madrid
Cuando se confirmó el triunfo de Donald Trump sobre Kamala Harris, una corriente eléctrica sacudió el tablero político internacional. De la reacción de los distintos líderes mundiales se desprendió algo que, de todos modos, era evidente. No se trata de una victoria más de la ultraderecha. Y no solo porque es Estados Unidos, una de las principales potencias del mundo, sino porque existe la sensación de que lo menos importante es, en realidad, la propia victoria electoral. "Me preocupa que la extrema derecha esté disputando la hegemonía social", desliza Marga Ferré, copresidenta del think tank Transform Europe y miembro de Izquierda Unida.
¿Están logrando los postulados de extrema derecha penetrar en el sentido común de la ciudadanía? ¿A través de qué mecanismos? ¿Es inevitable? ¿Es mérito suyo o demérito de sus oponentes políticos? ¿Pueden las izquierdas mundiales dar la vuelta a la situación?
Urbán: "La lógica reaccionaria, iliberal y autocrática nos propone volver a un pasado de seguridad"
Miguel Urbán, exeurodiputado y autor de Trumpismos: Neoliberales y Autoritarios. Radiografía de la derecha radical, da una clave. "La lógica reaccionaria, iliberal y autocrática", explica, "nos propone volver a un pasado de seguridad donde el capitalismo no había sido cancelado". Dos elementos importantes en esa idea de Urbán: seguridad y capitalismo. Sin ellos, imposible entender su tesis.
Para Urbán, "la crisis ecológica y climática ha cancelado la última utopía de la modernidad: el capitalismo". Señala que, por primera vez, la sociedad ha visto que el crecimiento continuo e infinito no es posible. Lo que pasa es que "somos incapaces de imaginar un futuro sin crecimiento" porque se rompe el esquema de "crecimiento igual a progreso y progreso igual a futuro". Es, precisamente, esa ausencia de futuro por la vía del crecimiento lo que genera una serie de miedos y de pánicos para los que la extrema derecha ha sido capaz de encontrar respuestas y soluciones fundamentadas en la "seguridad".
Urbán: "La crisis ecológica y climática ha cancelado la última utopía de la modernidad: el capitalismo"
"El trumpismo propone volver a la seguridad del pasado". Es una característica de todos los líderes que Urbán enmarca en el "autoritarismo reaccionario" y pone varios ejemplos: Trump prometiendo "volver a hacer grande a América otra vez", el clásico "con Franco se vivía mejor", líderes de extrema derecha atacando el feminismo para que no se pierdan "los privilegios sexuales" o algo tan simple como "poder entrar con el coche quemando gasolina en Madrid centro". Lo que ofrece el trumpismo, según el exeurodiputado, es la ilusión del retorno a un mundo anterior más cómodo y exento de zozobras morales a nivel de género, de crisis climática o de agotamiento ―y reparto― de recursos. En esa misma línea, el líder de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, apuntó en la red social X que "cuando uno no tiene futuro, vota pasado".
Por ello, Marga Ferré atisba el peligro de que la ultraderecha consiga la "hegemonía social" con esas soluciones que se cuelan directamente en el sentido común de la gente. La copresidenta de Transform Europe hace hincapié en que se trata de un fenómeno que hay que analizar globalmente, toda vez que los temas que vertebran el avance de la extrema derecha son los mismos en Estados Unidos, Italia, España o cualquier otro país en el que gobierne o tenga presencia.
Ferré: "Me preocupa que la extrema derecha esté disputando la hegemonía social"
Habla de la inmigración ―Ferré insiste en que "estamos viendo cómo el racismo ahora parece de sentido común"―, del "antifeminismo", de las estrategias de bulos y postverdad, de la negación de la crisis climática y del componente "antigobiernos". Para Ferré, no son antiélite ni antiestablishment, sino que ejercen una oposición a la figura del Gobierno que, explica, podría derivar en la proliferación de liderazgos directamente autoritarios.
El "mal menor" y los "republicanos buenos"
Nada más conocerse el resultado de las urnas estadounidenses, varios líderes políticos de las izquierdas españolas ―entre ellos, Ione Belarra, secretaria general de Podemos― hablaron del perjuicio que supone para los partidos que luchan contra la ultraderecha apelar al "mal menor"; de plantear una campaña electoral únicamente para evitar el daño que supondría que gobierne un candidato reaccionario.
Elizabeth Duval, filósofa, activista, escritora y secretaria de Comunicación de Sumar, plantea otra cuestión, en conversación con Público. "Harris ha pecado de un intento fallido de apelar a republicanos moderados mientras no hacía nada por construir sobre la base progresista y de defensa de derechos sociales y laborales", explica. Y continúa: "Es una derrota de la estrategia de buscar al centro derecha para combatir a la extrema derecha".
Coincide Urbán. "Lo que ha hecho Kamala es centrarse para atraer el voto de los demócratas buenos y los republicanos buenos". En cambio, "Trump se ha escorado, demostrando que se pueden construir mayorías electorales y, lo que es más importante, sociales desde la radicalidad fuera del sistema".
¿Antídoto?
Marga Ferré encuentra precisamente ahí uno de los cambios que se deberían aplicar en la lucha contra la extrema derecha: "No hay que contemporizar con ninguna de sus propuestas ni ir a por sus votos". Y eso, coinciden todos, hay que hacerlo con una perspectiva global. Duval considera que la izquierda tiene que construir las herramientas para "dotarse de una institucionalidad internacional, comunicativa y organizativa" capaz de hacer frente a los Trumps del mundo. Ferré avisa de que no es fácil, toda vez que ellos [la extrema derecha] tienen los medios de comunicación y las plataformas ―solo hay que ver el caso de Elon Musk, dueño de X― y "saben usar las cámaras de eco". "La izquierda", completa, "haría muy bien en invertir en esos campos".
Duval: "La izquierda tiene que dotarse de una institucionalidad internacional, comunicativa y organizativa"
Urbán está de acuerdo y sitúa el que para él es el quid de la cuestión. Si la extrema derecha ha sabido generar seguridades, las izquierdas tienen que reconstruir un tejido social y "un sentido común antagonista con el sistema". Y ahí ve una oportunidad perfecta en las movilizaciones por el derecho a la vivienda porque construyen un sentido común contra la ola reaccionaria y, además, son "seguridades conocidas para la gente". "Ante los temores del avance del neoliberalismo y la seguridad que aporta la ultraderecha", abrocha, "el movimiento de la vivienda aporta una seguridad cálida y colectiva".
Para él, hay una diferencia fundamental entre la seguridad que propone la extrema derecha y la que ofrecen las movilizaciones por la vivienda. Mientras que Trump, Abascal, Meloni o Le Pen "ofrecen una seguridad solo para no vivir peor y que te impide mirar hacia arriba", la lucha por una vivienda digna sitúa a los ciudadanos codo con codo y no unos contra otros. Además, tiene el componente de la impugnación al capitalismo, algo que él considera imprescindible habida cuenta de que, defiende, "dentro del capitalismo no se puede vivir mejor".
Si todo sigue su curso, Trump tomará posesión durante la segunda quincena de enero y volverá a ser presidente, algo que pocos creían que fuera posible cuando abandonó la Casa Blanca en 2021. La academia sitúa precisamente en 2017, cuando Trump agarró por primera vez el bastón de mando, el inicio de un período de retorno de la extrema derecha. En 2024, Trump vuelve a ocupar el despacho oval.
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