Los secretos de la primera crisis política de Milei en el gobierno de Argentina
El presidente da marcha atrás y retira el paquete fiscal de su ley Ómnibus para llegar a un acuerdo con sus socios parlamentarios.
Leandro Renou (Página 12)
Buenos Aires--Actualizado a
Pocas veces los que lo respaldan lo vieron tan fuera de su eje. El primer baño de política realista tradicional le cayó al presidente Javier Milei como una bomba al carácter, al ego, y expuso a la vez la primera gran crisis política del Ejecutivo en sólo un mes de gestión. Horas antes de que el ministro de Economía, Luis Caputo, anunciara la baja del paquete fiscal en la Ley Ómnibus a cambio de conseguir votos para sacar la norma adelante, la secretaria de Presidencia, Karina Milei, le comunicó a su hermano las malas noticias: "Esto no va ni para atrás ni para adelante. Las provincias no quieren saber nada", le dijo, según contaron fuentes oficiales a Página 12.
En ese momento, Javier volvió al histrionismo de sus épocas como panelista y lanzó varios insultos a los gobernadores. Tardó un rato en calmarlo, pero Karina, su hermana, una de las pocas personas en las que el presidente cree cien por cien, logró que entrara en razón. Además, le aclaró que enviase el mensaje de que "el ajuste se hace, sí o sí. A mí no me van a joder".
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Según confirmaron desde la Casa Rosada, en las próximas horas empezarán a advertir de que se viene un ajuste más duro en la obra, en las transferencias a las provincias y, sobre todo, que en marzo el Gobierno presentará una nueva ley fiscal que ya se está redactando.
Un dato extra y muy relevante: la caída del paquete fiscal preocupa en Washington. Emisarios del FMI ya le pidieron al gobierno que precise cómo cerrarán los números, dado que para su aprobación el primer desembolso del organismo para la gestión de Milei está frenada. En paralelo, de entrar en sesiones ordinarias, una nueva ley fiscal entrará en vigor en junio, con una parte del ejercicio terminada y las exportaciones agropecuarias ya anotadas en su totalidad para todo el año.
Crónica de una derrota
Naturalmente, en este contexto, la hermana del presidente había pasado ya dos días viendo cómo se caía a pedazos la paz política con los opositores oficialistas del PRO, Pichetto y una parte del radicalismo. El jueves, de hecho, fue en persona al Congreso y elevó la voz con muchos diputados de La Libertad Avanza. Luego comió con el titular de la Cámara, Martín Menem, y le pidió explicaciones. El riojano había vendido a Milei y a Karina que la ley salía y los votos estaban, pero en realidad la escena era la inversa.
"Si no bajamos la reforma jubilatoria y la subida de retenciones, esto no sale", le dijo Menem. Le mostró además un esquema donde el cálculo de conseguir votos era un imposible, incluso con el apoyo masivo del PRO, última oportunidad de los libertarios que le habían prometido a la propia Karina "bancar cualquier cosa que tenga la Ley". Karina recibió, también de Menem, la posición de muchos gobernadores, como el caso de Entre Ríos, que aseguraron ya no tener dinero para pagar sueldos.
Al primer aviso de Karina al presidente sobre lo disputado del escenario, el mandatario siguió en su tono de no tocar nada. El jueves por la tarde, hubo una reunión de Juan Pazo, secretario de Coordinación de Hacienda, con empresarios y dirigentes políticos. En esa reunión, en la que participaron ceos de la Unión Industrial (UIA) y la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), el exsocio de Francisco De Narváez en el Grupo Alas les dijo a los presentes que "si no apoyan la ley, están poniendo en riesgo la política económica del Gobierno". Unas horas después, hubo otro hecho bizarro: Eduardo Serenellini, el tambaleante secretario de Medios, creó una reunión con empresarios en la Casa Rosada en la que participaron Caputo y el asesor en desregulación, Federico Sturzenegger.
Si bien ese encuentro tuvo una foto difundida a los medios de una mesa grande con empresarios, la realidad es que los atendieron en forma individual. Un sector le pidió al gobierno no tocar retenciones y otros "no privatizar el Banco Nación, que es el banco de la producción". Fueron pasando de uno en uno, les dieron las gracias, un café, un vaso de agua y los despacharon. A la salida del encuentro, Serenellini los llamó por teléfono pidiéndoles que, más allá de lo que dijeron en la reunión, "salgan a apoyar la ley". No lo consiguió porque todos declararon lo mismo que dentro del encuentro. Karina Milei puso, entonces, el grito en el cielo por otra infructuosa gestión de Serenellini, a quien rechazó de plano y ya ordenó que le sacasen de su secretaría. Nada estaba ordenado ni cuadraba.
Días complejos para "Toto"
"Dile a Caputo que lo diga él", le pidió Milei a uno de sus asesores, que al mediodía le informó al ministro de Economía que debía dar una conferencia de prensa afirmando todo lo contrario a lo que el Presidente había dicho horas antes, en una entrevista a una cadena internacional de noticias. Caputo habló en La Rosada y aseguró que se elimina el paquete fiscal y que la dolarización no está en los papeles. El ruido entre ambos existe y es cada vez más manifiesto.
Pero la derrota más fuerte de Caputo fue la baja del paquete fiscal, que es, ni más ni menos, que el fin de su plan de estabilización. Hay que recordar que la Ley Ómnibus de Sturzenegger no lo incluía. Fue Milei el que, por incapacidad de formar él mismo un plan fiscal, convocó a Caputo para que lo hiciera. Ese plan terminó agregado a la ley, pero Sturzenegger nunca lo quiso.
Finalmente, el extitular del Banco Central argentino con Macri es quien volvió a ganar en esta revuelta: la salida del plan fiscal deja a la ley reducida a su mayor deseo, la desregulación total de la economía. Y por estas horas Sturze se congratula de que "no hay ni un diputado ni un gobernador que me haya querido parar la desregulación". Sturzenegger juega, y fuerte, sin esconder cartas ni intenciones.
En la otra esquina, el que pierde es Caputo porque se debilita el plan económico, que estaba centrado en ajustar jubilaciones para reducir el gasto y en subir retenciones para aumentar la recaudación. A eso se suma que la caída del reparto es otro golpe, porque el gobierno tenía puestas muchas expectativas allí. En los despachos de Hacienda hay nervios por la reacción que puedan tener los mercados, dado que ya asumen que se verá como una crisis política pero, sobre todo, como la postal de un gobierno débil que no puede instalar cambios de fondo. El otro punto de vista que se dio es el de la inflación, que Caputo creyó poder frenar no sólo congelando la economía, sino con un fuerte ajuste fiscal. Lo que el ministro esperaba que pasase en breve, si ocurre, será más adelante.
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