madrid
El G7 mantiene su estrategia de añadir nuevas oleadas de sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania. Ha sido una constante desde febrero de 2022. Una especie de pulso geoestratégico en el que Moscú ha desviado su circuito de venta de petróleo y gas hacia Asia, a precios pactados, pero con compromisos de compra habituales -especialmente de China e India, sus dos mayores mercados y demandantes de combustibles fósiles del continente- mientras desde Occidente, a instancias de la Casa Blanca, se imponía el dólar como arma de destrucción monetaria dirigida a hacer quebrar las finanzas del Kremlin.
Las represalias, ideadas por Janet Yellen, secretaria del Tesoro, y Mario Draghi, entonces primer ministro italiano a partir de su periplo compartido como máximas autoridades monetarias tanto de EEUU como de la zona del euro en la dura travesía de la crisis de la deuda que siguió al colapso crediticio de 2008, parecían destinadas a romper la capacidad financiera rusa en un santiamén. La prohibición de comerciar con el billete verde americano, de denominar en dólares sus barriles de crudo o de impedir el acceso a la mayor plataforma de transferencia de pagos internacionales -el sistema belga Swift- venían con el acta de defunción por asfixia de las reservas de divisas del Banco Central de Rusia.
La intensidad del PIB ruso se basa ahora mismo la industria militar y el fuerte consumo privado
Nada más lejos de la realidad. El FMI acaba de asegurar que el PIB ruso aumentará este año un 3,2%, cinco décimas por encima del estadounidense y de una intensidad mucho mayor que el de cualquiera otra potencia industrializada. La economía de guerra pertrechada desde el Kremlin y que ha espoleado la industria manufacturera hasta entrar en estado de ebullición, unida a las políticas de recaudación de divisas de la autoridad monetaria, han obrado el milagro de sostener la actividad. Y hacerlo a pleno rendimiento. El nuevo ministro de Defensa, un intelectual del área económica, Andréi Belousov, y la gobernadora del banco central, Elvira Nabiullina, se han erigido en los artífices de un sistema que ha sobrecalentado la producción nacional.
La lectura del FMI es rotunda. La intensidad del PIB ruso se basa, por un lado, en las inversiones en su industria militar y, por otro, en un "robusto consumo privado" derivado de los aumentos de dobles dígitos en los salarios que ofrecen las fábricas bélicas y que han obligado al resto de sectores a intentar equiparar sus retribuciones. Ambos componentes de la demanda interna se han encargado de amortiguar los daños colaterales de las multas occidentales y las restricciones comerciales.
Mientras, la autoridad monetaria se hacía con hasta 387 millones de dólares de los activos de empresas extranjeras que emprendieron la huida tras la invasión de Ucrania. De igual forma que ha capeado el tope de 60 dólares al barril de crudo siberiano reforzando las exportaciones hacia países dispuestos a adquirir petróleo masivo por debajo del precio del mercado. Especialmente, con China, cuya moneda ha pasado a ser la divisa de cambio habitual en una balanza bilateral que alcanzó en 2023 la cifra récord de 240.000 millones de dólares. El apetito energético del gigante asiático y las necesidades de abastecimiento de materias primas metálicas y minerales raros por parte de Rusia para alimentar su desaforada industria militar les ha reportado a ambas naciones pingües beneficios y una atmósfera de intereses mutuos compartida.
Una economía que bulle a todo gas
"La economía rusa está definitivamente a pleno rendimiento". Es el mensaje que traslada el CEO de Sberbank, Herman Gref, uno de los oligarcas más próximos a Putin. "En estado de ebullición", matiza antes de recordar que el PIB repuntó un 3,6% el pasado año. En una comparecencia ante el Parlamento ruso, Gref dijo que "la capacidad productiva del país está al 84%", un porcentaje "histórico" y podría, incluso, superar esta cota.
Pese al pleno rendimiento de la economía rusa, la calidad de vida de los ciudadanos no mejora
En Rusia se ha instalado una economía militarizada. La fabricación de material bélico es la rúbrica más activa del PIB. El arsenal de bienes y servicios que demanda el Ejército para atender al frente en Ucrania "está altamente subvencionado y determina un ritmo artificial, pero muy intenso de la economía" explica Sergei Guriev, ex economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), quien incide en que las figuras macroeconómicas en tiempos de guerra sirven para evitar que decaiga la actividad, si bien "no está mejorando la calidad de vida de los rusos".
A pesar de las subidas salariales que se están registrando que, en cualquier caso, han desatado una auténtica burbuja inmobiliaria. Los precios de la vivienda casi se han triplicado entre 2020 y 2023, según la firma rusa Urban Economics, que ven en este fenómeno otro ejemplo de la espiral inflacionista que acecha a la ciudadanía. El Banco Internacional de Pagos (BIS, según sus siglas en inglés) corrobora que el pasado ejercicio el salto del mercado residencial fue histórico.
En este sentido, como llega a admitir el propio Gref, el antiguo analista del BERD señala los altos tipos de interés, en el 16%, como botón de muestra de que la carestía de vida, con una inflación en el 8,6% tras meses en dobles dígitos, "no está resultando un camino de rosas" para los rusos.
Por si fuera poco, Nabiullina admitió a finales de 2023 el riesgo de "sobrecalentamiento debido a la galopante actividad industrial militar". Aunque también a dos hechos novedosos en Rusia. Por un lado, una tasa de pleno empleo -del 2,6% en abril- con subidas salariales que alcanzaron el 13% en marzo en términos interanuales. Dando a entender que podría producirse lo que Gref ha denominado una turquirización de la economía, en alusión a unos tipos que en su país vecino han alcanzado el 50%.
Este sorprendente cuadro de mando, con el que no contaba Occidente, cuyas sanciones estaban encaminadas, desde el principio, a ahogar financieramente al Kremlin, ha llevado a los expertos del Banco Mundial a elevar el estatus de Rusia a la categoría de país de rentas altas, lo que no quiere decir -enfatizan- que se le considere una economía de mercado.
El diagnóstico de la institución multilateral hermana del FMI es, además, contundente: "El PIB ruso está ampliamente influido por la actividad de su industria militar a larga escala desde 2023", explica el informe, que resalta que, el pasado ejercicio, el ingreso per cápita ruso fue de 14.250 dólares, el comercio despuntó casi un 7%, mientras las actividades del sector financiero y de la construcción lo hicieron en un 6,6% y en un 3,6%, respectivamente. En general, los rusos se han enriquecido durante el conflicto bélico, aunque -admite- "resulta complejo calcular su situación al término de la guerra".
El trilema de Putin para mantener el dinamismo
En el think-tank Carnegie Endowment hablan del trilema que ha planteado Vladimir Putin a sus autoridades económicas y monetarias después de los 18 meses consecutivos de dinamismo del PIB ruso y tras sortear las sanciones occidentales mientras vendía petróleo a sus aliados sin dejar de adquirir partidas comerciales de EEUU, Europa y el resto de aliados del G7, Washington y la UE "a través de terceros países". Precisamente, en opinión de Alexandra Prokopenko, su analista para Asia, para asentar el ciclo de negocios que ha engendrado la industria militar.
El trilema al que se refiere este centro de investigación con sede en Washington plantea tres retos para el año tres después de la invasión de Ucrania: mantener la producción armamentística con la que asegurar el poder geopolítico de Rusia, elevar los niveles de vida de los ciudadanos y lograr la estabilidad de la economía y las finanzas del Kremlin. "No son desafíos sencillos", explica esta experta, porque "la prosperidad económica no va a ser eterna" y, sin los gastos en defensa, Rusia ha tenido "generalmente un modelo improductivo".
La producción armamentística rusa ha logrado más que duplicarse desde comienzos de año
De volver a este escenario -es decir, sin motores artificiales que tiren de la actividad- los niveles de vida "empezarán a deteriorarse" y el desempleo volverá a aflorar -dice-, lo que podría generar un clima de descontento social que se agravaría con caídas de productividad, restricciones a los créditos por la pinza de tipos e inflación altos, y un empeoramiento de la deuda. "Ahora, es una economía subordinada a los imperativos políticos del Kremlin". En el futuro, "necesitará diversos incentivos para hacer sostenibles sus ratios actuales de desarrollo".
Desde el Centre for Strategic and International Studies (CSIS), otro think-tank de Washington, se hacen eco, en un estudio comercial, de que la crucial producción armamentística en Rusia, que ha logrado desde comienzos de año más que duplicar la capacidad de fabricación de sus misiles de largo alcance, no ha podido alcanzarse sin la involucración de proveedores internacionales ni la habilidad para sortear los vetos occidentales porque precisan de herramientas tecnológicas y electrónicas punteras y el suministro habitual de chips. Y, mucho menos, crear unas cadenas de valor eficientes y con tan elevado poder productivo.
"La industria militar rusa se beneficia de una compleja red de empresas fantasmas", convienen sus expertos.
El banco central ha sido determinante tanto en la configuración de esta estrategia alternativa y escurridiza para los mecanismos de vigilancia occidentales de sus pedidos exteriores como en el éxito de eludir la bancarrota. Y buena parte de la táctica de Nabiullina y su equipo se ha basado en el uso habitual del yuan como moneda de transacción habitual que, además, ha servido para apuntalar el valor de la divisa china en el escenario internacional y para que los BRICS + y otros mercados emergentes se planteen, como han sugerido Brasil o Sudáfrica y respalda el régimen de Pekín, sopesen una moneda común. Ni siquiera las cada vez más aireadas quejas de EEUU y del G7 para que los bancos impidan cualquier tipo de ayuda en los pagos a Rusia ha surtido efecto.
"Moscú podría ser más agresivo a la hora de adoptar el yuan de lo que los bancos chinos están dispuestos a permitir", explica el economista Alex Isakov a Bloomberg Economics. A pesar de las amenazas de la Casa Blanca al sector financiero, personificadas en Yellen, quien incide desde diciembre en que tomará "acciones decisivas y cruciales contra las instituciones que faciliten el suministro de materiales esenciales para su maquinaria de guerra". El uso de yuan ha irrumpido ya en la práctica totalidad de los segmentos económicos de Rusia.
Otro jerarca de la banca, Andrei Kostin, CEO de VTB Bank, segunda entidad crediticia del país, se ha encargado de explicar, con sorna, esta maniobra en la sombra del Kremlin. "El método de pagos de Rusia es un secreto de Estado que deberíamos guardar eternamente, mientras vemos cómo Occidente dispara al cielo sin ninguna posibilidad de éxito", recoge Business Insider.
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