El saludo fascista y cuándo se considera un peligro concreto para el Estado en Italia
Los gestos y simbología que evocan al fascismo, en Italia, están prohibidos. Pero su aplicación depende de si el saludo fascista constituye una amenaza concreta para el orden público y el Estado de derecho.
Roma-
Calle Acca Larentia, Roma. A las 18.00 de este martes, unas 1.300 personas se colocaron ordenadamente y, en tres ocasiones seguidas, en unos pocos segundos hicieron el saludo fascista pronunciando la palabra “presente”, como en la época de Benito Mussolini. El motivo de la reunión fue la conmemoración de los asesinatos, en 1978, de dos jóvenes de ultraderecha a manos de un grupo armado de extrema izquierda. El recuerdo con recurrencia anual, sin embargo, se ha convertido, en la práctica, en una ocasión para que más de un millar de extremistas de derecha puedan mostrar su fanatismo hacia el fascismo.
El departamento antiterrorista de la Policía de Estado italiana –conocido en el país como Digos– que tiene el cometido de “contrastar los delitos de terrorismo y alteración del orden democrático”, actúa habitualmente de oficio para identificar a los encargados de organizar este tipo de citas de extrema derecha. El año pasado, de hecho, fueron denunciadas más de 30 personas en relación a la conmemoración de Acca Larentia. Tras lo ocurrido el martes, las autoridades italianas han abierto una nueva investigación para identificar a los “responsables” de las conductas que evocan al fascismo.
El eje constitucional y legal en relación a los controvertidos saludos tiene que ver con una idea central: la apología del fascismo. El problema vinculado a los actos de la calle Acca Larentia son graves “no tanto por lo que se conmemora, sino por cómo se conmemora”, explica a Público Raffaele Bifulco, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad LUISS de Roma. Es decir, “a través de una forma conscientemente polémica y prohibida por la ley italiana”.
Desde la Constitución italiana (1948) y pasando por leyes más concretas, el fascismo en Italia está prohibido. La controversia reside en establecer, desde un punto de vista jurídico, en qué momento un gesto concreto e individual va más allá de una mera evocación nostálgica para convertirse en un problema efectivo para el Estado de derecho. Hay que recordar que la propia democracia transalpina es antifascista por definición porque la República italiana es resultado –histórico, social y jurídico– del rechazo al fascismo tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Empezando por lo más elemental, el saludo fascista está prohibido en cuanto fascista: “El saludo fascista, de por sí, es una clara evocación del fascismo y de simbología fascista”, aclara el experto constitucional Raffaele Bifulco, “que está prohibido en el ordenamiento jurídico italiano”. El docente experto en Derecho subraya que en la propia Constitución italiana hay un artículo en concreto que explicita la prohibición “bajo cualquier forma de la reorganización del disuelto partido fascista”. ¿Qué ocurriría entonces si una formación se inspirara directamente en el Partido Fascista de Benito Mussolini, pero con otro nombre? “Es cierto que la Constitución italiana menciona la prohibición de la reorganización del disuelto partido fascista, de forma específica y localizada en el tiempo”, pero el ordenamiento jurídico italiano tiene su anticuerpo constitucional: la Ley Scelba (1952).
La Ley Scelba (1952) es la que interpreta la apología del fascismo en Italia. Es, por tanto, la continuación y extensión de lo que la Carta Magna transalpina dispone para prohibir el fascismo en Italia. Bifulco aclara que “la Ley Scelba es la ley de aplicación de una disposición transitoria de la Constitución italiana”, como “actuación concreta” que aplica la prohibición del fascismo en el país “de una forma más amplia”; donde “el simple hecho de evocar determinadas simbologías políticas” es delito.
El profesor Bifulco, además, menciona que “no hace falta” que una formación “se llame Nuevo Partido Fascista” para ser prohibida. La Ley Scelba (1952), de hecho, fue la herramienta empleada en Italia para ilegalizar dos partidos de extrema derecha en el país, como fueron Ordine Nuovo en 1973 y Vanguardia Nazionale en 1976. Recapitulando: la Constitución italiana prohíbe la reorganización del partido fascista y la Ley Scelba es la que impide tanto el empleo de su simbología como la realización de los gestos que lo rememora; lleven o no a la fundación de un partido fascista.
Partiendo de la idea de que el saludo fascista es, de por sí, una apología prohibida en el país, el aspecto más ambiguo en relación a la aplicación de la ley contra la apología del fascismo tiene que ver con su componente más concreto y físico. Las autoridades italianas tienen que determinar en qué momento un gesto individual puede convertirse, según el contexto, en un problema democrático. Ese punto de inflexión, desde el punto de vista jurídico, tiene lugar “en el momento en el que una manifestación individual o colectiva pone en peligro el orden público”, entendido como “convivencia civil y salvaguardia de la incolumidad colectiva”, explica Bifulco. Y añade que para los juristas “el concepto clave es el peligro concreto”.
En una sentencia de enero de 2024, el Tribunal Supremo italiano, de hecho, ha afirmado que el saludo fascista es delito siempre y cuando suponga “un peligro concreto para el orden público”. A lo largo de las décadas, la jurisprudencia italiana ha ido aplicando de forma diferente la prohibición del saludo fascista: unas veces sobre la base de la apología del fascismo en sentido estricto, otras atendiendo a razones de orden público. La Justicia italiana diferencia, de esta forma, que por ejemplo unas pocas personas hagan el saludo fascista en un cementerio –aun siendo un gesto apologético del fascismo–; frente a que una multitud se reúna llevando a cabo dicho gesto en un lugar público, con la idea de fundar un partido fascista e ir en contra del Estado de derecho.
Por si no fuera suficiente, la Ley Mancino (1993) es la norma –aplicable junto a la Ley Scelba (1952) para los casos de apología del fascismo– del ordenamiento jurídico italiano para contrastar los delitos que incitan a la discriminación, odio o violencia por razones raciales, étnicas, nacionales o religiosas: “La Ley Mancino es una ley mucho más reciente, que permite interpretar el mismo fenómeno de dos formas distintas”, aclara el profesor Bifulco, en Roma. Y añade: “Hay casos en los que la Justicia italiana es más proclive a la aplicación de la Ley Scelba y otros a la Ley Mancino, según cada caso específico”.
El 7 de enero de 1978 dos jóvenes, Francesco Ciavatta y Franco Bigonzetti, de 18 y 20 años, respectivamente, fueron asesinados saliendo de la sede de Acca Larentia del Movimiento Social Italiano (MSI), el partido del posfascismo liderado por Giorgio Almirante tras el final de la Segunda Guerra Mundial en Italia. En los años noventa, el MSI dejó de existir dando paso a Alianza Nacional creada en 1995 por Gianfranco Fini, quien impulsó el abandono definitivo de las residuales referencias fascistas dentro de la formación.
En 2012, la actual primera ministra italiana, Giorgia Meloni –perteneciente a las juventudes de Alianza Nacional– fundó Hermanos de Italia (HDI), partido que diez años más tarde, en septiembre de 2022, ganó las elecciones generales en el país. Tras convertirse en la jefa del Gobierno más conservador de la historia de Italia, Giorgia Meloni, en su primer discurso ante la Cámara de los Diputados en Roma, confirmó su rechazo “hacia los regímenes antidemocráticos". Incluido el "fascismo”.
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