Benazir Bhutto no es una fundamentalista religiosa. No organiza manifestaciones callejeras en las que se grita “Muerte a EEUU”. Aún mejor: defiende la democracia, la moderación frente al extremismo, ha sido educada en Occidente y fue la primera mujer en convertirse en primera ministra en un país musulmán. Pero el halo de modernidad y salvación que rodea a Bhutto es una imagen más mediática que genuina.
Sus dos mandatos previos al frente de Pakistán no han sido ejemplos perfectos de democracia. A través de los servicios de inteligencia, apoyó a los talibanes en Afganistán y al movimiento integrista cachemiro Hizbul Muyahidin en la frontera con India. Amnistía Internacional acusó a su Gobierno de practicar torturas sistemáticas y asesinatos extrajudiciales. La ex primera ministra y su marido –conocido como “Míster 10” por el porcentaje de las comisiones que obtenía– alcanzaron niveles extraordinarios de malversación de fondos y elevaron a Pakistán hasta los primeros puestos mundiales de corrupción.
Orígenes feudales
Nacida en 1953 en una de las mayores familias terratenientes de Larkana, al sureste del país, Bhutto escapó de Pakistán cuando su padre, el ex primer ministro Zulfiqar Ali Bhutto, fue encarcelado y posteriormente colgado por el general Zia ul-Haq en 1979.
A su regreso al país en 1986, fue recibida por un millón de personas y dos años más tarde aprovechó la gran popularidad de su padre para tomar el relevo al frente del Partido Popular de Pakistán (PPP) y ganar las elecciones.
El patriarca del clan, su tío abuelo Mumtaz Ali Bhutto, la ha acusado ahora de haber desgraciado el nombre familiar por pactar con el general Musharraf, presidente del país desde el golpe de Estado de 1999. “La forma en que su regreso ha sido planeado es un revés gigante al proceso democrático”, ha añadido su cuñada, Ghinwa Bhutto.
Un sector crítico de Pakistán coincide con el clan Bhutto en que la ex primera ministra ya tuvo su oportunidad. Pero la falta de alternativas y el gran apoyo popular que mantiene el PPP podrían convertirla por tercera vez en primera ministra si gana las elecciones generales, previstas para enero de 2008.
La prometida renuncia de Musharraf al uniforme, el movimiento aperturista que lidera la magistratura y la posible victoria de Bhutto pueden devolver la democracia a Pakistán. Pero la transición no será fácil.
“La vuelta a la democracia no será un milagro instantáneo”, declaró a The New Yorker Asma Jahangir, defensora de derechos humanos. “Pero será un inicio. El Gobierno militar no tiene dirección ni plan”. Vista su trayectoria, el de Bhutto tampoco está claro.
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