bruselas
Actualizado:Muro a las finanzas. Exclusión de numerosos organismos internacionales. Expulsión de Eurovision o del Mundial del Fútbol. Cierre del espacio aéreo. Sanciones que impregnan todos los sectores estratégicos del pulmón ruso. Ni las pelucas ni los pañales se libran de las últimas medidas restrictivas impuestas por la UE a Rusia por su agresión "inmoral, inhumana e ilegal" a su vecino.
Desde que comenzó la guerra en Ucrania, Bruselas ha acordado una media de un paquete de duras sanciones cada cinco días. Un hito destacable teniendo en cuenta que este proceso de prolonga a veces durante meses por el complejo entramado burocrático de la Unión Europea o las acostumbradas divisiones de los Estados miembros.
Medidas excepcionales en tiempos excepcionales, repiten en la capital comunitaria. La ingenuidad inicial ha dado paso al pesimismo actual. El Kremlin aseguró durante meses que no planeaba una invasión. Días antes de su comienzo, informaba de que estaba retirando parte de sus tropas. Y ahora, Europa vuelve a ver el regreso de la guerra en sus tierras tras décadas de paz.
En respuesta, la UE ha sacado ya casi toda su bazuca. En Bruselas saben que las sanciones son un medio, no un fin en sí mismo. Su objetivo es conseguir que el presidente ruso frene este ataque a Ucrania. Las medidas punitivas difícilmente cambiarán los planes del presidente ruso. Con más inri en un momento en el que puede sentirse arrinconado porque la operación bélica parece no estar marchando según los planes del Kremlin. La resistencia de Ucrania a todos los niveles: civil, de liderazgo y militar ha tomado por sorpresa a Bruselas, pero probablemente también a Moscú.
En este escenario y con el augurio de que lo peor está por llegar, la incógnita que emerge ya es qué más puede hacer la UE para sentar a Putin en la mesa de negociación, la única vía para solventar la crisis. En términos de sanciones, todavía guarda su mejor cartucho: el boicot al sistema energético ruso. Es aquí donde realmente se haría daño. Moscú exporta cuatro veces más energía al mercado europeo que al chino. El Research on Energy and Clean Air cifra en más de 12.000 los millones que la UE ha pagado a Rusia por sus combustibles fósiles desde que comenzó la invasión.
En términos de sanciones, la UE todavía guarda su mejor cartucho: el boicot al sistema energético ruso
Pero no parece que la UE esté dispuesta a quemar su última bala, incluso ante un deterioro de la situación sobre el terreno. La idea es que las sanciones afecten principalmente el Kremlin. Y no al revés. Las impuestas hasta la fecha no son a coste cero para los ciudadanos europeos, pero cerrar el grifo del gas, el carbón y el petróleo ruso de golpe dejaría a alemanes, checos o letones helados.
La situación de mix energético es muy diferente en las 27 capitales. Mientras Polonia tiene una dependencia de un 67% del petróleo ruso; en el caso irlandés se desploma al 5%. La decisión de vetar la compra de combustibles fósiles a Rusia requiere unanimidad. Hungría se opone férreamente. No hay unidad y es poco probable que emerja en el transcurso de la guerra.
La otra bala que guarda la UE es financiera. Hasta la fecha ha evitado incluir a los principales bancos rusos en el sistema financiero SWFIT, algo que sí ha hecho con entidades bancarias de menor calado. Por ejemplo, se libran del azote sancionador los gigantes Sberbank y Gazprombank, imprescindibles para ejecutar las transacciones comerciales. Es decir, cruciales para que la UE deposite los pagos destinados a la importación del gas y petróleo ruso importados.
El rol titubeante de Pekín
¿Y más allá de las sanciones? "En términos de sanciones, la UE no puede hacer más directamente contra Rusia. En cambio, hay otras vías como tratar de convencer a China de retirar su apoyo a Rusia, al menos provisionalmente", asegura Frédéric Mertens, profesor de la Universidad Europea de València.
Las medidas acatadas por Occidente en tres semanas de ofensiva rusa van a tener un impacto más que considerable en la economía rusa. El tsunami ya ha comenzado a agitar las aguas del rublo y abre la puerta a que Rusia no pueda hacer frente al pago de su deuda. La clave es cómo va a mitigar este cerco. La comunidad internacional está empujando a Rusia a ser un estado paria en todos los frentes: diplomático, comercial, político o cultural. Pero el gran enigma es cómo va a sortear Rusia este embate. Y buena parte de ello no dependerá de Moscú, sino de Pekín.
Las medidas acatadas por Occidente van a tener un impacto más que considerable en la economía rusa
China está jugando un papel muy ambiguo en esta crisis. Flirtea con Bruselas y Moscú en un difícil equilibrio. Los europeos saben que Xi Jinping es, probablemente, el único líder que puede tener una influencia directa con Putin. No lo consideran mediador porque no es equidistante, pero sí le piden que ejerza su influencia y su responsabilidad como sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU ante estas violaciones en masse del Derecho Internacional. El gigante asiático se deja querer, mientras que en la capital comunitaria advierten de que se "acordarán de los que no estén con nosotros en estos momentos" y le recuerdan que su economía es la primera interesada en evitar una recesión global.
El mercado chino se presenta para Putin como una de las alternativas a la encrucijada occidental. Pero mientras Moscú acomoda su respuesta, la clave pasa por cómo va a reaccionar su ciudadanía a tal presión. Netflix, Facebook, Zara, Ikea o McDonalds ya no son accesibles para los ciudadanos rusos, que en paralelo sufren la represión interna y los efectos de un corralito ruso.
En Bruselas animan sin tapujos a que la población se levante contra la guerra. "Millones de rusos no quieren la guerra de Putin ni que su futuro quede destruido a raíz de esta guerra inmoral e ilegal", asegura Peter Stano, portavoz del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), que cifra en más de 40.000 las personas detenidas en el país por atreverse a protestar.
Una revolución desde dentro
El apagón informativo penaliza con hasta 15 años de cárcel las informaciones sobre la guerra. Bruselas mantiene una "paciencia estratégica" para que la asfixia doméstica acabe alentando a la sociedad y a las propias élites para que se levanten internamente contra Putin. La incógnita es saber si toda esta presión será suficiente y si llegará a tiempo. Tener una postura contraria a la del régimen ruso puede salir muy caro. Y los propios oligarcas miran de reojo los severos castigos que impone el exagente del KGB a todo aquel que lo traiciona.
Las tres semanas de guerra en Ucrania dejan la certeza de que las economías rusas y europeas van a sufrir estragos. Pero arrojan muchas más incógnitas: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar Putin? ¿Es China capaz de frenarlo? ¿Cuánto pueden aguantar los bolsillos europeos el alza de los carburantes? ¿Cómo acoger a ese éxodo masivo de refugiados que ya supera los tres millones? ¿Caerá Zelenksy? ¿Después qué?
De momento, la estrategia europea la resumía recientemente el presidente francés Emmanuel Macron: "Hay que parar la guerra sin entrar en la guerra". La UE ha echado a rodar su hard power con esta crisis, pagando por primera vez en su historia el envío de armas a un país en guerra. Con la otra mano azuza la vía diplomática. Pero el bloque no es un interlocutor como tal. El teléfono ruso marca prefijo alemán, francés o estadounidense. Y en la capital comunitaria no hay motivo para el optimismo: creen que la guerra va para largo.
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