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Sebastián PiñeraChile bajo estado de excepción: "Ahora ni cagando pueden decir que solo los estudiantes protestan"
La medida se impuso en la Región Metropolitana y de Valparaíso y obliga a resguardarse en las casas desde las 10 de la noche hasta las 7 de la mañana.
Meritxell Freixas
Santiago De Chile--Actualizado a
“Ahora ni cagando pueden decir que son sólo los estudiantes quienes protestan”. Se lo dice una joven a otro mientras caminan dirección al centro de Santiago. De fondo se escucha el helicóptero de la policía, que no ha dejado de sobrevolar la ciudad. “Si te llegan a llevar a tí, yo me ofrezco para que me lleven a mí también”, comenta otra chica a su amiga, ambas desplazándose hacia la mismo lugar. Van vestidas de negro y con un pañuelo colocado en el cuello que utilizan para protegerse de los gases lacrimógenos que contaminan el ambiente del centro de la capital.
Aunque el presidente Sebastián Piñera decidió decretar el Estado de Emergencia en la madrugada del viernes, muchos chilenos y chilenas salieron este sábado a las calles para mostrar su rechazo e indignación a las políticas del Ejecutivo. Lo hicieron a base de cacerolazos, bocinazos y concentraciones esporádicas en distintos puntos de la ciudad.
Sin embargo, durante la jornada también se encendieron barricadas y se quemaron varios autobuses urbanos. Entre viernes y sábado 77 de las 136 estaciones de metro quedaron dañadas y una veintena incendiadas.
"Invitamos a toda la ciudadanía a que retorne a sus hogares"
Las expresiones de malestar e indignación se reprodujeron en las últimas horas en formas y grados distintos. Una situación que, finalmente, obligó al mandatario chileno a dar marcha atrás en la polémica decisión que originó las protestas y revirtió sus intenciones de subir el precio de los billetes del transporte público. El anuncio de Piñera fue seguido de una comparecencia pública del general Javier Iturriaga –quien fue designado por el presidente para encargarse del Estado de Emergencia– en la que decretó un “toque de queda total” en la Región Metropolitana a partir de las 22h y hasta las 7 de la mañana. Un recorte a las libertades individuales que en Chile no se daba desde el 7 de enero de 1987, cuando vivía en plena dictadura. “Invitamos a toda la ciudadanía a que retorne a sus hogares y que pueda evaluar las medidas que ha dispuesto el gobierno y coopere a resguardar su familia, su integridad y sus propios bienes”, dijo el militar.
Militares y tanquetas desplegados
Durante la tarde, los vecinos y vecinas hacían cola en los pequeños comercios de barrio que quedaban abiertos para adquirir sus provisiones: “Por si mañana no abre nada”, decía una señora cargada de botellas de agua.
El toque de queda decretado este sábado es el primero que se ha impuesto en democracia y se ha hecho en un contexto de protesta social. Iturriaga explicó que “la restricción de libertades implica que las personas deben permanecer en sus hogares y aquellas que requieran, por razones de salud, emergencia, necesiten movimiento deben solicitar el salvoconducto correspondiente en la comisaría más cercana”.
Con el estado de emergencia vigente quedan restringidas la libertad de traslado y de reunión por 15 días (que pueden ser prorrogables) y el control de la zona queda en manos del Ejército. En las últimas horas, soldados y tanquetas se han desplegado en numerosas zonas de la ciudad. Aunque durante el día su actuación estuvo contenida y fueron Fuerzas Especiales de Carabineros quienes dispersaban con carros lanza agua y bombas lacrimógenas a los manifestantes, en la noche se registraron varios enfrentamientos y disparos de los militares en algunos barrios más periféricos de la ciudad.
A última hora del día, se reportaron saqueos e incendios en peajes de autopistas, supermercados y distintos edificios. Además, las protestas, incendios y barricadas se replicaron en distintas ciudades del país. Según cifras oficiales, 1.200 militares y 5.600 carabineros actuaron en toda la región metropolitana.
“¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!”
La ola de protestas en la capital ha escalado en los dos últimos días, cuando ha aumentado de forma considerable la represión. El escenario actual era imposible de prever la semana pasada, cuando se dieron las primeras quejas en contra del aumento del precio de la red de bus interurbano y el metro de 800 a 830 pesos (1 a 1,05 euros). En un primer momento fueron los estudiantes los encargados de liderar la movilización: “¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!”, es el lema que han coreado los jóvenes durante toda la semana, mientras llamaban a no pagar el transporte público y a acceder a los andenes saltando por encima del torniquete.
La protesta se fue organizando, extendiendo por toda la ciudad y sumando apoyos. Se establecieron los horarios de cada una de las estaciones en los que “evadir” de forma masiva, una acción que enmarcaron en una respuesta basada en la desobediencia civil. Pero el malestar de los manifestantes aumentó el jueves cuando el Ministerio de Interior decidió enviar a la policía a reprimirlos. El viernes acabó con 308 detenciones, 11 ciudadanos heridos y 156 carabineros lesionados, de los cuales, cinco con heridas de gravedad.
En la mañana del sábado, luego de toda una noche de disturbios, el Ejecutivo sorprendió con un llamado a la ciudadanía a limpiar las estaciones del metro que fueron dañadas: “#LimpiemosLaEstación”, decía el hashtag de la campaña que lanzó por redes el Gobierno. Un emplazamiento que fue muy criticado, como otras de las respuestas que varias autoridades han dado en los últimos días para tratar de mantener el alza de precio: “El que madrugue será ayudado, de manera que alguien que sale más temprano y toma el metro a las 7 de la mañana tiene la posibilidad de una tarifa más baja”, llegó a decir el ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine.
El metro de Santiago es uno de los símbolos del progreso del Chile más apreciados por la ciudadanía. Diariamente transporta a 2,8 millones de personas, aunque su precio está entre los más altos de la región, por encima del de Sao Paulo o Buenos Aires. Pero las protestas de los últimos días son sólo la punta del iceberg de un malestar mucho más profundo que arrastra la sociedad chilena, que hace años que reclama políticas que garanticen el derecho a la salud, la educación y pensiones dignas. Algunos expertos y analistas comparan los hechos de estas últimas horas con las movilizaciones de los chalecos amarillos en Francia, y hablan de un descontento profundo y de la frustración de una clase media duramente castigada por la desigualdad.
Lo que parecía que sería una protesta con algunos incidentes aislados se convirtió en una crisis política y social que el Gobierno chileno ha decidido enfrentar con represión y sacando los militares a la calle. Una respuesta que ha encrudecido el conflicto con los manifestantes. De un día para el otro, el escenario se complicó mucho para el presidente Sebastián Piñera, que tiene a la vuelta de la esquina la celebración del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), en la que asistirán algunos de los líderes mundiales como Donald Trump. El episodio de este sábado marcará un antes y un después en el Gobierno de Piñera, que ya registraba una alta desaprobación. Por ahora, no se sabe cuánto durará el Estado de Emergencia ni si el toque de queda se alargará más allá del fin de semana. Pero lo que sí parece es que ninguna de estas medidas haya tenido efecto, al menos por ahora, y que la gente parece dispuesta a seguir con la movilización.
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