Hasta ahora, sólo un testigo había regresado al Palestina, el hotel en el que el 8 de abril de 2003 murió el cámara José Couso tras el impacto de un proyectil estadounidense. Era Jon Sistiaga, su compañero en la cobertura de la invasión de Irak. Hizo un reportaje en el que el edificio casi se convirtió en un personaje más. Los otros tres periodistas que fueron testigos de lo que ocurrió aquel 8 de abril volverán este viernes por primera vez después de ocho años. Dos de ellos ni siquiera habían vuelto a pisar Irak.
Los cuatro -Sistiaga, Olga Rodríguez, Carlos Hernández y Jesús Quiñonero- se han desplazado a Bagdad con la comisión judicial encabezada por el juez Santiago Pedraz para comprobar in situ la visibilidad que tenían los carros de combate del Regimiento de Blindados número 64 de la Tercera División de la Infantería Acorazada cuando uno de ellos viró su cañón y apuntó contra el hotel en el que se alojaba la prensa internacional.
Para ello, los abogados de la acusación, Enrique Santiago, Antonio Segura, Raúl Maíllo y Pablo Die, con su visado de última hora en el bolsillo, vienen provistos del mayor objetivo que han encontrado en el mercado, una lente de 400 milímetros cuya capacidad no alcanza ni a la mitad de lo que se veía desde el tanque. Después, un perito en física lo someterá a un programa informático y acreditará qué distinguía el tanque dirigido por el sargento Thomas Gibson, que disparó contra el Palestina tras recibir la orden del capitán Philip Wolford, que a su vez la obtuvo del teniente coronel Philip de Camp, según consta en los autos de procesamiento.
Con sentimientos encontrados, los cuatro testigos se enfrentan a una dura prueba: reproducir un día que todos querrían olvidar. Pero pesa más la profesionalidad, el querer ayudar a la familia de Couso y la confianza en que con esta prueba se da un paso de gigante en intentar que lo que ocurrió no vuelva a pasar; en que nunca más se intente amedrentar a la prensa disparando contra ella.
Para ello, tratarán de despejar cualquier duda que pueda albergar el juez (o en su día la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional) de que en el Palestina no había colaboradores que alertaran al maltrecho ejército iraquí de dónde tenían que apuntar. Lo han negado cada vez que han acudido a declarar, pero cuando archivó el caso, la Sala dio por buena esta versión, la última ofrecida por Estados Unidos para justificar el ataque.
Ayer mostraron un vídeo al juez en el que, a través de crónicas, se comprueba cómo los tanques estadounidenses llevaban al menos tres horas en el puente Al-Jumhuriya y que siempre, salvo cuando mataron a Couso, disparaban hacia el lado contrario de donde estaba el hotel. De hecho, ese día, recuerdan Carlos Hernández y Olga Rodríguez, sus primeras noticias hablaron de un ataque iraquí, porque en la confusión del momento les parecía imposible que Estados Unidos hubiera sido quien les había disparado cuando respondía a ataques tan lejanos del Palestina.
Para reconstruir ese 8 de abril, la comisión judicial ya tiene el programa de este vernes: visitar el hotel, donde se reunirá con el juez iraquí Shihab.
Ahmed Hussein y el diplomático del país Sarhad Fatah. Un testigo u otro miembro de la comisión se quedará en la habitación 1403, en la que Couso grababa la entrada del ejército estadounidense en Bagdad. El resto irá al puente, desde donde el tanque disparó a las cadenas de Al Jazira y Abu Dhabi, y media hora después, poco antes de las 10 de la mañana del 8 de abril de 2003, contra el Palestina.
Los únicos que vieron ayer Bagdad fueron el juez Pedraz y la secretaria judicial. Una quincena de magistrados del Tribunal Supremo iraquí, junto a otras autoridades del país, les ofrecieron una comida en la que trasladaron su disposición a colaborar con el juez español, aunque sin hacer referencia concreta al ‘caso Couso’. Pedraz aprovechó el día para visitar el hotel Palestina. Durante la jornada, 50 personas murieron en un nuevo atentado en la capital iraquí. Los periodistas que acompañan a la comisión judicial aguardaban en su hotel y consultaban el suceso a través de internet. Sólo los ‘geos’ que escoltaron al juez en vehículos blindados y unas detonaciones controladas, que hicieron tambalearse la estructura prefabricada del hotel, les recordaron dónde se encontraban.
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