El PNV sufrió el pasado 9-M el mayor batacazo electoral en tres décadas. Los socialistas lograron casi 125.000 votos más que los nacionalistas y, comparando las cifras con las generales de 2004, resulta que el PNV perdió 115.000 sufragios. ¿A dónde han ido esas papeletas?
Los dos sectores que conviven en el PNV, el autonomista y el soberanista, comparten a grandes rasgos el análisis sobre lo ocurrido. Un miembro del Gobierno vasco lo explica a Público con las siguientes palabras: “Hay una parte de voto útil, que se ha ido al PSE para evitar que gane el PP. Ha existido también algo de voto de simpatía hacia los socialistas, por el atentado de Arrasate dos días antes de las elecciones. Pero la mayor parte de las papeletas perdidas por el PNV está en la abstención”.
Los datos parecen confirmar dicha argumentación. En municipios medianos que son feudos tradicionales del nacionalismo, como Gernika o Bermeo, la abstención superó el 39%, seis puntos y medio por encima de la media de Vizcaya. Mientras que en territorios del PSE, como Barakaldo, la abstención se quedó por debajo del 32%.
Pero el análisis compartido sobre lo ocurrido el 9-M no significa que en el PNV haya también coincidencia a la hora de explicar las causas del bajón electoral. ¿Por qué se han quedado en casa esos votantes potenciales?
Contra el frentismo
Los autonomistas del PNV sostienen que el problema está en la sobredosis ideológica que han recibido en los últimos años los ciudadanos vascos, una sobredosis que resulta imposible no identificar con las propuestas soberanistas del lehendakari, Juan José Ibarretxe.
El nuevo presidente del PNV, Iñigo Urkullu, ya apuntaba en esa dirección en unas declaraciones realizadas el pasado viernes: “Quizá no hemos leído bien que la sociedad vasca se mueve en otros esquemas no tan ideologizados políticamente, que puede estar pensando en otras cuestiones del día a día”. Y ayer, ante la Asamblea Nacional del partido, fue aún más tajante al señalar que los ciudadanos han dicho que “no quieren frentismos, ni confrontación y lo que reclaman de los partidos políticos es, sobre todo, la voluntad de acuerdo político”.
Nacionalismo del bienestar
Los soberanistas del PNV, por contra, culpan del fiasco electoral al discurso moderado impuesto por la dirección del partido durante el mandato de Josu Jon Imaz, desde enero de 2004 hasta diciembre de 2007. “Estamos sufriendo la herencia de Imaz, sus cuatro años deintentos de cautivar a España”, dice un destacado militante.
Esa moderación ha tenido su reflejo en la campaña del 9-M, que no ha girado sobre la propuesta de Ibarretxe. El miembro del Gobierno vasco consultado por este diario destaca que “la campaña se ha hecho vendiendo nacionalismo del bienestar. Que si en Euskadi hay menos paro, que si aquí existe menos fracaso escolar, que si los vascos somos muy solidarios y donamos más riñones que nadie… ¿Resultado? Un fracaso”.
La discrepancia sobre las causas de la derrota lleva, lógicamente, a proponer soluciones diferentes. Los autonomistas verían con agrado un futuro gobierno de coalición en Euskadi con el PSE, lo que inevitablemente pasa por evitar el conflicto institucional que supondría convocar una consulta popular sobre el derecho de autodeterminación sin
permiso del Gobierno central.
Los soberanistas, por su parte, consideran que a la “indefinición” del PNV durante los últimos años hay que responder con un discurso nítido. “La sociedad no está visualizando con claridad el proyecto del PNV. No hemos sabido explicar bien por qué queremos el derecho a decidir”, declaró a Radio Euskadi el dirigente guipuzcoano Joseba Egibar.
En todo caso, en el PNV son muchos los convencidos de que el lehendakari pedirá en junio permiso al Parlamento vasco para convocar la consulta. Ha dado su palabra y la cumplirá. ¿Y si el partido no le deja? “Entonces, convocará elecciones de forma inmediata”, responden en el entorno de Ibarretxe. Claro que, de aquí a junio, el tablero vasco puede moverse. Eso piensan al menos en la sede del PNV, donde están convencidos de que ETA volverá a realizar alguna oferta al Gobierno. La situación de la izquierda abertzale es cada vez más desesperada. Está acorralada política y policialmente. Y cada día que pasa se acerca más al escenario dibujado por el ex dirigente etarra Antxon, quien ya en 1992 advirtió de que además de “perder la batalla militar”, existía el riesgo de “perder la batalla política”.
Por eso, en el PNV, creen que ETA tiene que hacer algo. Y destacan el artículo aparecido en el diario Gara un día después de las elecciones bajo un significativo título: “PSOE e izquierda abertzale, condenados a entenderse”. Claro que, en este momento, ese análisis parece ser sólo un deseo. Y es que en Moncloa son tajantes: “No hay nada más que hablar con ETA, lo único que tiene que hacer es dejar las armas”.
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