bola. Pasa que hicieron tanta publicidad que la gente o se hartó o se creyó el cuento o simplemente se olvidó. Recuerdo un comercial de esa época. Un periodista uruguayo va a Finlandia y bebe un vaso de agua que saca de un lago que está frente a una papelera para demostrar que lo de la contaminación era mentira. Hicieron cualquier cosa para convencer, pero bueno, ya sabemos que los que más contaminan son los que tienen el discurso ambientalista más fuerte, dice Robert Urgoite, psicólogo social de 39 años, habitante de Fray Bentos, oeste uruguayo.

María Forte, de 64 años, argumenta lo que ella considera que es el trasfondo de todo: "La planta de UPM es una sucursal de Finlandia en Fray Bentos". María lleva su cabello pintado de rubio y mientras habla, intercambia sus blanquecinas manos entre su mate y dos agujas de croché. La casa de María es esquinera y, aunque no queda cerca al río, sabe recibir todo el viento que proviene de la cuenca. "Ese polvito blanco sobre el auto no es tierra, es amoniaco que se desprende de la chimenea de UPM. ¿Han sentido el olor a huevo podrido? No hay que esforzarse mucho para saber de dónde proviene todo eso", certifica.

"Entregaron el país y el Estado es cómplice"

María lidera un grupo de ciudadanos de Fray Bentos que permanecen atentos a todo lo que concierne a UPM. "El río era una fuente de alimento importantísima y ahora una no puede comerse nada de ahí. Desde 2018 hay un decreto que no permite sacar peces para estudiarlos. ¿A dónde van a arrojar todos sus desechos si no es al río? Eligieron Uruguay porque nadie los controla, y tampoco es que aquí haya mucha tecnología disponible y de fácil acceso para medir cosas como la contaminación que generan los agrotóxicos en la sangre de las personas. Entregaron el país y el Estado es cómplice. Riqueza ambiental, debilidad institucional y zonas francas a lo largo y ancho del país fue lo que los trajo. Debería declararse un delito ambiental", continúa María, mientras en una pequeña punta de la costa del río Uruguay, diagonal a la planta de UPM, señala formaciones de algas verdes brillantes, según ella, contaminación ya mutada con el río.

El vacío es profundo y despiadado. Las pocas personas que transitan la noche fraybentina se caen hacia adelante en lugar de caminar. Hay garúa. Del río Uruguay no llega ningún sonido; pacífico y silente sigue su curso. Los pastizales a su alrededor, inundados por las últimas lluvias, se agitan marchitos con el viento mojado. Ver la luna brillar sobre los camiones atiborrados de troncos recién cortados que entran a la planta deja la sensación de naufragio. "Al río lo están matando, pero sus consecuencias solo se verán por ahí en 30 o 40 años, cuando ya no se pueda hacer mucho. Hay que resistir y generar diálogos para contrarrestar esta violación a nuestras propias leyes que dan a las empresas lo que ellas piden y ordenan también. En otras palabras, la colonización del país", dice María.

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Planta de UPM en Fray Bentos, Río Negro, a orillas del río Uruguay. Dahian Cifuentes

"La dependencia económica de Finlandia en la industria maderera, impulsada por subsidios estatales y altos ingresos fiscales, provoca que sea difícil convencer a la gente de que el sistema que nos está aportando tanto bienestar se está construyendo a expensas de la tierra, el trabajo y el medio ambiente en Uruguay". Janette Kotivirta realiza un doctorado en la Universidad de Helsinki sobre los impactos de la industria forestal finlandesa en Uruguay, razón por la que ha viajado al país para establecer vínculos con las organizaciones y comunidades locales.

"Hay una relación creciente entre los movimientos sociales aquí y en Uruguay. La reducción en la producción debe ocurrir de manera simultánea y en colaboración entre el movimiento social aquí y el de otros lugares, porque sabemos que hay una tendencia de las empresas del Norte Global a externalizar y mudarse al Sur Global", denuncia Kotivirta, también activista del movimiento Deuda por el Clima. "Al estar conectados, estamos tratando de avanzar hacia formas reales de justicia ambiental para asegurarnos de que la transición verde en el Norte Global no se convierta en un proyecto colonizador en el Sur Global".

*Este reportaje es una adaptación de la investigación completa El mundo es de papel y con papel se compra: bosques finlandeses en la pampa uruguaya. Con la colaboración en Finlandia de la periodista Lotta Närhi.

*Con el apoyo de Journalismfund Europe.

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