Este artículo se publicó hace 4 años.
Oriente MedioIsrael y Líbano se disputan una frontera de aguas ricas en gas
Las negociaciones que iniciaron esta semana Israel y Líbano para delimitar sus aguas económicas en el Mediterráneo oriental podrían demorarse varios meses o años. La zona en disputa es rica en gas, de manera que ninguna de las dos partes va a renunciar fácilmente a lo que considera propio. Las negociaciones son estrictamente técnicas y no conducirán a una normalización entre los dos países.
Eugenio García Gascón
El pasado miércoles Israel y Líbano celebraron la primera ronda de negociaciones indirectas con el fin de señalizar la frontera marítima entre los dos países, una zona disputada donde recientemente se han hallado yacimientos de gas que Israel quiere exportar a Europa. Simultáneamente, el ejército israelí practicó maniobras militares simulando una guerra contra Hizbolá.
La ronda inicial giró en torno a cuestiones técnicas sobre el marco que guiará las negociaciones y se celebró en la sede de la UNIFIL, los cascos azules desplegados en el sur de Líbano, en Ras Naqura, dentro de Líbano y a escasos metros de la frontera. Se acordó que la segunda ronda tenga lugar el 28 de octubre, si bien las negociaciones se prolongarán por lo menos durante varios meses.
Son unas negociaciones insólitas en las que el mediador es Estados Unidos, un país que hace todo lo que le viene en gana al primer ministro Benjamín Netanyahu. Aunque se podría haber negado a participar en un circo de esta naturaleza, Beirut ha considerado que no lo podía esquivar puesto que de otro modo la manifiesta superioridad militar de Israel habría permitido a este país hacer y deshacer a su antojo.
Es evidente que con la mediación de Estados Unidos los libaneses tendrán muy pocas oportunidades de lograr un acuerdo justo. Los casos palestino y sirio son ejemplos diáfanos de que Washington defenderá a cara de perro las posiciones de Israel y que el circo de Ras Naqura, por más que dure, terminará en beneficio del estado judío una vez más.
El primer encuentro duró algo más de una hora. El presidente de la delegación libanesa, el general Basam Yasin, declaró que su país aspira a llegar a un acuerdo en un tiempo razonable. La delegación libanesa se negó a hablar directamente con sus interlocutores israelíes y todas sus observaciones se las hizo a un representante de la ONU que se las transmitía a los israelíes.
La delegación libanesa constaba de cuatro miembros, dos militares y dos civiles. La presencia de los dos civiles ha suscitado una gran polvareda en Líbano. Frente a ellos había seis delegados israelíes civiles y militares. Ambas delegaciones se sentaron en la misma sala, para ser exactos en la misma tienda de campaña.
El origen de la disputa tiene que ver con el punto concreto de la frontera costera en Ras Naqura, esencial para delimitar las aguas jurisdiccionales de cada país. Israel ha trazado una línea imaginaria por donde más le ha convenido, línea que en el punto más alejado de la costa se aleja 15 kilómetros de la línea imaginaria que trazan los libaneses.
Dado que en esas aguas, es decir entre las dos líneas imaginarias, Israel ha hallado importantes y extensos yacimientos, de gas la cuestión que está en juego es ver cómo se reparte. De hecho, una buena parte de los problemas que hoy azotan el Mediterráneo oriental tiene que ver justamente con las exploraciones que llevan a cabo países como Grecia, Chipre, Turquía, Israel, Líbano y Egipto.
Un día antes, el martes, un comunicado conjunto de Amal y Hizbolá, las dos principales formaciones chiíes de Líbano, denunció la fórmula escogida por el presidente Michel Aoun, un cristiano aliado con Amal y Hizbolá, para elegir a los delegados, especialmente debido a la inclusión de civiles, que los dos grupos chiíes rechazan categóricamente. Esta circunstancia ha creado un grave problema de confianza entre Aoun y los chiíes.
En el comunicado, Amal y Hizbolá señalaron que la inclusión de civiles daña la posición de Líbano de varias maneras. En primer lugar porque en Israel se interpreta como un paso hacia la "normalización", un concepto que las dos formaciones chiíes rechazan. Los chiíes deseaban que todos los miembros de la delegación fueran militares y dijeron que la presencia de civiles da a la negociación un "carácter político" que no debería tener.
El presidente Aoun aclaró que las negociaciones son exclusivamente "técnicas" y se limitan a buscar una demarcación de la frontera marítima, excluyendo cualquier forma de "normalización" justamente en unas fechas en las que varios países árabes están normalizando las relaciones con el estado judío. La delegación libanesa se negó a posar para una foto con los israelíes.
El presidente libanés insistió en que la naturaleza técnica de estas negociaciones es similar a las conversaciones que se realizaron con Israel tras la guerra de 1996, y también es similar a las negociaciones en las que se marcó la llamada Línea Azul que separa por tierra los dos países tras la retirada israelí de Líbano en el año 2000.
El jueves el primer ministro Benjamín Netanyahu dijo que una normalización no está a la vista dada la fuerza que los chiíes tienen en Líbano. En realidad, y a pesar de la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes, es obvio que la situación de Oriente Próximo no se resolverá mientras Israel no se retire de los territorios ocupados palestinos y sirios, y mientras no se normalice la situación con Irán, dos cuestiones en las que Israel no está interesada y en las que cuenta con un apoyo total del presidente Donald Trump.
Casi simultáneamente al inicio de las negociaciones, Israel emprendió unas maniobras militares simulando una guerra contra Hizbolá en la que Israel ocuparía pueblos del sur de Líbano. Este hecho no pasó desapercibido en Beirut, donde se interpretó como un intento de presionar a su delegación.
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