Este artículo se publicó hace 2 años.
La OTAN celebra su cumbre con escepticismo ante la retirada de las primeras tropas rusas de Ucrania
Occidente insiste en que quiere hechos y no palabras, mientras Rusia se ríe de las predicciones catastrofistas de Estados Unidos sobre una "invasión inminente".
María G. Zornoza
Bruselas--Actualizado a
¿Primeros pasos hacia la anhelada desescalada? La OTAN tiene sus dudas. Rusia ha anunciado este martes que los primeros soldados rusos agolpados en las fronteras ucranianas durante meses comienzan a replegarse tras cumplir con su "misión de maniobras". Pero Occidente no confía en las palabras, quiere hechos.
Así lo ha asegurado Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza, en las horas previas a la reunión que durante los próximos días reunirá a los 30 ministros aliados. "No vemos ninguna desescalada ni señales de que la presencia militar rusa en las fronteras ucranianas disminuya". El ex primer ministro noruego sostiene que "todo sigue preparado para un nuevo ataque", aunque aplaude que el hecho de que Moscú no cierre la vía diplomática da lugar para un "optimismo cauto".
El escepticismo occidental bebe de la experiencia de la pasada primavera, cuando el Kremlin ya desplazó a sus soldados de las fronteras de su vecino dejando sobre el terreno el equipamiento militar pesado. También con precaución han acogido la noticia en Ucrania, que al igual que la OTAN exige una retirada significativa y duradera tanto de las tropas como del armamento. Rusia, por su parte, alega que no solo les toca a ellos dar pasos que demuestren el apaciguamiento.
El encuentro en los cuarteles generales de la Alianza en Bruselas se produce el 16 de febrero, el día en que los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos aseguraban que se produciría la temida invasión rusa. A este respecto, Maria Zakharova, portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores ruso, ha asegurado que este martes 15 de febrero "pasará a la historia como el día en que fracasó la propaganda bélica occidental, humillada y destruida sin un solo disparo". Washington y Londres llevan semanas alertando de que un ataque ruso era "inminente" ante las llamadas de europeos y ucranianos que leían la situación con más sosiego.
La OTAN se da cita así en un contexto de máxima volatilidad. Y en medio de una calma tensa. Estados Unidos y los aliados continúan esperando una respuesta de Moscú a las cartas que enviaron hace unos días dejando su repuesta por su escrita, en la que no cedían a la línea roja de la no incorporación de Ucrania al foro de defensa transatlántico.
Sin embargo, los acontecimientos se suceden a ritmos frenéticos. Solo hoy, Ucrania ha informado de que han sido víctimas de varios ataques cibernéticos a sus portales del Ministerio de Defensa y a varios bancos nacionales. En su antagonista rusa, la Duma ha pedido a Vladimir Putin que reconozca la independencia de las regiones separatistas prorrusas de Donestk y Lugansk. Y el opositor Alexei Navalni ha visto arrancar su proceso judicial que podría condenarle a una década entre barrotes. Josep Borrell, el jefe de la diplomacia europea, ha denunciado que este reconocimiento supondría una violación de los acuerdos de Minsk, unos acuerdos que están siendo vulnerados por ambas partes.
La OTAN no mueve ficha y espera pasos de Moscú, pero tampoco da visos de una retirada de los buques y portaviones que envió para reforzar el flanco oriental europeo. De hecho, todo apunta a que el material bélico enviado en las últimas semanas permanecerá en la región a las expectativas de "consecuencias a largo plazo y un deterioro del futuro en la arquitectura de seguridad de Europa".
La OTAN no entrará en el cuerpo a cuerpo militar
A este sinfín de acontecimientos se une en paralelo la maratón diplomática para evitar un choque que tendría consecuencias humanitarias incalculables. Aunque Occidente deja patente una consigna: de producirse, ahogará a Rusia económicamente con sanciones "sin precedentes", pero en ningún caso entrará en el cuerpo a cuerpo militar con Moscú.
Putin ha asegurado hoy mismo que no quiere la guerra. Tampoco la desea ninguna de las partes implicadas. Pero en este encallamiento de la vía diplomática en la que nadie cede en sus posturas, se desarrollan entre bastidores posibles vías de solución. El periódico The New York Times recoge que el presidente ucraniano, Volodimír Zelensky, llevaría tiempo negociando un estatus de neutralidad. Consciente de que a día de hoy, la incorporación de Ucrania a la OTAN es un "sueño", una quimera, el país podría dirigirse hacia un camino que ya deslizó recientemente Emmanuel Macron: la finlandización de Ucrania. Así pasaría a ostentar un estatus de neutralidad renunciando a incorporarse a la Alianza, pero aumentando su cooperación e impulsando su camino a formar parte de la UE.
Pero la OTAN no es la única que tiene sus dudas. También hay desconfianza por parte del Kremlin, que se siente traicionado con la expansión al Este que la Alianza arrancó en la década de los 90. "Hoy vemos el equipamiento de la OTAN en nuestras puertas. Hablan de que la adhesión de Ucrania no será mañana. ¿Cuándo? ¿Pasado mañana? ¿Qué cambia para nosotros en una perspectiva histórica? Puede ser demasiado tarde para nosotros", ha advertido el líder ruso en rueda de prensa junto al canciller alemán Olaf Scholz.
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