Este artículo se publicó hace 2 años.
Malvinas, "trofeos de guerra" y derecho a la identidad
Un exsoldado argentino recibirá sus documentos perdidos durante la guerra del Atlántico Sur. Su caso sienta precedentes sobre la memoria y la recuperación de los objetos robados durante la Guerra de las Malvinas por parte de los británicos.
Karina Micheletto (Página 12)
Buenos Aires--Actualizado a
El exsoldado y actual director del Museo Malvinas, Edgardo Esteban, ha logrado lo que puede constituir un acto que siente precedentes en relación con el asunto de las Malvinas: ha recuperado legalmente su documento de identidad, junto a otros objetos que fueron robados a los soldados argentinos en la rendición de la guerra, 40 años atrás. Iban a ser vendidos en EBay, como parte de un mercado de "trofeos de guerra" que esta sentencia ha puesto inéditamente en cuestión. Tras el acto de restitución oficial de estos documentos, que será el próximo jueves en Cancillería, se abren nuevos capítulos en una historia que, como todo alrededor de Malvinas, sigue abierta, en medio de debates sobre soberanía, identidad, y una memoria en permanente construcción y disputa.
La guerra de las Malvinas fue un conflicto armado entre la Argentina y el Reino Unido iniciado en 1982, en el que disputaban la soberanía de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, ubicadas en el Atlántico Sur. Comenzó en abril con la ocupación del puerto de Stanley por parte de tropas argentinas, bajo órdenes de la Junta Militar. Argentina aseguraba que estos territorios se encontraban ocupados por una potencia invasora, y los consideraba parte de su provincia de Tierra del Fuego.
Como respuesta, el gobierno británico desplegó una enorme fuerza expedicionaria que al cabo de diez semanas de batalla desalojó a las fuerzas argentinas. La victoria británica precipitó la caída de la dictadura argentina y el inicio de recuperación del Estado de derecho, al tiempo que contribuyó a la reelección del gobierno conservador de Margaret Thatcher en 1983. Ambos países suspendieron sus relaciones diplomáticas hasta 1990.
El misterio de las fotos
El primer capítulo que se abre tiene que ver con las 44 fotos que aparecieron en la casa del coleccionista que iba a vender el lote, junto a una medalla de un soldado inglés y dos billetes de 5.000 y 500 pesos argentinos. Esteban constató que, al contrario de lo que imaginaba, no son fotos de una cámara que él llevó a la guerra. Como afirman los relatos de los excombatientes, cuando había cámaras o rollos fotográficos era lo primero que se quitaba a los soldados y oficiales, junto con las armas y los cascos.
¿Cómo llegaron esas fotos, en sorprendente buen estado, a ese "lote de venta", junto con los otros objetos? ¿A quién pertenecieron, quiénes aparecen en esas imágenes que eran desconocidas, y en qué circunstancias fueron tomadas? Una primera revisión de ese material (llegaron, hasta ahora, fotos de las fotos) permitió establecer algunas inferencias, por el tipo de fusiles, de cascos, de antiparras. Pero será el equipo de investigación del Museo Malvinas el que se pondrá a trabajar para develar el misterio. Hasta que no se encuentren sus protagonistas, y no sea autorizado por ellos o sus familiares, no se harán públicas.
El derecho a la identidad
La historiadora y periodista cordobesa Alicia Panero, autora de los libros Mujeres Invisibles, La historia silenciada de las mujeres en la guerra, y Soldado desconocido fue la que en 2020 detectó la venta de la documentación de Esteban, como ya había hecho antes con otros objetos. También se han dado casos de veteranos británicos o escoceses que manifestaron su deseo de devolverlos.
Alicia Panero: "La memoria es de todos, nadie tiene derecho a quedarse con un pedazo de historia"
Panero se ha dedicado a investigar sobre estos asuntos desde hace años. Citando la Convención de Ginebra, habló del derecho a la identidad, a la memoria: "Los objetos personales son de cada uno, si un casco lleva el nombre de un soldado, le debe ser devuelto a él o a sus familiares. Y si no, al Estado argentino", describe. "La memoria es de todos, nadie tiene derecho a quedarse con un pedazo de historia. Esos objetos, además, son fuentes que nos pueden dar mucha información", dice como historiadora.
Hace poco una búsqueda suya logró devolver el casco del soldado José Luis Galarza, que murió en combate. Lo recibió su padre, Miguel, de 86 años, en Duggan, provincia de Buenos Aires. Allí, el hombre hizo una estatua a su hijo, donde llevará también el casco. "Ese padre se despidió de su hijo cuando se fue a hacer el servicio y nunca más lo volvió a ver. Ese casco es lo único que recuperó de él, significa mucho", explica la historiadora.
Hay otras búsquedas abiertas como el manual de tirador del suboficial Julio Saturnino Castillo, que también murió en Malvinas y del que tantos soldados le han hablado tan bien; el casco de un piloto argentino que tiene un camuflaje particular; una medalla identificatoria. "Son historias que siguen abiertas. Es memoria personal y colectiva, debería estar prohibida su venta", plantea.
Como el viento de Malvinas
"Fue un impacto muy fuerte cuando Alicia me avisó por teléfono, de alguna forma me paralizó y me dolió. Era mi documento, mi identidad. Tenía un significado muy profundo que lo estuvieran vendiendo", repasa Esteban en diálogo con Página 12. De inmediato inició a través de Cancillería (Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina) y de la Embajada la solicitud de restitución: "Ratifico mi deseo de recuperar mi identificación de soldado por una cuestión humanitaria y porque es mi derecho, no se puede mercantilizar un documento, un bien que es mío y que forma parte de mi historia", sentenció.
Esteban: "Cuando me avisaron me puse a llorar. Los que estuvimos en la guerra la llevamos encima"
Se pudo reconstruir que un oficial de apellido Sinclair fue quien vendió inicialmente el documento. Pero su actual poseedor se negaba a entregar el material. "El abogado argentino que vive en Londres Miguel Amadeo Cincotta se subió a esta aventura, trabajó con honor. La policía de Scotland Yard tuvo la causa parada mucho tiempo, hasta que la tomó la división Crímenes de Guerra y empezó otro proceso. Identificaron la dirección y fueron a la casa de este señor", repasa el autor de Iluminados por el fuego.
"Cuando me avisaron me puse a llorar. Los que estuvimos en la guerra la llevamos encima, creemos que lo tenemos todo resuelto, pero con estas cosas te vuelve todo, como el viento de Malvinas, que te pega y te descoloca".
El suyo es el primer caso de devolución de un objeto de guerra por la vía legal. Más allá del logro puntual (Esteban adelantó que donará los objetos recuperados al Museo Malvinas), es importante porque puede servir de precedente para futuras reclamaciones y restituciones.
El casco del soldado Altieri
Un caso que se hizo conocido en su momento fue el del casco que le salvó la vida al soldado Jorge Altieri. Se trataba de un objeto emblemático, porque llevaba la marca de aquella herida de gravedad que el veterano recibió en la cabeza durante la cruenta batalla de Monte Longdon. Altieri hasta había intentado comprarlo en un primer remate, pero un comprador británico triplicó su oferta y le fue imposible llegar con la suma. La historia se cerró cuando el empresario Daniel Hadad, al enterarse del caso que fue seguido por el portal Infobae, lo compró en más de 13.000 euros y se lo entregó a su dueño.
"Fue un gesto muy loable, pero debería haber sido devuelto sin que mediase compra", marca Panero. "Cuando detecto algo que se vende mi intención siempre es promover que las cosas se devuelvan, porque están en juego las historias personales, las identidades. Sobre todo entre los soldados, porque entre oficiales y suboficiales, las cosas parecen darse con mayor facilidad, tal vez porque las instituciones se mueven más. La identidad del soldado siempre ha quedado relegada y hasta puesta en discusión", lamenta.
Otra forma de imperialismo
La historiadora cuenta que en Gran Bretaña también se ha dado, de otra forma, el debate sobre la "militaria", los objetos de guerra que son deseados por los coleccionistas. "Es común que el mismo veterano británico, que a veces se encuentra en aprietos económicos o por ejemplo sufre problemas de adicción, sea el que haya vendido esos objetos. Pasa mucho con las medallas. Hay una organización que se llama "Detectives de Medallas", que las recupera y las devuelve. Es lo que corresponde", comenta.
Esteban: "Es como cuando te muestran un pedazo del Partenón (...) Eso no debería estar ahí, pero se toma por normal"
Cuando se trata de objetos de soldados argentinos, en cambio, cuarenta años después siguen circulando, se venden, se subastan, o van a parar a lugares como el British Museum, que en su sección "Falkland Islands" tiene objetos, fotos, hasta cartas (aunque, en este último caso, sin nombre de destinatario especificado, por lo general son cartas que se mandaban, por ejemplo, desde las escuelas).
"Salvando todas las distancias, es como cuando te muestran un pedazo del Partenón, de las pirámides, todo lo que se robaron y tienen exhibido en sus museos. Salta a la vista que eso no debería estar ahí, pero se toma por normal", lamenta Esteban al relatar lo que sintió cuando tuvo oportunidad de visitar esa sección del museo en Londres.
La historia de la brújula
En los relatos de los excombatientes aparecen escenas del momento de la rendición: la requisa, la orden de que entreguen todos los objetos que llevaban con ellos, el desgarro que en muchos casos significaba separarse de eso que tanto significó en la guerra, las "trampas" para "pasarlo", que la mayoría de las veces no funcionaron. Por lo general lo único que les permitieron mantener fueron las cartas, que muchos llevaban protegidas en bolsas en los bolsillos, excepcionalmente algún rosario, alguna medalla de la Virgen.
El debate sobre los objetos robados sigue abierto, la memoria también
Claudio Rapino "el Tano" tiene grabado cómo "los ingleses tenían unas chaquetas llenas de bolsillos, se ponían adentro todo lo que les entraba y que nos iban sacando". Está seguro de que gran parte de eso es lo que terminó después comercializándose. En el reciente libro Fuego sobre fuego (el título hace alusión a que fue el único bombero voluntario que fue a Malvinas, y volvió a serlo a su regreso), cuenta que le dio tanta rabia que se llevaran su preciada brújula, que la arrojó en la lancha que lo llevaba al Canberra, de regreso al continente. "Pero un soldado inglés me vio y la agarró. Se acercó y me dijo en perfecto castellano: 'ahora sé cómo volver a casa'. Hoy daría mucho por tener conmigo esa brújula", recuerda.
La brújula, el manual, los cascos, las medallas... 40 años después, muchos objetos siguen en manos de quienes no son sus legítimos dueños. Tal vez sea un reflejo (pequeño en su dimensión material, trascendente en su peso simbólico) del reclamo soberano mayor, el de la causa Malvinas. El debate sigue abierto, la memoria también.
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