Este artículo se publicó hace 4 años.
ColombiaEntre el coronavirus y la violencia: así viven los indígenas en Colombia
Los indígenas nasa y awa en Colombia hacen frente a la pandemia desde la autogestión de la salud propia y la sabiduría ancestral en medio de un conflicto armado que les sigue asesinando en pleno confinamiento.
Javier Sulé
La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) asegura que 382.266 familias indígenas colombianas estarían en riesgo de contagio por la covid-19. Hasta ahora, el virus afecta a 33 comunidades nativas del total de 103 pueblos indígenas que existen en este país con 906 personas indígenas contagiadas y 29 fallecidos. Preocupan especialmente los que habitan en zonas fronterizas como los 21.000 awa, un pueblo declarado en vías de extinción física y cultural que viven mayoritariamente agrupados en 32 resguardos en la región de Nariño, vecina de Ecuador, en el Pacífico. El temor de los awa al coronavirus es enorme. No presentan ningún caso, pero en Nariño si hay ya más de 400 positivos. "Debemos impedir que el virus llegue a nuestros territorios y nos extermine porque aquí hay muchas enfermedades respiratorias, diabetes, hipertensión y tuberculosis", dice Rider Pai, Consejero Mayor de la Unidad Indígena del Pueblo Awa (UNIPA).
Para evitarlo, los awa activaron su propio plan de contingencia, conscientes que poco pueden esperar del Estado, sin presencia institucional en su territorio y con un sistema sanitario público desmantelado. Como otras organizaciones indígenas, se declararon en confinamiento, establecieron puestos de control de entrada al territorio y recomendaron el lavado de manos. "Nuestro pueblo es binacional, repartido entre Ecuador y Colombia, pero es difícil establecer un control fronterizo y tener un albergue para poner en cuarentena a los que vienen de la parte ecuatoriana. Nuestros guardias indígenas están además muy expuestos porque no tenemos tapabocas ni geles desinfectantes", explica Claudia Jimena Pai, de la UNIPA.
Para los awa, la salud es un estado de equilibrio espiritual en las relaciones de las personas con el territorio y la naturaleza que se alteró cuando las colonizaciones les trajeron enfermedades, la tala y quema de árboles hizo desaparecer sus plantas medicinales, la minería ilegal contaminó sus fuentes hídricas, los cultivos de coca dañaron sus suelos y con la coca llegaron los actores armados y la guerra. La enfermedad, según sus médicos tradicionales, es consecuencia de toda esa desarmonía a la que hacen frente con rituales y plantas a las que atribuyen efectos curativos. "Los mayores nos dicen que cuando vino el sarampión, la rubeola o la tosferina fue difícil, pero ellos cavaron cuevas y pudieron sobrevivir en la selva, usaron plantas y salvaguardaron los sitios sagrados, que por eso nosotros estamos aquí todavía. Sin embargo, nuestras prácticas ancestrales han ido quedando a un lado cuando empezó la explotación de madera y los cultivos de coca. Ahora, queremos revitalizar la medicina propia", dice Claudia Jimena Pai.
En medio de la desarmonía, los awa llevan tiempo resistiendo a otra pandemia, la de la violencia. Pese a los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, el conflicto armado aquí se reconfiguró y en las últimas semanas está teniendo connotaciones preocupantes. Los catorce grupos armados que se disputan el territorio han establecido toque de queda y cercos a la zona amenazando con matar a quien crean que esté contagiado. También el ejército colombiano intensificó las erradicaciones de cultivos de coca y hace presencia sin tomar medidas de seguridad, lo que pone en riesgo de contagio a la población. "Hace más de un mes que están erradicando y eso traerá más hambruna a la gente que cultiva por necesidad. Y las muertes no cesan. En cuarentena hemos tenido tres asesinatos", lamenta Rider Pai.
Salud propia y defensa de la vida
Limitando con Nariño, en la cordillera central andina del suroccidente de Colombia, está el Norte de la región del Cauca. Aquí habitan los nasa, seguramente el pueblo indígena más organizado y con más capacidad de resistencia de todos los de Colombia. Los resguardos que conforman la Asociación Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) suman unas 115.000 personas y llevan ya varias semanas tratando de evitar que la pandemia entre en sus territorios.
Los nasa nunca llaman al coronavirus por su nombre porque entienden que así lo atraerían mucho más. Lo llaman Wee Wala, la desarmonía, y para evitar que se propague reforzaron la vigilancia de entrada a sus resguardos. Instalaron 97 puestos de control en carreteras y caminos. Allí desplegaron a 1.400 de sus guardias indígenas, un contingente pacífico de hombres y mujeres que con la ayuda de un bastón de mando se encargan de ejercer la vigilancia territorial. Junto a ellos, hay también personal sanitario del Tejido de Salud nasa. "Hemos hecho un trabajo preventivo cerrando el territorio con todo un despliegue de fumigación a los vehículos, sahumerios con plantas medicinales e información a comuneros y comuneras sobre qué precauciones deben tomar", explica Gloria Amparo Yonda, enfermera salubrista nasa y coordinadora del Tejido de Salud.
Y es que los nasa cuentan con una institución de salud propia, la IPS-ACIN Cxhab Wala Kiwe, que brinda atención médica a las comunidades con un enfoque intercultural que combina la medicina indígena y la alternativa con la medicina occidental. "El sistema tiene en cuenta a nuestros sabedores ancestrales, médicos tradicionales, parteras, sobanderos y curanderos en todas sus ramas. Contamos con personal de salud comunitario, incluidos indígenas formados en la medicina occidental pero que conocen nuestra cosmovisión. Tenemos además una planta de medicamentos naturales para tratar desarmonías comunes como Infecciones respiratorias, enfermedades gastrointestinales y dolores en general", explica Yonda. Aunque siguen las recomendaciones oficiales y no tienen ningún caso de contagio, consideran de vital importancia continuar utilizando plantas medicinales a través de saumerios y realizar rituales de fortalecimiento espiritual para ahuyentar la desarmonía en el territorio.
Con todo, reconocen sus limitaciones y la imposibilidad de atender enfermedades de gran complejidad por ser una red de salud primaria. "En el caso de la pandemia necesitamos tapabocas, guantes, gel antibacterial, termómetros, batas desechables, camas, sillas de ruedas... Estamos solicitando apoyo y solidaridad porque el Estado no está haciendo nada", expone Gloria Yonda. En caso de gravedad dependen de hospitales que se encuentran alejados y de un sistema de salud estatal con muchas falencias.
El coronavirus tampoco ha doblegado la curva de la violencia en el Cauca. En plena cuarentena se han incrementado los asesinatos de líderes indígenas en todo el país, especialmente en esta región con 40 muertes violentas. "No tenemos ningún muerto por we wala, pero sí muchos muertos por seguir defendiendo nuestras luchas como pueblos indígenas. Vivimos una arremetida de los grupos al margen de la ley contra nuestros proyectos de vida y nos enfrentamos a la fuerza pública que en plena pandemia ha querido desalojarnos de las tierras que hemos recuperado. Mientras nosotros pensamos en armonizar el territorio para que la wee wala no llegue, ellos están pensando en seguir acabando con nuestra organización indígena y nuestros líderes", lamenta Yonda.
Y es que los grupos armados están aprovechando las restricciones de la pandemia para expandir su presencia. En el caso del Cauca son diferentes disidencias de la antigua guerrilla de las FARC, la guerrilla de Ejército de Liberación Nacional (ELN) y pequeñas estructuras paramilitares vinculadas al llamado Clan del Golfo las que se disputan el control de la marihuana y la coca, y las rutas para sacar la droga hacia el Pacífico. Todos están en guerra abierta contra los nasa, decididos a tratar de sacar los cultivos ilícitos de sus territorios.
La situación en Colombia preocupa a organizaciones que desde España trabajan por este país. La Taula Catalana per Colòmbia, el Observatorio por la Autonomía y los Derechos de los Pueblos Indígenas en Colombia (ADPI) o varios Programas de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos han denunciado el recrudecimiento del conflicto armado en plena crisis humanitaria. Solicitan con carácter urgente una respuesta nacional e internacional, y señalan que uno de los colectivos más azotados por esta violencia es el del centenar de pueblos originarios en Colombia. Organizaciones como la ADPI y el Colectivo Maloka han impulsado una campaña de solidaridad internacional con la intención de apoyar los procesos de salud autogestionados de los awa y los nasa.
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