Este artículo se publicó hace 2 años.
Draghi deja otro legado: el BCE empuja al euro a otra recesión por exceso de celo inflacionista con sus subidas de tipos
Para Mario Draghi y sus discípulos la maniobra alcista y agresiva del BCE con los tipos puede generar un hundimiento notable y fulgurante de la actividad.
Madrid--Actualizado a
Mabrouk Chetouane, director de Estrategias de Mercados Globales de Natixis IM Solutions, avisa de que "la única forma de frenar la inflación de manera significativa en la zona del euro pasa por provocar una recesión". Es, quizás, una de las interpretaciones más meridianas y precisas de por dónde se dirige la coyuntura europea, sometida a los rigores de un otoño caliente y un invierno más que gélido por el pulso energético que mantiene con Rusia. El sacrosanto principio asignado al BCE de un férreo control de los precios por debajo del 2% que estipula su estatuto fundacional "no se puede alcanzar" con otros métodos. Porque "el denominado aterrizaje suave no existe realmente"; es un asunto "muy complicado de lograr para un banco central".
Hasta aquí la coincidencia de Cheruoane con la tesis del último de los ex primeros ministros de Italia y antiguo presidente del BCE. Porque para el experto de Natixis IM Solutions, "el BCE ha reconocido, de facto, que cometió un error, al igual que la Fed, aunque con varios meses de retraso, ignorando la verdadera naturaleza de la inflación, y ahora con la presión cobrando una mayor intensidad, no le ha quedado otra alternativa que aumentar el calibre del encarecimiento de los tipos de interés". A su juicio, este comportamiento de los grandes bancos centrales deja un panorama bastante diferente al de 2008: "lo que importa ahora no es tanto el nivel al que se encaminan o se sitúan los tipos de interés sino la velocidad de la subida".
Para Mario Draghi, sin embargo, esta estrategia puede deparar una pasada de frenada con salida de pista incluida. Su teoría avanzaba un empujón de especial fuerza hacia la recesión por parte del BCE; incluso antes de que elevara hasta el 0,5% su primera subida de tipos en once años, en su última reunión de julio. Alguno de sus discípulos más fieles, como su asesor en su periplo de presidente del BCE Francesco Giavazzi, fue uno de los últimos en alertar de este paso en falso al que, según Draghi, se encamina el organismo regulador europeo. "Es un error incrementar el precio del dinero por el alto riesgo asociado a que las restricciones financieras dañen el consumo privado y reduzcan la demanda interna; fenómeno que ocurrirá en un periodo corto de tiempo", decía Giavazzi a mediados de junio.
En opinión del asesor de Draghi, cuando 'SuperMario' aún ejercía como primer ministro estable de Italia, "la respuesta de alzas de tipos para contener la inflación es un instrumento erróneo ya que Europa no tiene una espiral de precios procedente de la demanda como en EEUU, sino que la escalada de los IPC está relacionada con el encarecimiento del gas". En línea con las críticas de Draghi a su sucesora, Christine Lagarde, por embarcarse en un periodo alcista de tipos más de un decenio después del último aumento. Giavazzi reclamó estímulos y subsidios adicionales por parte de los gobiernos para hacer desaparecer de nuevo el fantasma inflacionista.
El ya depuesto Ejecutivo de Draghi declinó realizar comentarios expresos sobre versiones como la de Giavazzi. Pero su labor al frente del Gobierno transalpino en su año y medio de gestión se caracterizó por el impulso al dinamismo de la economía, una línea de actuación con la que elevó la imagen de Italia en el club comunitario. Aunque también en el orden interno, donde una lista amplia de pequeños partidos se disputan el centro político que ha dejado, sin proponérselo, el último inquilino del Palazzo Chigi, en las elecciones previstas para otoño y en las que los partidos de extrema derecha —Hermanos de Italia, Forza Italia y La Liga— lideran las encuestas.
Draghi ha incidido en la necesidad de que el BCE eche imaginación a cada situación económica
El salvador del euro en 2012 ha sido también el artífice de una corta pero saludable etapa de estabilidad en Italia en la que intentó recuperar el legado de su bagaje en el BCE tras los ajustes presupuestarios impuestos por Berlín el decenio pasado. Junto a Lagarde, persuadió al BCE para instaurar nuevos instrumentos monetarios como el que Fráncfort anticipó un mes antes de su primera subida de tipos para frenar la especulación frente a las primas de riesgo, que atacaba a Italia en sus embestidas iniciales. Como con él al frente, cuando instauró los Quantitative Easing (QE) o programas de compra de activos y deuda corporativa y soberana para capear la crisis del euro, la autoridad regulatoria europea ha puesto en funcionamiento el novedoso sistema de la fragmentación para contrarrestar la acción de los mercados. Y, al lado de sus socios europeos, y muy en especial, del frente socialdemócrata de España e Italia, aunque también con el respaldo de la Francia de Emmanuel Macron, reactivar proyectos de integración como la unión fiscal o la culminación de la armonización bancaria. Con mecanismos presupuestarios comunitarizados en los que han tenido cobijo los fondos Next Generation. Al igual que los recursos de Recuperación de la Gran Pandemia y la mutualización de la deuda de los socios europeos surgida por la crisis sanitaria de la Covid-19.
Voz de alarma desde el otro lado del Atlántico
Las lesiones económicas de los ciclos de salida de los tipos de interés próximos a cero que han regido durante la Gran Pandemia y que evitaron un hundimiento mayor de la actividad global y dieron estabilidad a los mercados son ya palpables en la otra orilla del Atlántico. El PIB de EEUU acaba de sumergirse en recesión técnica al desplomarse un 0,9% en términos anualizados entre abril y junio, después de la contracción del 1,6% del primer trimestre del año. Sin que la inflación muestre síntomas de agotamiento; sino, más bien, todo lo contrario: navegando en la cresta de los últimos cuatro decenios, a pesar de las agresivas escaladas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal desde enero pasado. La coincidencia entre el instante del encarecimiento del dinero y la entrada en números rojos de la economía estadounidense —de cuatro décimas en el conjunto del primer trimestre y de dos en el segundo— es palpable.
El dato del Departamento de Comercio americano desvela que el gasto del consumo se frenó en el segundo trimestre y que la adquisición de mercancías se ralentizó de manera fulgurante. Aun así, el consumo personal creció un modesto 1% que certifica su desaceleración paulatina. Según Sal Guatieri, economista de BMO Capital Markets, "lo más trascendental es el rápido deterioro de la actividad, con los precios en espiral creciente y una economía emitiendo señales de auxilio por su alta vulnerabilidad a la elevada inflación, el rápido aumentos de los costes de financiación y a la carestía de la cesta de los hogares y de los proyectos de inversión empresariales". Justo la traslación a la realidad de la tesis de Draghi en Europa.
El drástico desplome de la producción americana obligará a la institución encargada de fechar el inicio y el final de cada ciclo de negocios —la NBER o National Bureau of Economic Research— a proclamar el momento exacto del receso americano y a los analistas a tratar de calibrar el grado de contracción y la duración de los números rojos. Y los augurios no son halagüeños. Porque los economistas de Bloomberg Economics predicen un "significativo descenso" y un riesgo elevado de que se propague hasta final de año. Es decir, un ejercicio entero en territorio negativo. Ante el agravante añadido de que en Europa la crisis energética se intensifique y obstruya de nuevo las cadenas de valor internacionales, tal y como convienen en señalar Yelena Shulyatyeva y Eliza Winger, dos de sus panelistas.
A diferencia de Draghi, el presidente de la Fed, Jerome Powell, no parece tan preocupado por el freno de la economía como por las tensiones de los precios. A juzgar por su desmentido durante su comparecencia del pasado miércoles inmediatamente después de que el Comité de Mercados Abiertos de la Reserva Federal decretara la segunda subida de tres cuartos de punto seguida en el precio del dinero en EEUU. Powell tildó de "especulación" las previsiones de comportamiento negativo del PIB en el segundo trimestre. Sólo un día antes de que se constatara la entrada del PIB en recesión técnica. "Necesitamos instaurar un periodo de crecimiento por debajo del ritmo potencial de la economía para consolidar la oferta y la demanda de energía y mercancías, a pesar de que ello pueda contribuir a un leve empeoramiento del mercado laboral", expresó Powell en su razonamiento.
En su opinión, "las condiciones contractuales de trabajo son extremadamente tensas y el IPC es demasiado alto" como para atender a una economía en la que los gastos en servicios aceleraron un 4,1% en términos interanuales que no logró contrarrestar los desembolsos en el comercio al por menor, que se contrajeron en un 4,4%. Los americanos se enfrentan a subidas de precios en un clima de mayores gastos de alquileres, hipotecas y energía y con los salarios en aumento pero por debajo claramente de los niveles de inflación, lo que ha conducido al consumo a un clima de inestabilidad y de escaso sentimiento de optimismo. De hecho, este indicador de confianza se ha desplomado hasta niveles desconocidos en varios ejercicios. Un paso previo e ineludible para que se contagien otras rúbricas del PIB como la inversión residencial, la compra de vehículos o las compras a crédito.
Los temores a una recesión en la zona del euro cobran intensidad
En Europa, además, las perspectivas tampoco resultan esperanzadoras con el mercado de bonos anticipando un acelerón de los tipos de interés y un efecto contagio de la contracción americana y voces como la de Ignazio Visco, representante italiano en la cúpula del BCE, anticipando un PIB en números rojos en la zona euro y la necesidad de que el Comité Ejecutivo del banco central "discuta de nuevo" la estrategia monetaria puesta en marcha. Visco se alinearía así con la teoría de Draghi de no ahogar la actividad económica con subidas de tipos para hacer frente a un IPC catapultado por los precios energéticos que, según su versión, serían pasajeros, aunque con una persistencia mayor de lo avanzado en otoño pasado y el barómetro de confianza del consumo y de las empresas en su nivel más bajo en 17 meses ante la proximidad de una etapa recesiva.
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