Este artículo se publicó hace 3 años.
Migración y energía: la crisis en la frontera bielorrusa airea las flaquezas de la UE
El régimen de Lukashenko explota las debilidades de la Unión Europea para darle donde más le duele. Sin embargo, en lugar de dividirla está consiguiendo un inusual consenso y cierre de filas con su enfant terrible: Polonia. La UE prepara su contraa
María G. Zornoza
Madrid-
Las imágenes de los buques varados en el mar Mediterráneo verano tras verano devuelven ahora a miles de personas atrapadas en bosques bajo el gélido invierno. La crisis en la frontera entre Bielorrusia y Polonia pone a la UE contra el espejo de sus debilidades, bien conocidas por los regímenes autoritarios de todo el mundo.
Alexander Lukashenko, el conocido como último dictador de Europa, se ha aprovechado de estas lagunas para dar a la UE donde más le duele: la migración, el Estado de Derecho y la dependencia energética. El presidente bielorruso ha elevado un paso más la escalada actual amenazando con cortar el suministro de gas hacia una Europa en plena crisis energética y con precios de la luz en máximos históricos.
Con demasiada frecuencia, dictadores como Lukashenko azuzan las divisiones internas, el miedo europeo a una potencial crisis migratoria o las derivas de países como Hungría o Polonia para presionar, chantajear u obtener concesiones de la UE. La presión con las personas migrantes como arma política ya la ejercieron en el pasado otros como Turquía o Marruecos. Durante los últimos años, la UE ha quedado, de alguna forma, captiva de sus dificultades para defender los valores y derechos fundamentales dentro de casa y rehén de su incapacidad para adoptar una política de asilo común.
Respaldo a una Polonia en deriva
La crisis actual pone a la Unión Europea en una situación muy complicada a nivel interna. Se está librando en la frontera con Polonia, un país que arrastra años de vulneraciones de derechos humanos y cuyo gobierno ultranacionalista –aliado de Vox en la Eurocámara- es especialmente hostil con los refugiados.
El Ejecutivo del PiS prohíbe a periodistas y trabajadores humanitarios acceder a la zona de exclusión, lo que hace muy complicado recopilar información verídica sobre el terreno. Entretanto, se acumulan denuncias sobre devoluciones en caliente o abuso policial a ambos lados de la alambrada. La tensión llega, además, en un momento político complicado para el Gobierno polaco. Numerosas manifestaciones han recorrido el país para condenar la muerte de la primera víctima mortal de la restrictiva ley de aborto polaca. El poder judicial sigue desintegrándose y el pulso entre Bruselas y Varsovia había llegado en las últimas semanas a un punto de tensión máxima. De hecho, Polonia se arriesga a perder miles de millones de euros si no encamina su situación sobre el Estado de Derecho, lo que podría desatar descontento social en contra del Gobierno.
Por todo ello, muchos analistas coinciden en que la crisis en la frontera es una buena noticia para el PiS. Por un lado, le ayuda a desviar la atención de estos asuntos. Por otro, puede reivindicar su postura dura anti-inmigración alegando la protección de sus ciudadanos. Y, sobre todo, le ha servido para conseguir un respaldo de sus socios europeos, impensable días atrás. En el interés de Lukashenko, al igual que en el de su hermana mayor Rusia, está la desestabilización y división de la UE. Pero esta crisis ha conseguido justo lo contrario: que tanto Bruselas como todos los Estados miembros cierren filas con Varsovia.
Por el camino los valores europeos se ponen en riesgo. El bloque comunitario se abre a pagar por primera vez muros en sus fronteras externas con dinero europeo. La medida suma cada vez más apoyos. Y el propio Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, ha dicho recientemente que sería legal. Pero también cuenta con la oposición frontal de la Comisión y de buena parte del Parlamento Europeo. Dar este paso podría poner al bloque comunitario contra las cuerdas haciendo saltar las costuras de sus valores y principios básicos.
Durante los últimos años, las vallas y alambradas se han multiplicado dentro de suelo comunitario. Pero siempre ha sido una decisión nacional financiada por los Gobiernos nacionales. Algo que podría cambiar en medio de los crecientes temores europeos a las llegadas de refugiados.
Diplomacia y presión: la estrategia europea en el corto plazo
La UE está enseñando los dientes con lo que considera un "ataque híbrido" y "orquestado" en Minsk contra su integridad, sus fronteras y contra la dignidad y vida de miles de migrantes. "Al régimen de Lukashenko no le interesan las personas. Las está utilizando", reconocen fuentes europeas. En esta ofensiva, el bloque ha utilizado más el palo que la zanahoria. Es cierto que mantiene todos los canales diplomáticos abiertos. Hay conversaciones con las autoridades bielorrusas y rusas, pero el principal mensaje es que esta "instrumentalización de personas como un arma política" tendrá consecuencias severas.
Por lo pronto, Bruselas ha limitado el acceso de los funcionarios bielorrusos a su territorio congelando de forma parcial el acuerdo de visados. El paso clave será la adopción del quinto paquete de sanciones contra las personas y entidades que están participando en este "tráfico personas".
Los ministros de Asuntos Exteriores se dan cita este lunes con la crisis bielorrusa en lo más alto de la agenda, aunque no será en esta ocasión cuando las nuevas medidas restrictivas vean la luz. Los Veintisiete establecerán el marco jurídico para estas sanciones, pero su llegada definitiva tendrá que esperar todavía varios días o semanas.
Parte de la energía para contener la situación está siendo depositada en el diálogo con países terceros. Bruselas sospecha que las aerolíneas de una veintena de países como Irán, Siria o Venezuela estarían participando en el traslado de migrantes hacia Bielorrusia. En respuesta ya les ha advertido de que está dispuesta a incluirlas en una lista negra que les prohibiría acceder a cielo europeo. Por lo pronto, las aerolíneas de Turquía e Irak ya están cooperando con la UE e impidiendo embarcar a iraquíes, sirios o yemeníes con destino a Bielorrusia.
Pero quien se resiste a cooperar es Rusia. La influencia de Vladimir Putin en esta crisis es evidente, pero el alcance de su responsabilidad es muy difícil de definir. ¿Mero espectador que disfruta del caos en la UE o cabeza pensante? "No diré si [Rusia] es parte del problema o de la solución, pero está claro que sí puede usar su influencia sobre Lukashenko y no lo está haciendo", señalan fuentes diplomáticas. El Kremlin está ignorando las llamadas europeas a mediar para rebajar la tensión en la frontera. Entretanto, Estados Unidos ha avisado a sus aliados transatlánticos de que Rusia estaría preparando una invasión en las fronteras con Ucrania. En la capital comunitaria descartan, de momento, que los eventos en Ucrania y Bielorrusia estén vinculados.
Aunque la situación es tensa e impredecible –Polonia ha movilizado a más de 15.000 soldados en la frontera- Bruselas cree que el conflicto no escalará en términos bélicos. "No afrontamos una amenaza militar, sino una amenaza del s. XXI, una amenaza híbrida, que pone a muchas personas y a las bases fundamentales del Derecho Internacional en peligro. Es una amenaza que no existía hace 20 años y, por lo tanto, lidiamos con ella de varias formas, pero no desde el ángulo militar", relatan fuentes conocedoras de la situación.
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