Este artículo se publicó hace 2 años.
La respuesta de la UE a Rusia en la guerra de Ucrania escala el conflicto a una dimensión internacional
La guerra en Ucrania vive una nueva escalada que corrobora sin subterfugios la internacionalización del conflicto: a los bombardeos rusos en Kíev con drones kamikazes ha seguido el anuncio en Bruselas de un ambicioso programa de más asistencia militar par
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Una semana después, Rusia ha reanudado este lunes el bombardeo de infraestructuras críticas de Ucrania, en Kiev y otras localidades del país invadido. Estos ataques centrados en instalaciones energéticas ucranianas han precedido en unas horas al anuncio de la Unión Europea de una mayor implicación en la guerra, con otros 500 millones de euros para sostener al ejército de Ucrania y el compromiso de entrenar en suelo europeo a 15.000 oficiales y otros miembros de las fuerzas armadas ucranianas.
De esta forma el monto total de este tipo de ayuda que la UE ha destinado a financiar el envío de armamento al país invadido por Rusia asciende ya a 3.000 millones de euros.
Dinero, formación de soldados y sistemas antimisiles para Ucrania
El entrenamiento de los militares ucranianos en instalaciones europeas costará algo más de cien millones de euros, con una duración de dos años. Este plan ha sido solicitado por el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell.
Estas medidas de última hora acordadas por la UE se unen al progresivo envío a Ucrania de sistemas antiaéreos que se ha ido concretando en los últimos días precisamente para evitar ataques como el ocurrido este lunes o el de hace una semana, el primer bombardeo ruso que tenía como objetivo Kiev desde junio.
Estados Unidos ya indicó que enviará a Ucrania sus sistemas avanzados de misiles tierra-aire NASAMS. Alemania ya ha entregado al ejército ucraniano una unidad de su sistema de cohetes antimisiles IRIS-T, y el año próximo despachará otras tres. Francia, Gran Bretaña y España se han comprometido a contribuir con sus propias lanzaderas de este tipo.
Maniobras militares de la OTAN en el momento más delicado
Al tiempo que se producían los nuevos ataques sobre Kiev, 14 de los 30 países miembros de la OTAN comenzaban unas maniobras conjuntas en el Mar del Norte y las islas Británicas, con base en Bélgica. La OTAN ha calificado estos ejercicios como "maniobras de disuasión nuclear" por la presencia de bombarderos estratégicos estadounidenses capaces de llevar la destrucción atómica a miles de kilómetros de distancia.
El Kremlin ha dejado claro que el uso de armas nucleares no es una línea roja
La organización atlántica decidió seguir adelante con estos ejercicios bélicos, a pesar de la escalada militar que se vive en territorio ucraniano. Las maniobras "Steadfast Noon" tienen lugar a un millar de kilómetros de la frontera rusa, una distancia considerada como de riesgo en este tipo de ejercicios. A fines de mes se espera que Rusia lancé su contrapartida de maniobras, que, como ocurre ahora con los de la OTAN, tendrán lugar en el momento menos oportuno.
La semana pasada Borrell disparó precisamente la tensión en torno a las armas atómicas, cuando afirmó que un ataque nuclear del Kremlin desataría una "respuesta militar poderosa" de la OTAN, que "aniquilaría el Ejército ruso". El Kremlin ha dejado claro en diversas ocasiones que el uso de armas nucleares tácticas, de menor capacidad destructiva, no es una línea roja para Moscú y que las emplearían si las circunstancias empujaran a ello. Cuando hace unos días Zelenski volvió a pedir la entrada de Ucrania en la OTAN, por un procedimiento exprés, el propio presidente ruso, Vladímir Putin, advirtió de que tal paso llevaría a una tercera guerra mundial.
Rusia parece lejos de haber sido derrotada
Lo que ocurre actualmente en el este y sur de Ucrania dista mucho de la ficción bélica de unos ejercicios militares. Las unidades rusas están contraponiendo una fuerte resistencia en el frente oriental y tratan de taponar las brechas que abrió el ejército ucraniano en septiembre cuando superó a las unidades del Kremlin en torno a la ciudad de Járkov y en Izium, en dirección a la región de Donbás.
El sábado pasado, el propio presidente ucraniano señaló que la situación era especialmente difícil en la región de Donetsk y en concreto en torno a la localidad de Bakhmut. Según Zelenski, "persiste una situación muy grave en las regiones de Lugansk y Donetsk", las dos provincias del Donbás. Pero, agregó, "lo más difícil está en Bakhmut". A pesar de ello, Zelenski explicó que las fuerzas ucranianas seguían sosteniendo sus posiciones.
El ataque con drones ¿un ataque quirúrgico o un acto de genocidio?
Los ataques con drones kamikazes en Kiev han dejado al menos cuatro muertos en la capital ucraniana. Fueron cinco de estos aparatos, según las informaciones ucranianas, de fabricación iraní, los que impactaron contra objetivos de la red de energía en esa ciudad. En la región de Sumy, murieron otras cuatro personas por un ataque similar. Además hubo otros bombardeos en la región de Dnipro, según el primer ministro ucraniano, Denys Shmygal.
Las unidades rusas mantienen una fuerte resistencia en el frente oriental
En opinión del Gobierno de Kiev el objetivo era el sistema energético ucraniano, y al menos uno de los dispositivos impactó contra un centro de calefacción de la capital. Sin embargo, la desinformación empezó a funcionar en cuanto llegaron a Occidente las noticias sobre el ataque. Así, poco después de producirse el bombardeo, en muchos medios de prensa occidentales se hablaba ya de "oleadas de drones" atacando las ciudades ucranianas. Otros medios se hicieron eco de las palabras del alcalde de Kiev, Vitaliy Klitschko, quien calificó la incursión como un acto de "genocidio" contra el pueblo ucraniano, a pesar de que el reducido número de víctimas y el carácter de los blancos alcanzados apuntaban más bien hacia ese carácter quirúrgico del bombardeo y su intención de destruir el suministro eléctrico y de agua de barriadas y pueblos, como había señalado el propio Gobierno de Ucrania.
Los drones, según el portavoz de las Fuerzas Aéreas ucranias, Yuri Ignat, provenían de territorio bielorruso, otro ejemplo más del alcance internacional del conflicto de Ucrania y que, cada día que pasa, corre un mayor riesgo de desbordarse sin control alguno.
El inquietante factor bielorruso
A Bielorrusia acaban de llegar las primeras agrupaciones de soldados rusos que formarán, con efectivos bielorrusos, una fuerza regional conjunta "de carácter exclusivamente defensivo", como indicó el Ministerio de Defensa del país anfitrión. Según el Gobierno del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, el objetivo es atajar ataques terroristas que se esperan contra Bielorrusia desde Ucrania, Polonia y Lituania, estos dos últimos países miembros de la OTAN.
Sin embargo, el temor en Kiev es que esas fuerzas conjuntas puedan conformar, bajo dirección de Rusia, una punta de lanza que penetre en Ucrania desde el noroeste y abra un nuevo frente de guerra.
Bielorrusia es el único país de la antigua Unión Soviética que ha cerrado filas con Rusia en torno a la invasión de Ucrania. El Gobierno de Lukashenko no solo no la condenó sino que permitió que unidades rusas utilizaran el territorio bielorruso en las primeras jornadas de la guerra. Ahora se repite ese temor, después de que entrara en vigor la leva forzada de al menos 300.000 reclutas rusos, parte de los cuales podrían ser integrados en esa fuerza conjunta con Bielorrusia.
Los recelos hacia Moscú de las repúblicas ex soviéticas de Asia central
En el resto de la antigua URSS, la posición de Moscú es mucho más cuestionada. El pasado viernes se celebró en Astaná la cumbre Rusia-Asia Central, y el tema de la guerra de Ucrania salió a la luz, así como la actitud del Kremlin hacia los antiguos socios. En este sentido, uno de los principales aliados del presidente Putin en la región, su homólogo de Tayikistán, Emomali Rahmon, demandó respeto: "Sí, somos naciones pequeñas. No somos cien o doscientos millones (de habitantes), pero tenemos historia, cultura, amamos, queremos ser respetados", afirmó Rahmon ante un Putin visiblemente incómodo.
Sin embargo, el presidente ruso ignoró en el encuentro con sus vecinos centroasiáticos (celebrado en Astaná, Kazajistán) la desconfianza surgida en la región tras la invasión de Ucrania, así como los problemas derivados del alza de los precios de los combustibles por la guerra.
Al contrario, Putin aseguró que Rusia y sus aliados de Asia Central eran víctimas de una conspiración externa. Ha habido "intentos desde el exterior para obstaculizar el desarrollo de nuestra cooperación en muchas áreas, para destruir los vínculos honestos que se han formado en la política, la economía y la esfera humanitaria a lo largo de la historia", dijo el líder ruso.
Los halcones del Kremlin han atacado al Gobierno kazajo por "deslealtad"
Aunque los países centroasiáticos no han condenado abiertamente a Rusia por su agresión a Ucrania, tampoco han cerrado filas con el Kremlin. Las mayores dificultades con Moscú las tiene Kazajistán, uno de los grandes productores de petróleo y gas, con muchos amigos en la arena internacional y cuyo apoyo habría sido muy útil para Rusia. Los halcones del Kremlin han atacado al Gobierno kazajo por "deslealtad", al no reconocer los referéndums de anexión en los territorios ocupados por Rusia y por no haber ayudado a desmantelar algunas de las sanciones internacionales impuestas a Moscú.
En estas circunstancias, el apoyo incondicional a Rusia por parte de Bielorrusia es una excepción en el mundo exsoviético. Lukashenko es un auténtico dictador, al frente de su país desde la caída de la URSS en 1991. Su temor a ser derrocado por la creciente disensión interna apoyada por Occidente puede dar una idea de hasta dónde estaría dispuesto a llegar para mantener la protección de Putin. Incluida la eventual entrada de su país en la guerra de Ucrania.
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