Bastaron dos minutos para cometer el mayor ataque criminal de la historia reciente mexicana. A las 15.48 hora mexicana (22.48 horas española) dos camionetas y un minicooper llegaron al estacionamento del Casino Royale de Monterrey. Seis hombres armados descendieron con tres garrafones de combustible, entraron al local y mientras unos rociaban de gasolina las máquinas y las alfombras, otros amedrentaban a los clientes: '¡Les va a cargar la ver..., hijos de su chingada madre!', gritó uno de los criminales según relataron los testigos a los medios locales.
Entonces, aventaron explosivos que esparcieron el fuego rápidamente y salieron del lugar. A los dos minutos y medio los criminales ya habían abordado sus vehículos y salían disparados entre la humareda negra que ya se extendía por los alrededores tal y como revelan las grabaciones de las cámaras de seguridad del Casino. Entre los clientes cundió el pánico. Unos corrieron, otros se refugiaron debajo de las mesas, en los baños. Los que consiguieron salir, por la puerta principal o por las ventanas del baño, se salvaron. Al resto, el azar les jugó la partida final.
Al menos está confirmada la muerte de 52 personas, calcinadas o asfixiadas. Como Eduardo Martínez Cavazos, quién jugaba a las maquinitas con su mujer Patricia Sáenz. Cuando se prendió el fuego echaron a correr. Iban agarrados de la mano pero la estampida de gente les soltó. Patricia logró salir. Eduardo se quedó atrapado dentro. Antes de morir habló con su mujer por teléfono: 'Ya no puedo, mi reina; ya no puedo respirar'. Los bomberos, la policía, el Ejército y la Cruz Roja ya estaban allí, pero la casa de apuestas se había vuelto un infierno. A ella la sacaron por la azotea. En la huida se quedó sin zapatos, había gente ensangrentada, relata. Y el local no contaba con las medidas de seguridad adecuada. No tenían detectores de humo, que hubiesen saltado y arrojado agua que aliviase el fuego y los gases tóxicos. Y la salida de emergencia de la parte delantera estaba tapada con cemento.
Aunque no hay cifras exactas de la clientela que había en ese momento, según los testigos serían entre 200 y 300 personas. El casino tenía una gran afluencia a esa hora de la tarde, especialmente amas de casa y gente de la tercera edad, que acudían atraídos por la comida gratis que ofrecían a los jugadores. '¿Con que saña vinieron a hacer esto? La inmensa mayoría era gente grande que no pudo correr, y que no le hacía daño a nadie por venir a jugar aquí', se lamenta una ciudadana regiomontana que perdió a uno de sus amigos en el incendio y busca a otra amiga que no aparece ni en los hospitales ni en las listas de decesos. Julia Morales si encontró a su hija, Julia Yurídia, pero ya sin vida. Tenía 26 años y trabajaba de camarera en el establecimiento desde hace 8 meses. Ahora, sus dos niñas de dos y ocho años, se han quedado huérfanas.
En ese momento, habría en el casino entre 200 y 300 personas
Mientras tanto, las autoridades ya han condenado en bloque el atentado. El presidente Felipe Calderón repudió los hechos y decretó tres días de luto en el país. Varios gobiernos como el de EEUU y Alemania han enviado mensajes de solidaridad al país azteca. Y es que, aunque en los últimos meses la cifra diaria de muertos en México ronda la treintena, este crimen masivo rebasa todo lo anterior y deja una sensación generalizada de impotencia y angustia. El temor de que el peligro ya está en cualquier parte y de que el Estado no está siendo capaz de brindar las mínimas garantías de seguridad se expande a lo largo el territorio nacional. Cabe destacar que Monterrey era la capital financiera del país hasta que hace un año se disparó la violencia y ahora está fuertemente vigilada. El portavoz del ministerio de Seguridad, Alejandro Poiré se apresuró a asegurar que el atentado 'no quedará impune' y la Fiscalía ya ofreció una recompensa de 30 millones de pesos, más de un millón y medio de euros, a quienes contribuyan a localizar a los responsables.
De momento se ha localizado uno de los vehículos de los asesinos, el minicooper, en un barrio a 9 km al sur del casino. Según publica el diario Excélsior, el atentado habría sido una venganza del cártel de Los Zetas porque el negocio se habría negado a pagar la extorsión semanal de 7.000 euros que le exigían. Pero más allá del móvil criminal, el crimen pone en tela de juicio la proliferación de los negocios de juegos en Monterrey, donde hay más de 50 casas de apuestas, muchas de ellas sin registro en la Cámara de Comercio, y un lugar ideal para lavar el dinero del narcotráfico.
Igualmente, estos casinos han sido en los últimos tiempos fruto de frecuentes ataques. El mismo casino había sido asaltado dos veces en este año, una en enero y otra el 25 de mayo pasado, cuando entraron a robar y tirotearon otros tres casinos. Al Royale además, el Ayuntamiento le había retirado la licencia de apertura apenas este 4 de mayo por no cumplir con los permisos necesarios pero un juzgado municipal le retiró la suspensión a los pocos días. El casino es propiedad de la empresa CYMSA y la familia Madero, ésta última parientes directos del anterior alcalde de la ciudad, Adalberto Madero, del Partido Acción Nacional, el mismo que el presidente Calderón.
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