Este artículo se publicó hace 4 años.
España mañana seguirá republicana
Por Javier Durán
Guionista
-Actualizado a
Muchos años después, frente al pelotón de periodistas, la presidenta de la III República Española, Daniela Durán, había de recordar aquella tarde remota en que su padre la llevó a conocer el Himno de Riego.
[Flashback a: Interior salón día. “Villaverde alto, Madrid. 30 años antes”]
“Al dirigirme a todos los españoles con brevedad y concisión, en las circunstancias extraordinarias que en estos momentos estamos viviendo, pido a todos la mayor serenidad y confianza…”.
-¡Que se va… Que se va! ¡Venid!
“… Me acerco a todos vosotros esta mañana, a través de este mensaje, para transmitiros, con singular emoción, una importante decisión y las razones que me mueven a tomarla…”.
Daniela, con su disfraz de la princesa Elsa de Frozen, y su madre se sientan en el sofá a ver el discurso del rey.
-¿Pero esto no era en Nochebuena? Siempre dices lo mismo y luego nada.
“… El rey es el primer español obligado a cumplir con su deber y con estos propósitos. Por todo ello, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles… he decidido…”.
-¡Ay, que sí, que esta vez sí, que se va, como su padre!
“… poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de España.”
Felipe VI, y último, sigue dando su discurso pero ya nadie está escuchando.
“… Hoy comienza una nueva etapa de la Historia de Españ…”
Un grito de gritos, un grito que no se había escuchado en España desde el gol de Iniesta, lo silencia todo, incluso las palabras finales del monarca como monarca.
Lo que pasa a partir de entonces ya es Historia de España, con mayúsculas. Una Historia de España con mayúsculas hecha de pequeñas historias con minúsculas. Un momento histórico que cada uno recordará una y otra vez, cambiado, edulcorado y moldeado, como pasa con todos los recuerdos. La pregunta “¿Dónde estabas el día que la República volvió a España?” será recurrente y surgirá a menudo durante las sobremesas muchos años después.
Brindis, abrazos, aplausos, llamadas y mensajes a amigos y familiares, cercanos y lejanos, y lágrimas, muchas de alegría, pero también de tristeza por los que no están para compartir esa alegría. Mientras, como un ruido de fondo que ya no molesta, las imágenes del exsoberano se repiten en bucle en todos los hogares. Entonces, de repente, surge un deseo espontáneo y compartido:
-¡A la calle! ¡A la calle!
Unas palabras entre la definición de lo que ha pasado y lo que está aún por pasar. Millones de personas salen de sus casas al mismo tiempo, afluentes que van desembocando su alegría en una riada de personas con banderas y camisetas republicanas, que inunda las calles y las plazas de toda España.
La banda sonora de este día es el Himno de Riego que llena de música esta celebración, aunque una nostálgica de los años noventa acompaña a gritos el estribillo de la canción de Laura Pausini “Se fue, se fue”. Una banda sonora sólo interrumpida por los eslóganes coreados por la multitud: “España, mañana, seguirá republicana”, “No hay dos sin tres, República otra vez”, y el más celebrado entre risas: “¡Viva el Rey en el exilio! ¡Viva!”
Daniela le pregunta a su padre por esa música que suena en los balcones. Su padre le cuenta que es el Himno de Riego, el himno de España durante las Repúblicas y que se llama así por un militar, el general Riego, que luchó por la libertad contra un rey Borbón. Daniela sigue dándole vueltas a la explicación de su padre, pero en su mente le parece mucho más lógico que sea la música que se pone para el riego de las plantas. En las siguientes tres décadas, cada vez que riegue sus plantas, ésa será su magdalena de Proust, le vendrá ese recuerdo a la memoria y tarareará ese himno que transformaría su vida
Un fotógrafo está recogiendo la imagen que abrirá los informativos, los periódicos y los libros de Historia. Alguien, no se sabe quién, como suele ocurrir con las cosas más importantes, ha convertido unas simples flores aromáticas de lavanda en el símbolo de este día, de esta República, la tercera, pero que todos viven como la primera.
Hierven ya las calles con superhéroes de barrio adolescentes, con capas de la bandera tricolor. Poco a poco las banderas monárquicas, camaleónicas, van cambiando de color y se republicanizan, mimetizándose con el morado de las calles.
Y entonces Daniela tiene un capricho:
-Mami, yo quiero una capa con la bandera de 3 colores, ahora quiero ser una superheroína.
Le compran una pequeña bandera y se la anudan al cuello en forma de capa, la niña sale corriendo, como si se arrancase a volar; su madre sonríe para sus adentros recordando los versos de una de sus canciones favoritas: “Las niñas ya no quieren ser princesas”. Algunos viandantes miran esta marea morada desde la distancia, molestos por ver cómo su presente, el pasado, está dando lugar al futuro. Y en medio de este mar de ruido de celebración, una isla de silencio, un matrimonio ya mayor se abraza sin decir nada, sólo se miran a los ojos y lloran emocionados, y emocionantes. Daniela está agotada, su padre la sube a hombros y, desde esa posición de privilegio, se viene aún más arriba y como la superheroína que es, levanta su puño al aire.
Ella no sabe lo simbólico de su gesto, un gesto que cierra un ciclo que empezó al comienzo de la Transición, en 1976, con la mítica foto del niño que levantaba el puño en una manifestación comunista y que ahora, con la vuelta de la República, cierra esa larguísima transición definitivamente.
Es hora de volver a casa.
Antes de dormirse, su madre le dice a Daniela que hoy, en vez del cuento de buenas noches, le va a contar algo muy corto, pero muy importante. Serán unas palabras que se le quedarán grabadas: “Hija, se acabaron los reyes en España, a partir de hoy… los Reyes son los padres”. Una frase que ella misma, como presidenta de la III República, repetirá a su propia hija, tres décadas después, con una variación: “Hija, las reinas son las madres”