Turismo: el pulpo de los mil tentáculos
Por Queralt Castillo Cerezuela
Caminar por el centro de Barcelona cada vez se parece más a caminar por el centro de Atenas o de cualquier otra gran ciudad europea. Starbucks, Zara, Mango, Adidas, Body Shop, L’Occitane y tantas otras cadenas de tiendas inundan las principales calles de cualquier ciudad de moda que se visite. El capitalismo y el turismo, de la mano, han uniformizado las ciudades, y ya resulta casi imposible distinguir Madrid de Berlín. Y no solo eso: las han prostituido de tal manera que incluso resulta imposible vivir en ellas. En España, el precio de los alquileres en ciudades como València o Málaga ha aumentado un 40% desde 2015; lo mismo ha sucedido en Madrid o Barcelona. Un mercado no regulado (con su consecuente aumento de apartamentos vacacionales) y una explosión turística de primer orden (en 2024 España ha batido su récord de llegadas desde que hay registros) constituyen el cóctel perfecto para la proliferación de entornos masificados y sobresaturados. En Barcelona ya es más fácil encontrar una tienda de batidos de cúrcuma con espinacas y semillas de chía que un bar en el que te pongan un cortado corto de café y con sacarina. El tejido vecinal se desgarra con cada apertura de un comercio para turistas y cada vez que un piso se transforma en un apartamento vacacional.
¿Una nueva forma de colonialismo?
El turismo de masas tiene mucho de colonialismo por diferentes motivos. En primer lugar, por el evidente: llegar a un lugar, absorber, de la manera que sea, sus recursos y arrasar con el modo de vida local. No es necesario remontarse a la historia: solo hace falta visitar en temporada alta islas como Mallorca o Ibiza para darse cuenta de cómo entre junio y octubre las islas dejan de pertenecer a los que las habitan. Por otra parte, es obvio quién viaja: si bien el imperialismo eurocéntrico de los siglos XIX y XX se ha desplazado ligeramente, son aún las clases acomodadas (en su mayoría procedentes de los países occidentales, pero también de países como India, China o Japón) las que se desplazan por placer. Por último, y a raíz del auge de las redes sociales, nuestras ciudades cada vez se parecen más a aquellas aldeas etnológicas del siglo XIX en las que se admiraba a humanos traídos de todos los confines del planeta. No en pocos enclaves los turistas se han convertido en espectadores de la vida local. Para huir de esos centros uniformizados, ahora los visitantes buscan la experiencia local, lo genuino; de ahí que ya encontremos turistas en barrios periféricos hasta ahora totalmente invisibles. El turismo no solo ha devorado el centro de nuestras ciudades, sino que ya hace lo propio con las periferias. En este zoo que propone una industria imparable que mueve miles de millones al año, poco puede hacer la ciudadanía para recuperar el territorio, si no es de la mano de las administraciones.
A principios del siglo XX, se pusieron de moda en Europa y en Estados Unidos los circos ambulantes con pigmeos. En ocasiones, estos eran mostrados a los visitantes junto a primates, en un ejercicio de racismo científico. En 1906, en el zoológico del Bronx, en Nueva York, el pigmeo Ota Benge, de 32 años, incapaz de continuar con su vida como animal de feria, se suicidó disparándose en el corazón. En lugares como Mallorca, Málaga, las Canarias o Barcelona, la ciudadanía no se ha pegado un tiro, pero, como el pigmeo Ota Benge, ya no aguanta más; y dice basta.
En un grito desesperado, este verano se ha producido un punto de inflexión: miles de personas en España han salido a las calles de diferentes ciudades para mostrar su malestar; para dejar claro que están hartas de pagar con sus impuestos mejoras para los turistas, hartas del precio de la vivienda, hartas de las terrazas que ocupan un espacio público que debería ser de todos y de todas, hartas de no poder ir a sus playas o de no poder pasearse por el centro; hartas de la contaminación acústica y ambiental. Hartas de todo. Están hartas de una industria que se enriquece a su costa y no solo no les deja ni las migajas, sino que empeora, a todos los niveles, su calidad de vida.
Llegadas masivas y la responsabilidad
El turismo constituye un 12,8% del PIB español (datos de Exceltur de 2023) y es uno de los principales motores económicos del país, al que resulta imposible renunciar. Sin embargo, las clases populares ya hace tiempo que miran con recelo a esta industria, que les quita derechos y ni siquiera les da nada a cambio.
Las administraciones, tanto españolas como de otros países, saben del descontento general e intentan suavizar la situación incrementando los gravámenes a las pernoctaciones o imponiendo ecotasas. En algunas ciudades, como en Venecia o Dubrovnik, se ha limitado el número de cruceros; y en Amsterdam se está construyendo un amarre de pasajeros alejado del centro de la ciudad. En la ciudad de Nueva York se ha puesto coto a los alojamientos Airbnb y en Barcelona, el alcalde Jaume Collboni (PSC) ha prometido acabar con los apartamentos turísticos de aquí a 2028. Nada de todo esto, sin embargo, parece funcionar; o no en la manera en la que espera la ciudadanía. Las cifras de gente que se desplaza por ocio no dejan de batir récords año tras año. Si bien el cambio climático y el aumento de las temperaturas están transformando algunas tendencias, nadie parece dispuesto a renunciar al viaje.
Este verano se ha producido un punto de inflexión: miles de personas en España han salido a las calles de diferentes ciudades para mostrar su malestar.
Quizás uno de los motivos por los que algunas de las medidas impuestas por las administraciones no terminen de funcionar tenga que ver con que lo que se hace por un lado se deshace por otro: el Gobierno español y AENA, por ejemplo, tienen en sus planes la ampliación de 13 aeropuertos en las principales ciudades españolas, lo que aumentará el número de llegadas. Tampoco se frena la adquisición de bloques enteros por parte de fondos buitres para convertirlos en apartamentos turísticos ni se regulan los alquileres ni el precio de compra de la vivienda para que la ciudadanía pueda vivir dignamente.
Un especial especialmente pertinente
En Público no queríamos dejar terminar el año sin abordar una de las cuestiones centrales de este 2024. Este ha sido el año en el que la ciudadanía española ha dejado claro que no puede soportar más los precios de los alquileres, la gentrificación y la masificación en sus barrios. La gente está cansada, buena muestra de ello han sido las manifestaciones de este verano a lo largo y ancho del país.
Evidentemente, no se han podido cubrir todos los tentáculos de este fenómeno llamado turismo en cuarenta páginas, pero se ha intentado abordar el tema desde diferentes perspectivas y enfoques. Se ha abordado el problema de la vivienda asociado al turismo, los inconvenientes que se están empezando a experimentar en la zona cantábrica a causa del cambio de tendencias vacacionales o el impacto en la salud física y psicológica para las personas que trabajan en el sector turístico. También se ha intentado reflexionar acerca del viaje y de conceptos como exotismo o aventura y se ha mirado hacia otros países para ver qué medidas se están tomando y si están funcionando o no. Como nunca nada es blanco o negro, también hay espacio en estas páginas para saber qué supuso la llegada a España de los primeros turistas allá por los años 60, en pleno régimen franquista; y se ha intentado analizar el impacto de las redes sociales y la Inteligencia Artificial en este sector.
Para saber más:
Wet floor (Libros de la herida)
Beatriz Aragón
Poemario. En Wet floor, Beatriz Aragón muestra sus vivencias como kelly, como empleada de la limpieza. Versos de precariedad laboral, pero también de justicia y dignidad. Toda una reivindicación de uno de los oficios fundamentales del sector turístico. En palabras de la también poeta Míriam Reyes: “Un libro que huele, mira y cuenta como pocos. Una voz que empapa y centrifuga la conciencia”
La invención del viaje (Alianza Editorial)
Juliana González-Rivera
En este libro, la periodista y especialista en literatura de viajes Juliana González-Rivera explora de manera poética y bellísima los inicios de los desplazamientos. ¿Qué nos mueve a movernos? ¿Estamos destinados a ello? Un libro-viaje evocador.
Verano sin vacaciones. Las hijas de la Costa del Sol (Piedra Papel Libros)
Ana Geranios
En Verano sin vacaciones, la periodista, escritora y camarera Ana Geranios explica cómo es su día a día de camarera. Nacida en Algeciras pero criada en San Pedro (Marbella), en plena Costa del Sol, sabe bien qué significa vivir en un lugar masificado. Su padre y su hermana también trabajaron como camareros, así que tiene una fotografía completa de cómo funciona el sector.
Estuve aquí y me acordé de nosotros (Anagrama)
Anna Pacheco
En un ejercicio a caballo entre lo periodístico y lo antropológico, la escritora y periodista Anna Pacheco analiza desde dentro las condiciones laborales de los y las trabajadoras de hoteles de lujo en Barcelona. Un trabajo de investigación breve pero imprescindible para saber cómo sobreviven los que sustentan el sector turístico.
Lacrónica (Penguin Libros)
Martín Caparrós
Porque se puede viajar de muchas maneras, y una de ellas es a través de las palabras. Martín Caparrós, uno de los mejores cronistas actuales selecciona en este libro sus mejores crónicas. Un viaje a través de diferentes países, pero también a través de decenas de historias contadas con la singular pluma del escritor argentino.
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