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El presidente estadounidense, Joe Biden, está lanzado en una carrera contrarreloj para suministrar ayuda militar a Ucrania antes de que su sucesor, Donald Trump, dé carpetazo a ese apoyo cuando asuma el poder en enero. La elección por Trump del general retirado Keith Kellog como enviado especial en Ucrania y Rusia apunta a que el plan de paz del nuevo presidente pasa por cortarle a Kiev el grifo de las armas y forzar una negociación con Moscú que se asemeja más a una rendición.
El paquete de 725 millones de dólares que prepara la Casa Blanca podría ser uno de los últimos envíos de armamento que Estados Unidos despache a Ucrania antes de que el 20 de noviembre la Administración Trump se ponga al frente del, hasta ahora, mayor aliado de Kiev y principal abastecedor de dinero y armas.
En la nueva entrega habrá munición para los sistemas de misiles HIMARS que opera el ejército ucraniano, minas terrestres, drones, cohetes antitanque y misiles Stinger tierra-aire. Es decir, el tipo de armamento para tratar de frenar una ofensiva terrestre rusa e impedir que las tropas de Moscú puedan romper algún punto de la larga línea del frente y desbordarse por territorio ucraniano.
Una gran ofensiva rusa en Zaporiya o en el frente del este, desde la región de Donetsk hacia Járkov, en el norte de Ucrania, está entre los posibles planes bélicos de Moscú, que en las últimas horas ha redoblado además sus ataques con misiles y drones contra las instalaciones de suministro energético ucranianas y ha dejado a más de un millón de personas sin electricidad y calefacción en el umbral de un invierno que se avecina muy frío.
Ataque a centros de toma de decisiones en Kiev
Además, este jueves, el presidente ruso, Vladímir Putin, aprovechó para amenazar con atacar "centros de toma de decisiones", en concreto en Kiev, un paso que de momento no ha dado Moscú y que agravaría más aún la ya complicada situación bélica ucraniana.
El Kremlin, sabedor de que la llegada de Trump al poder podría cambiar las tornas de la resistencia ucraniana y obligar a Kiev a sentarse a negociar, quiere reforzar sus conquistas y conseguir una victoria sin paliativos sobre el ejército ucraniano asistido por Occidente desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022.
Antes de que ganara las elecciones presidenciales del pasado 5 de noviembre ante la candidata demócrata y actual vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, el líder republicano había subrayado que la guerra de Ucrania jamás habría estallado si él hubiera sido presidente de Estados Unidos.
En marcha los planes de Trump para detener la guerra
También apostó, por ejemplo en julio pasado, que concluiría la guerra en 24 horas. Y, ya en plena campaña electoral, Trump se negó a defender, como había hecho Biden desde que comenzó el conflicto, la derrota de Rusia como planteamiento indispensable para poner fin a la contienda.
Ahora, la prueba más evidente de que Trump pretende presionar a Zelenski para que acepte lo inevitable y negocie un armisticio, aunque implique la derrota militar y la cesión de territorio, la ofreció al designar al teniente general retirado Kellog como enviado de la Casa Blanca ante Ucrania y Rusia.
Kellog, quien fuera jefe de gabinete del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca en el anterior mandato de Trump (2017-2021), tendrá la misión de ayudar a finiquitar un conflicto que ya es más una molestia que una fuente de negocios y hegemonismo para EEUU y su industria armamentística.
En junio pasado, Kellogg planteó una propuesta para concluir la guerra directamente y sin florituras: se suspenderían los envíos de armas a Ucrania hasta que Zelenski aceptara negociar el armisticio con Putin.
En ese texto presentado a Trump y titulado "Estados Unidos primero; Rusia y Ucrania después", Kellogg y el que fuera también asesor de Seguridad Nacional Fred Fleitz señalaban que la guerra no tenía visos de inclinarse hacia Ucrania y que el futuro de la ayuda militar estadounidense debería depender de que Kiev se sentara a negociar la paz con Moscú.
De facto, tal estrategia supondría la claudicación ante Moscú y la confirmación de las anexiones rusas en las Lugansk, Donetsk, Zaporiyia, Jersón y la península de Crimea, esta última incorporada a la Federación Rusa con un referéndum muy cuestionado en 2014, cuando se estaba gestando la actual crisis.
El fin de la ayuda de EEUU sentenciará al ejército ucraniano
En cualquier caso, indicó el embajador adjunto de Rusia ante la ONU, Dmitri Polianski, el recorte de ayuda militar estadounidense a Ucrania será "una sentencia de muerte" para el ejército ucraniano, de ahí los intentos de Kiev para arrastrar a EEUU y la OTAN a una guerra abierta con Moscú.
Polianski acusó a Biden de complicar la transición de su Gobierno al de Trump con sus últimos pasos, como la autorización a Ucrania para usar los misiles de largo alcance estadounidenses contra suelo ruso, lo que ha desatado las iras de Moscú.
Mike Waltz, futuro asesor de Seguridad Nacional de Trump, ya ha indicado que está estudiando, entre otras la propuesta de Kellogg, quien, como enviado especial a Rusia y Ucrania, ocupará un puesto que no existía durante la era Biden.
Según indicaron fuentes cercanas a Waltz en declaraciones a la CNN, la idea es que los pretorianos de Trump presionen a Zelenski y su círculo de poder político y militar para que acepten un alto el fuego que pare los combates temporalmente, a la par que arrancan las negociaciones. En ese tiempo, la Administración Trump también exigirá a sus aliados europeos de la OTAN que asuman la mayor parte del coste que suponga el apoyo a Ucrania.
Esta parte de la hoja de ruta para la pacificación de Ucrania podría ser la más complicada, pues la Unión Europea, donde se aglutinan política y económicamente todos los países europeos de la OTAN, se ha mostrado muy reacia a detener la guerra si ello supone pérdidas territoriales para Kiev.
"Hay que llevar esto (el conflicto de Ucrania) a un final responsable", dijo la semana pasada Waltz en declaraciones al canal Fox. Para ello, agregó, "necesitamos restaurar la disuasión, restaurar la paz y adelantarnos a esta escalada, en lugar de responder a ella".
Europa pide paz, pero con más guerra
En respuesta (y oposición) a esos movimientos de Trump para dibujar un marco del fin de las hostilidades, se pronunció este jueves el Parlamento Europeo, abriendo ya una brecha entre las posiciones de la nueva Casa Blanca y la propia estrategia de Bruselas.
En una resolución apoyada por 390 votos a favor, 135 en contra y 52 abstenciones, el PE subrayó, entre otras cuestiones, que "no pueden llevarse a cabo negociaciones sobre Ucrania sin Ucrania", de ahí la necesidad de que los socios comunitarios busquen "el apoyo internacional más amplio posible" para Kiev, a fin de "encontrar una solución pacífica a la guerra".
Esta propuesta evidenció las contradicciones que ha mostrado la UE desde que empezó el conflicto, al pedir esa "solución pacífica" de la guerra y al tiempo instar a los países miembros a "reforzar la asistencia militar" a Kiev, con más aviones, más misiles de largo alcance (incluidos los Taurus alemanes que Berlín rehúsa entregar al ejército ucraniano), más sistemas antiaéreos, más cañones y nuevos entrenamientos de militares ucranianos.
Los parlamentarios europeos condenaron la participación norcoreana en el conflicto, del lado ruso, el apoyo con armas de Irán y la supuesta dotación de tecnología de doble uso bélico y civil por China a Rusia.
Asimismo demandaron que cada miembro de la UE dedique un 0,25% de su PIB anual a prestar apoyo militar a Ucrania. Esta petición está destinada al fracaso ante las crecientes voces críticas en el seno de la UE, sobre todo en Eslovaquia, Rumanía y Hungría, al apoyo comunitario bélico a Kiev en particular y a la carrera armamentística en general.
No es pequeña la objeción económica, pues son numerosos los países que tienen pocas posibilidades para dedicar el 2% de su Producto Interior Bruto a defensa, como exige la OTAN, como para añadir otro porcentaje a armar a Ucrania.
Supermisiles rusos y armas nucleares ucranianas
La resolución también condena el uso y prueba de nuevos misiles balísticos rusos en Ucrania, que, junto con la entrada de tropas norcoreanas, suponen para el PE "una nueva fase en la contienda y un nuevo riesgo para la seguridad de Europa".
Se referían los parlamentarios al lanzamiento el 21 de noviembre del nuevo misil hipersónico Oréshnik ruso contra una fábrica de armas en Ucrania. Este arma puede portar cabezas nucleares y tiene un alcance de hasta 5.500 kilómetros.
Putin amenazó este jueves con utilizar el nuevo misil contra objetivos ucranianos mucho más sensibles si Kiev sigue lanzando misiles de largo alcance occidentales contra territorio ruso.
"No descartamos el uso del Oréshnik contra instalaciones militares y de la industria militar, o contra los centros de toma de decisiones en Kiev, entre otros", afirmó Putin en Astaná tras asistir a una cumbre de la alianza militar Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) que acogió Kazajistán.
El líder ruso recordó sus condiciones para abrir una negociación y se refirió al plan que presentó en junio pasado. Entonces, Putin exigió la retirada de las fuerzas de Kiev de las zonas que aún controlan en las regiones anexionadas por Moscú en el este y sur ucranianos, la renuncia de Ucrania a la OTAN y su desmilitarización, y la retirada de todas las sanciones occidentales que pesan sobre Rusia.
El líder ruso advirtió a Occidente sobre la posibilidad de que esté considerando suministrar armas nucleares a Ucrania. En tal caso, "utilizaremos todos –y quiero subrayar esto- todos los medios a nuestro alcance. No lo toleraremos", amenazó Putin.
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