Rusia y Ucrania presionan a Trump por su indecisión sobre la guerra
Rusia y Ucrania apremian a Trump para que muestre su plan para detener la guerra: Moscú impulsando sus lazos con China, y Kiev instando a Europa a entrar en el conflicto.

Madrid--Actualizado a
Donald Trump ya está al frente de la mayor superpotencia mundial y puede comprobar que las cosas en la arena internacional no son tan sencillas como cacareaba en la carrera electoral que le llevó a la presidencia de Estados Unidos. De momento, no solo no ha cumplido su poco creíble promesa de que acabaría con la guerra de Ucrania en 24 horas, sino que se le ve titubeante a la hora de plantear una mínima hoja de ruta para entablar unas negociaciones.
En una entrevista reciente, Keith Kellogg, enviado especial de Trump para Ucrania y Rusia, estableció en cien días el tiempo necesario para concluir los términos de un armisticio. Sin embargo, ni Kiev ni Moscú se toman en serio tampoco este plazo.
Tampoco son muy consistentes ni apuntan a un plan para solucionar el conflicto los comentarios que hizo Trump este jueves en una conexión telefónica con el Foro Económico Mundial reunido en Davos, Suiza. Trump aseveró que se reunirá con el presidente ruso, Vladímir Putin, “de inmediato” para negociar y que Ucrania ya está lista para llegar a un acuerdo de paz.
Un poco extraño este convencimiento si se tienen en cuenta las afirmaciones del propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en ese mismo foro de total reproche a Washington.
Ninguno de los dos enemigos, Zelenski y Putin, está dispuesto a que lo ninguneen, práctica habitual de Trump con todo lo europeo en su anterior mandato (2017-2021) y que ahora parece querer retomar. Nunca creyeron a Trump sobre su celeridad para acabar con la guerra; ahora, lo que quieren rusos y ucranianos es simplemente cuáles son los planes de Washington.
Por eso, en la misma semana de la investidura de Trump, Ucrania y Rusia han empezado a mover ficha. El presidente estadounidense no puede dar un puñetazo sobre la mesa y usar sobre el tablero geoestratégico mundial el despotismo que ha mostrado en su propio país en las primeras jornadas de su mandato.
Putin acude a China
Un día después de la jura de Trump el lunes, Putin celebró una reunión telemática con el presidente Xi Jinping y puso de manifiesto que es China, el mayor contrincante global de Estados Unidos, su prioridad internacional y que, llegado el caso, puede esquivar con esa alianza una eventual hostilidad de la nueva Administración estadounidense.
"Construimos nuestras relaciones desde la amistad, la confianza mutua, la igualdad y el beneficio mutuo. Esto es suficiente en sí y no depende de factores políticos internos ni de la situación mundial actual", afirmó Putin. El líder ruso estaba diciendo que la estrategia de Moscú no dependerá de las veleidades de Trump ni en Ucrania ni en ningún otro lugar.
La reunión con Xi también tenía otro mensaje. La cooperación económica con China, que se disparó tras la invasión de Ucrania y la imposición de sanciones a Moscú por Occidente, da un alivio financiero y comercial a Rusia contra el que no valen mucho las advertencias lanzadas por Trump tras su toma de posesión.
Trump sugirió que podrían plantearse nuevas sanciones contra Moscú, incluidos impuestos y aranceles, si el Kremlin no se aviene a negociar en Ucrania, lo que sería muy perjudicial para Rusia dados sus problemas económicos, según el presidente estadounidense.
Mala jugada la de Trump. La conversación de Putin con Xi Jinping dejó claro que la guerra económica es la que menos le preocupa al líder ruso.
Rusia no cierra las puertas al diálogo con Trump
En todo caso, el Kremlin no ha cerrado la puerta a las propuestas que pueda formular Trump. Así, el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, señaló esta semana que, aunque Moscú no puede aún evaluar “la capacidad de alcanzar acuerdos” del nuevo dirigente estadounidense, la actitud de Rusia es más benevolente con Trump que con su antecesor, Joe Biden.
"En comparación con la incapacidad en todos los aspectos del anterior inquilino de la Casa Blanca, a día de hoy existe, aunque no sea grande, una pequeña ventana de oportunidad", refirió Riabkov.
Ya el mismo día de la toma de posesión de Trump, el presidente ruso saludó el "espíritu" de la declaración del mandatario estadounidense "sobre la necesidad de hacer todo lo posible para evitar una Tercera Guerra Mundial".
Pero Putin recordó que lo que busca Rusia en unas eventuales negociaciones no es una tregua temporal que permita un eventual rearme ucraniano, sino "una paz duradera" que evite la reanudación de la contienda.
Pero Moscú quiere dictar las condiciones de la paz
Esta apuesta, como ya ha adelantado Putin en otras ocasiones, pasa por la renuncia ucraniana a adherirse a la OTAN y la anexión rusa de los territorios ocupados (un 20% del país) tras la invasión lanzada hace casi tres años, así como la creación de zonas de contención o cortafuegos controlados por Moscú. Unas condiciones que, ya de partida, desequilibran cualquier mesa de negociación.
Que salgan adelante los postulados de Putin con la aquiescencia de Trump o que éste acaba desentendiéndose del conflicto ucraniano es el temor de Zelenski, quien ve las orejas al lobo y trata de salvar los muebles en una evolución de esta crisis que no pinta bien para Ucrania.
Porque si la guerra ha podido debilitar la economía rusa, como dice Trump, Ucrania está exhausta, con muchas armas que no puede utilizar adecuadamente por falta de soldados, con sus infraestructuras energéticas arrasadas y con una población que cada día que pasa duda más de Zelenski y de su capacidad para remontar un conflicto que Ucrania ha perdido militarmente salvo que se produzca un milagro.
El milagro europeo que reclama Zelenski
Ese milagro implicaría el compromiso total europeo, vaciando sus arsenales en la guerra y dedicando decenas de miles de millones de euros más para convertir a Ucrania en el país más poderoso militarmente de Europa y así compensar su fallida entrada en la OTAN.
Y lo más peligroso, que reclama de nuevo Zelenski y que apoyan en Londres, París, Varsovia y las capitales bálticas: el despliegue en suelo ucraniano, incluso antes de alcanzar un armisticio, de unas fuerzas de interposición europeas de hasta 200.000 soldados, para obligar a Moscú a negociar la paz.
Hace unos días, en la reunión en Ramstein, Alemania, del Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania, Zelenski volvió a demandar el despliegue de tropas occidentales en su país para torcer el brazo a Rusia y obligarla a aceptar los términos de paz que exige Kiev. Algo que Rusia no hará jamás, con o sin tropas europeas en frente.
Ni siquiera a los partidarios de tan descabellado plan, excepto quizá a Zelenski, que ve su futuro en el filo de la navaja, se les escapa que esa apuesta conduciría a la confrontación armada con Moscú. Y aunque algunos parecen olvidarlo, Rusia sigue siendo el país con más armas atómicas y con una doctrina nuclear que contempla su uso incluso en una guerra convencional.
Ucrania en Europa y despechada con Estados Unidos
Por eso, en su intervención en Davos, Zelenski insistió en ligar el destino de Ucrania al de Europa, en concreto a una OTAN con menos huella estadounidense y a la Unión Europea, y reclamó a sus miembros que se vuelquen en la guerra, su guerra, y en apostar sin reparos por un continente militarizado.
"¿Se fijará siquiera el presidente Trump en Europa? ¿Cree que la OTAN es necesaria? ¿Y respetará las instituciones de la UE?", se preguntó Zelenski ante ese foro. Inmediatamente respondió a su propia pregunta y recomendó a Europa “aprender a cuidarse plenamente a sí misma”, impulsando una mayor unidad política y disparando el gasto militar.
El Zelenski despechado con el desentendimiento de Trump, acusó en Davos a Estados Unidos, Alemania, Eslovaquia y Hungría de bloquear el acceso de Kiev a la OTAN. Aunque, reconoció, en última instancia “todo depende de los Estados Unidos y, específicamente, de su presidente”.
En línea con Zelenski y como idea más ocurrente del foro de Davos, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, propuso que Estados Unidos siga suministrando armas a Ucrania, pero que sean los países europeos los que paguen la factura a los grandes fabricantes armamentísticos estadounidenses.
Pese a dirigir el mayor bloque militar del planeta, parece evidente que Rutte no acaba de entender muy bien lo que está ocurriendo en el campo de batalla de Ucrania.
Se acaba el tiempo
El avance ruso ya no es solo en la región de Donetsk. Esta semana el ejército ruso tomó una aldea, Zapadne, en Járkov, que puede convertir en cabeza de puente para amenazar esta región colindante con Donetsk. Esa aldea se encuentra en la orilla derecha del río Oskil, una frontera natural en esa línea del frente que se ve así desbordada por las fuerzas rusas.
Desde estas posiciones, el ejército ruso puede amenazar la ciudad de Kupiansk, un bastión que, si cae en manos rusas, permitirá despejar el camino hacia Járkov, capital de la región del mismo nombre y segunda urbe de Ucrania. Y al tiempo, sigue la ofensiva rusa sobre Pokrovsk, cuya captura podría determinar el futuro de la guerra en Donetsk.
"En el este, tenemos una situación difícil", reconoció Zelenski esta semana.
Su nerviosismo es comprensible. Se acaba el tiempo. Más aún si Trump decidiera rescindir el apoyo militar estadounidense a Ucrania e incluso si lo redujera solo a la mitad. Como reconoció Rutte en Davos, "el conjunto de la OTAN, desde California hasta Ankara, está produciendo en términos de munición en todo un año lo que Rusia produce en tres meses".
La estrategia de Moscú es clara. Con una economía de guerra, se ha preparado para aguantar una contienda larga. Para Ucrania tal posibilidad es impensable en la práctica, salvo con una implicación bélica total y directa europea. Y esto, pese al mesianismo de Zelenski y los brindis al sol de Rutte y otros halcones europeos, no va a suceder.
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