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Centenario Revolución rusaCuatro historias de cuatro heroínas de la Revolución rusa
Aleksandra Kolontái, Nadezhda Krupskaia, Inessa Armand y Emma Goldman son cuatro ejemplos de un Ejército de mujeres. Sin su participación en los sucesos de 1917 "la Revolución de Octubre no habría llevado la bandera roja a la victoria”.
Àngel Ferrero
Moscú-Actualizado a
“Las mujeres que participaron en la Gran Revolución de Octubre, ¿quiénes eran?”, se preguntaba Aleksandra Kolontái en un artículo publicado en Zhensky zhurnal (La revista de las mujeres) en 1927. “Decenas, cientos de miles de heroínas anónimas –continuaba– que, marchando junto a los trabajadores y campesinos tras la bandera roja y el eslógan de los soviets pasaron por encima de la teocracia zarista hacia un nuevo futuro.”
En su texto, Kolontái recogía algunos nombres de aquellas mujeres, como los de la redactora de Rabotnitsa Klavdia Nikolayeva (1893-1944); la comisaria de Finanzas de la República Socialista Federativa Soviética Rusa (RSFSR) Varvara Yakovleva; la periodista y co-fundadora de Pravda Konkordia Samoilova (1876-1921); o la secretaria del pueblo de Asuntos Internos de la República Socialista Soviética de Ucrania Yevguenia Bosch (1879-1925).
Pero Kolontái también reconocía la injusticia de olvidar otros tantos nombres. “Es imposible enumerarlas a todas, ¿cuántas de ellas permanecerán anónimas? Las heroínas de la Revolución de Octubre fueron un ejército, y, aunque sus nombres puedan haber pasado al olvido, su abnegación vive en la misma victoria de aquella revolución, en todas las conquistas y logros que ahora disfrutan las mujeres trabajadoras en la Unión Soviética”, escribía antes de concluir afirmando que es “un hecho claro e indisputable que, sin la participación de las mujeres, la Revolución de Octubre no habría llevado la bandera roja a la victoria”.
Aleksandra Kolontái (1872-1952)
Nacida en el seno de una familia acomodada ─su padre era general del ejército─, Aleksandra Kolontái fue ya en su infancia testimonio del peso de las convenciones sociales y la discriminación hacia la mujer en el rechazo hacia el matrimonio de sus padres, que era el segundo para ambos. Su madre se opuso a que tuviese una educación superior y a su primer matrimonio con Vladímir Kolontái, un estudiante de ingeniería, por sus orígenes modestos. Cuando Aleksandra Kolontái contestó que trabajaría como profesora, su madre también se opuso vehementemente.
En su juventud se familiarizó con la literatura socialista y comenzaron sus contactos con el movimiento obrero en la clandestinidad. A los 27 años se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Tras el fracaso revolucionario de 1905, Kolontái se exilió en Alemania ─donde conoció a Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht─, Dinamarca, Suecia ─donde fue encarcelada─ y Noruega. En 1915 se unió a los bolcheviques. Tras la revolución de octubre fue nombrada comisaria del pueblo de Bienestar Social (1917-1918) y fundó con Inessa Armand Zhenotdel, el departamento de mujeres del Secretariado del Comité Central del partido, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las mujeres en la RSFSR. Zhenotdel imprimió la revista Kommunistka (desde 1920 hasta 1930, con la disolución del departamento), destinada a las militantes del partido, continuó la publicación de Rabotnitsa (nacida en 1914), para las mujeres trabajadoras, y comenzó la de Krestyanka (1922), destinada a las mujeres campesinas (se siguió editando con varios cambios editoriales hasta 2015).
Aleksandra Kolontái se convirtió en una de las voces críticas en el seno del Partido Comunista, en el que formó una corriente interna de inclinación izquierdista llamada Oposición Obrera. Tras la disolución de ésta, Kolontái compaginó su papel como influyente promotora de los derechos de las mujeres con la labor diplomática como embajadora de la URSS en Noruega (1924-1926), México (1926-1927), de nuevo Noruega (1927-1930) y Suecia (1930-1944). En 1926 escribió sus memorias, Autobiografía de una mujer comunista sexualmente emancipada.
Como embajadora en Suecia, fue Kolontái quien entregó a Joan Garcia Oliver dos pasaportes con los que viajar hasta la URSS y, desde allí, al exilio en México. “Al final de la escalinata, me estaba esperando una señora de porte distinguido y cabello canoso. Era Kolontái”, recuerda el anarcosindicalista catalán en su libro de memorias, El eco de los pasos. “Era una mujer inteligente, de sólida cultura. No hizo ninguna alusión a mi filiación anarquista. Solamente me dijo que le era muy grato saludar al que fue miembro del gobierno de la República española y al gran luchador revolucionario que yo había sido […] cuando solicité su ayuda, fui tratado, no como un exministro de la República española, sino como un ministro en funciones. Comprendí que quedaba en deuda con aquellas gentes. […] Favor por favor. Si la URSS entraba en guerra, la defendería.”
Nadezhda Krupskaia (1869-1939)
De ella dijo León Trotsky que era “una de las figuras más trágicas de la historia revolucionaria”, no en último lugar, cabe añadir, porque la historiografía acostumbra a presentarla sólo como la mujer de Lenin y su apoyo moral en tiempos difíciles. Hija de una familia noble de origen polaco venida a menos, los testimonios recogidos posteriormente aseguran que ya en su juventud Nadezhda Krupskaia ofreció muestras de su compromiso y determinación. La lectura de Tolstói ─con su anarquismo filosófico y énfasis en la educación y en una vida sencilla─ la llevó a interesarse por la pedagogía, a través de la cual se introdujo en los círculos socialistas. Fue en uno de esos círculos donde coincidió con Lenin en 1894, con quien se casó en el exilio en Siberia en 1896 y con quien mantuvo un matrimonio discreto, de cuya vida privada apenas nada ha trascendido.
Desde 1903 Krupskaia realizó diferentes trabajos para la facción bolchevique, de los que destacan la organización del consejo editorial de Iskra y el Comité Central del POSDR. Tras la Revolución de octubre fue nombrada viceministra del Comisariado Popular de Educación (Narkompros), para el que trabajaría hasta su muerte. La relación entre Krupskaia y Stalin se deterioró cuando Lenin fue hospitalizado tras empeorar el estado de salud de éste y que los médicos le prohibiesen recibir información sobre política, que Krupskaia le transmitía.
A la muerte de Lenin, y con las tensiones en aumento por el control del aparato del Partido Comunista, Krupskaia atacó en el XIV Congreso a Stalin y Bujarin, quienes, a su vez, criticaron públicamente a Krupskaia. En mayo de 1927 escribió una carta al diario Pravda en la que comunicaba la retirada de su apoyo a la oposición. Los motivos de esta decisión han sido motivo de especulación: desde presiones por parte de Stalin hasta la convicción de que fuera del partido la capacidad de influir en los sucesos se reducía, pasando por la intuición de que Stalin había maniobrado con astucia y permanecería largos años en el poder.
Desde Narkompros, Krupskaia fue determinante en la creación de organizaciones juveniles (Komsomol) e infantiles (los Jóvenes Pioneros en 1922, los Pequeños de Octubre en 1923), la mejora del sistema educativo y la creación de una red de bibliotecas, y también de la difusión de la obra de Lenin.
Inessa Armand (1874-1920)
De origen francés, Inessa Armand se afilió en 1903 al POSDR, para el que distribuyó propaganda de manera ilegal. Las autoridades zaristas la desterraron por sus actividades a Mezen, en el norte de Rusia, en 1907, pero un año después logró escapar a París, donde se unió a los bolcheviques. En 1911 se convirtió gracias a su conocimiento de idiomas en secretaria del Comité de Organizaciones Extranjeras, el organismo encargado de coordinar los grupos de bolcheviques en Europa occidental.
En 1912 regresó a Rusia para comunicar los resultados de la Conferencia de Praga, en la que los bolcheviques se separaron definitivamente del POSDR para formar su propio partido, el POSDR(b). Armand fue detenida y puesta en libertad en marzo de 1913, tras lo cual viajó hasta Galizia, donde vivió con Krupskaya y Lenin ─con quien se especula que mantuvo una relación amorosa durante el resto de su vida─ y trabajó como redactora para Rabotnitsa. Durante la Primera Guerra Mundial participó en varias conferencias con el fin de detener el conflicto.
Tras la abdicación del zar Nicolás II, fue una de las 26 personas que viajó con Lenin en el tren blindado que le llevaría a Petrogrado. Después de la Revolución de octubre, Armand dirigió el Consejo Económico de Moscú y más tarde, en Petrogrado, Zhenotdel, del que fue la primera responsable. Durante una pausa para recuperarse por el exceso de trabajo en un sanatorio del Cáucaso, Armand y el resto de pacientes tuvieron que ser evacuados debido a la proximidad de la guerra civil y contrajo cólera. El 24 de septiembre murió como consecuencia de la enfermedad. Tras celebrarse un funeral de Estado, sus cenizas fueron enterradas en las murallas del Kremlin de Moscú, convirtiéndose en la primera mujer en Rusia en recibir tal honor.
Emma Goldman (1869-1940)
Nacida en el seno de una familia judía ortodoxa en la ciudad lituana de Kovno (hoy Kaunas), entonces parte del Imperio ruso, Emma Goldman también vivió en carne propia la discriminación hacia las mujeres, tanto en el establecimiento de venta de corsés que su familia regentaba y para el que trabajaba como en su propia familia. En su autobiografía, Viviendo mi vida (1931), explica cómo, por ejemplo, cuando quiso prolongar su educación, su padre le contestó que “todo lo que la hija de un judío necesita saber es cómo preparar el pescado gefilte, cortar finos los fideos y dar a su marido muchos hijos.”
Como en el caso de Inessa Armand, la novela de Nikolai Chernishevski ¿Qué hacer? (1863) ─que también era una de las favoritas de Lenin─ cimentó su interés por el nihilismo ruso. En 1885 emigró a Nueva York, donde desempeñó varios trabajos. Tras la revuelta de Haymarket en Chicago en 1886 comenzó a interesarse por el anarquismo. Un año después se divorciaría de su primer marido y conocería a su futuro compañero Alexander Berkman, como ella, anarquista nacido en Lituania y emigrado a Estados Unidos. Goldman y Berkman se dedicaron a la difusión del anarquismo a través de la propaganda por los hechos en la huelga de Homestead (1892) ─en el contexto de la cual Berkman intentó asesinar al empresario Henry Clay Frick─, la oleada de protestas del llamado “pánico de 1893” y la publicación de Mother Earth (1906), cuatro años después de su arresto en 1901, acusada de haber incitado al asesinato del presidente de EEUU William McKinley, fallecido como consecuencia de un atentado cometido por Leon Czolgosz. En los años siguientes Goldman se dedicó a dar charlas sobre anarquismo, derechos de las mujeres y planificación familiar por todo EEUU, en conflicto constante con las autoridades.
En 1917 fue detenida junto con Berkman por su oposición a la Primera Guerra Mundial y su campaña de insumisión al servicio militar, y condenada a prisión por la recién aprobada ley de espionaje. Valiéndose de la ley de inmigración de 1913 ─y una enmienda de 1918 dirigida específicamente contra los anarquistas─, Goldman y Berkman fueron deportados junto con otros 249 anarquistas a Rusia a bordo del USAT Buford, que fue bautizado para la ocasión como “el Arca soviética”.
“Vine a Rusia poseída por la esperanza de que encontraría un país renacido, con su pueblo consagrado plenamente a la gran, aunque difícil, tarea de la reconstrucción revolucionaria. Y esperado fervientemente que me convertiría en parte activa de ese trabajo”, escribió en Mi desilusión con Rusia (1923). Pero, añade poco después, “cada día, cada semana, cada mes añadía nuevos eslabones a la cadena fatal que derribaría mi estimado edificio”. Las conversaciones con obreros y campesinos desanimaron a la veterana anarquista, para quien la gota que colmó el vaso fue la rebelión de Kronstadt (1921). Según su propio testimonio, mientras leía una antología de cartas de la Revolución francesa realizada por el anarquista alemán Gustav Landauer, pudo oír a “la artillería bolchevique comenzar los bombardeos de los rebeldes de Kronstadt”. “Ya no existía la Revolución rusa […] ante mí vi al formidable Estado bolchevique, aplastando cada esfuerzo revolucionario constructivo, suprimiendo, envilenciendo y desintegrándolo todo. Incapaz de y reacia a convertirme en un tornillo de aquella máquina siniestra, y consciente de que no podría ser de ningún uso práctico a Rusia y su pueblo, decidí abandonar el país”.
La desilusión con Rusia no lo fue con el anarquismo, a la difusión y realización del cual seguiría dedicando el resto de su vida, incluyendo, en 1936 y a sus 67 años, una célebre visita a Barcelona y Aragón bajo control de los anarcosindicalistas de la CNT-FAI, de la que llegó a ser su representante oficial en Londres.
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