Entrevista a Mara Torres"El futuro se ve mejor mirando al pasado"
Madrid--Actualizado a
La periodista Mara Torres (Madrid, 1974) alumbra las noches de la radio, pero ya no atrae a las almas errantes, como sucedía en Hablar por hablar, el insólito confesionario de noctámbulos e insomnes. Tras su premiado paso por La 2 Noticias, la locutora volvió a las madrugadas de la cadena Ser con un formato novedoso donde todos hablan, pero no por hablar.
En El Faro plantea un tema para que expertos y oyentes diserten desde una perspectiva original sobre el asunto, también abordado por los gatopardos, nombres propios que se prestan a una conversación larga y tendida. Un concepto que puede ser la revolución o el destino, hoy parado en la estación del coronavirus.
La autora de las novelas La vida imaginaria y Los días felices (Planeta) toma el testigo del aventurero Jesús Calleja —quien advierte de que "cuando el cambio climático nos dé un susto de verdad, no habrá vacunas y el colapso será total"— en la serie de entrevistas sobre la España y el mundo que vienen tras la pandemia, Hoy es el futuro.
Álex Grijelmo le decía que "las palabras son la ropa de nuestro pensamiento". ¿Qué es la voz?
La voz puede ser el espejo del alma. Al final, delata casi todo lo que te pasa. Por mucho que aprendas a manejarla como instrumento, acaba siendo muy sincera. Si estás nervioso, es difícil que no te tiemble. Si estás triste, se te mete para dentro. Si estás eufórico, sale con toda su plenitud. La voz cuenta mucho de ti.
Los chats no reflejan el timbre trémulo, ni esa bajada al pozo, ni la algarabía del regocijo.
Con las nuevas formas de comunicarnos, hemos ido pasando por un montón de fases. Antes, como había que pagar los SMS, enviábamos pocos y cuidábamos mucho lo que decíamos. Cuando apareció Whatsapp o Telegram, nos volvimos locos escribiendo. Y ahora mucha gente se comunica a través de mensajes de audio. Probablemente el futuro —aunque en realidad ya es el presente— pase por ahí: tú envías una grabación y tu interlocutor puede escucharla o convertirla en texto para leerla.
En su programa recuperó el magnífico reportaje de David López Frías sobre María la Portuguesa. Él le comentaba que la copla de Carlos Cano está inspirada en "un suceso que había pasado desapercibido, porque fue un incidente de fronteras, cuando había fronteras". ¿Seguirán existiendo o caerán algún día?
En vista de los acontecimientos más recientes —y no me refiero a la covid-19, sino a los migrantes recorriendo Europa, cuyas imágenes me siguen estremeciendo—, creo que no van a caer las fronteras. Los procesos de globalización han provocado que necesitemos encontrar una identidad en espacios más pequeños, donde sentirnos muy identificados. Al contrario, me da la sensación de que se van a seguir levantando más fronteras, a mi pesar.
¿Cuál es la historia que le ha llegado más adentro?
Es dificilísimo elegir una sola. Si me centro en estos dos años de El Faro, la vida de María de la Portuguesa —que ni era María ni portuguesa— me impresionó. ¿Otra reciente? El filólogo Anton Maria Espadaler me habló de El Roman de Flamenca, la novela medieval que inspiró el disco de Rosalía El mal querer. Todavía hoy mantiene su vigencia: un marido, una mujer y una amante acaban comiendo perdices. La primera historia de poliamor del medievo que me han contado.
Alumbramos temas y buscamos entrevistados atractivos para nuestro público. Cada noche me fascina la historia de un oyente. El otro día, un arqueólogo nos habló sobre Uruk, construida 4.000 años antes de Cristo y considerada la primera ciudad [ubicada en Mesopotamia, cerca de la actual Bagdad]. Un relato deslumbrante...
¿Y qué le ha sorprendido de los oyentes?
Lo que más me alucina no son sus historias, sino que acabemos conociéndolos a través de sus notas de audio. Me sorprende que en un minuto puedan construir su vida entera.
Todo parte de una palabra, de un concepto o de un tema, jugando con las acepciones, los paralelismos, los dobles sentidos, la traslación a diversos terrenos…
La idea del programa plantea dos conceptos enfrentados: el agua y la tierra, el día y la noche, la luz y la oscuridad. Ese lugar estratégico donde están los faros. Queríamos desarrollar un tema desde la experiencia profesional y la cotidiana, dándole la misma importancia a ambas, pues están entrelazadas. En el fondo, todos estudiamos acerca de la vida.
Presentó Hablar por hablar con veintiséis años. Aunque ya tenía tablas, ¡lo que hay que oír!
Cuando lo empecé a dirigir era jovencísima, si bien antes ya lo había presentado durante cuatro veranos. La audiencia se disparó y quizás la clave fue que yo fundamentalmente escuchaba, porque apenas sabía nada de la vida. Todo me atraía y me sorprendía. No quería dar mi opinión porque entonces no tenía una opinión formada.
"Me sorprende que la gente sea tan exhibicionista en las redes sociales y cuente su intimidad a desconocidos"
Pese a la ser la directora, yo era una oyente más, aunque controlaba los tiempos y el orden de las historias, compensando las emotivas con las divertidas. Mi papel era escuchar.
Abandoné Hablar por hablar porque ya habían dejado de sorprenderme las historias.
De hecho, acabo un proyecto cuando no tengo nada más que aportar, como me sucedió con La 2 Noticias. Nunca he considerado un trabajo como una plataforma para ir a otro lado, sino para disfrutarlo en sí mismo. Ahora bien, cuando se agota, me planteo el cambio.
¿Ahora la gente se desahoga o se desfoga más en internet?
Las redes sociales han cambiado el concepto de privacidad. Contar tu intimidad a desconocidos antes era patrimonio exclusivo de la radio, el único canal o herramienta existentes junto junto a las cartas al director de los periódicos. Ahora, la gente no solo cuenta en las redes lo que le pasa, sino que también enseña su casa, su vida y lo que piensa. Han cambiado los conceptos de esfera pública, privada e íntima. No obstante, la radio sigue teniendo mucho sentido y ofrece otras posibilidades al oyente.
Le gusta la noche. De hecho, fue una de sus condiciones para volver a la Ser. ¿La madrugada es la franja horaria ideal para la radio? Quizás en ese momento, con menos distracciones, la gente presta más atención.
Quería la noche porque es el lugar donde puedes experimentar. En todo caso, el secreto de la radio es que es el único medio que puede acompañarte durante las veinticuatro horas, hagas lo que hagas. Por eso sigue siendo la mejor compañía.
La radio nocturna, pues, como laboratorio de ensayo.
Para inventar algo, el mejor espacio es la madrugada, porque puedes probarlo todo. Y la complicidad que se alcanza con los oyentes hace que se conviertan en uno solo. Además, en El Faro sentimos que estamos desarrollando un proyecto común entre el equipo y la audiencia.
Ahora, gracias a los podcasts y a la programación a la carta, pueden escucharle dónde y cuándo sea, incluso de camino al curro. Aunque el puesto de trabajo debe estar muy lejos, porque su programa dura dos horas y media.
En cambio, su formato —con entrevistas cortas de siete minutos y audios de los oyentes de un minuto— hace que sea muy difícil desengancharse: ¿en qué momento dejas de oírlo? La gente lo escucha mucho en casa, pero también mientras hace deporte, camina o conduce. Durante el confinamiento se ha enganchado muchísima gente.
Según ustedes, las descargas se cuentan por miles y miles.
La noche no distrae a la audiencia, aunque nos ha sorprendido la gran cantidad de descargas que se hacen durante el día, lo que nos hace pensar que también resulta atractivo para escucharlo a cualquier hora. Por no hablar de los oyentes internacionales, muchos de los cuales participan en el programa.
Entre los habituales, hay gente que vive en ciudades como Nueva York o Sídney y en países como Vietnam o Finlandia. Tocamos temas tan cotidianos que una persona residente en Hong Kong puede sentirlos cercanos.
Si este es el presente, ¿cómo será el futuro de la radio?
Volví a ella porque le veo mucho futuro. Durante el confinamiento se ha confirmado como el gran medio, el que verdaderamente está a tu lado, el que combina una parte informativa y otra de entretenimiento, en perfecta simbiosis... En este tiempo tan duro, hartos de noticias tristes y sin luz ni esperanza por ningún lado, de repente volvió a aparecer la radio para hacernos compañía.
¿Estamos solos? ¿Lo estaremos más? ¿Las redes son una compañía ficticia?
Sí, estamos solos, pero no lo digo contra el ser humano del siglo XXI, sino consciente de que las grandes decisiones de nuestra vida —aunque las compartamos con alguien— acabamos tomándolas en soledad. Cuando te metes en la cama por la noche, pese a que tengas a alguien a tu lado, vuelves a estar sola contigo mismo. En el fondo, es muy importante ese tiempo en el que estamos solo nosotros...
¿Las redes son una compañía ficticia? Los falsos amigos...
Depende. Todo el mundo sabe diferenciar perfectamente entre sus seres queridos y quienes están en su Whatsapp porque un día te mandaron un mensaje, pero no forman parte de tu vida. La gente no está tan engañada con las redes sociales como creemos o nos quieren hacer creer. O sea, sabe a qué red pertenece, como yo sé quiénes son mis verdaderos amigos en Facebook o Instagram. En realidad, la importancia se la dan los medios y los políticos.
"Tras la pandemia aumentará la desconfianza hacia los desconocidos. Pero en el fondo le tenemos miedo al virus, no al otro"
Fíjate en Twitter, donde todo está demasiado mezclado y se dispara sin pensar demasiado. No obstante, me sorprende el nivel de exhibicionismo de muchas personas, quienes enseñan cómo es su vida y lo que piensan. En ese sentido, estamos tan solos o tan acompañados como siempre.
¿Habrá que pagar por oír la radio como por leer un periódico?
Vaya, vaya… Una oyente se planteó si tendría que pagar por participar en El Faro, cuando yo pensaba que preguntaría lo contrario: ¿qué pasaría si nos tuviera que pagar Mara por colaborar en su programa? Antes, con un transistor, solo gastabas las pilas. Sin embargo, en internet nada es gratis, empezando por la conexión. Quizás en el futuro si quieres consumir algo habrá que pagarlo.
Al margen de la radio convencional, muchos podcasts recurren al mecenazgo de instituciones, como Catástrofe Ultravioleta; o emiten en abierto pero solicitan el apoyo de los oyentes, como Con Todos Dentro, el programa de Celia Blanco. Me imagino que también pagarían por escuchar a Mara Torres.
Aunque le dedicamos un programa a lo gratis, no me había planteado la gratuidad de El Faro. No sé qué pasará con la radio, pero sí lo que ha ocurrido con el cine y las series, con la música y con la prensa: cuando te interesa algo, estás dispuesto a pagar por ello.
La experiencia me hace ver lo que ha sucedido en otros sectores desde que se estableció este sistema de pago, lo que nos hace sentir a todos mucho mejor. En realidad, no tengo una respuesta, por lo que más que una afirmación es un interrogante.
Nata, la protagonista de su novela La vida imaginaria (Planeta), se reinventa tras romper con su pareja. Usted ha hecho lo mismo, alternando la radio y la televisión, mas volvió a la Ser para seguir escuchando a la gente. Antes, anónima. Ahora, con nombre y apellidos, aunque unos son conocidos y otros no. ¿Todos queremos que nos escuchen?
Yo no he vuelto para escuchar a la gente, sino para aprender de la gente.
Me refiero a los participantes, a los entrevistados y a los oyentes en general.
La gente no participa en El Faro para que la escuchen, sino que forma parte del programa para aportar algo, normalmente lo que sabe. Aquí no hay confidencias: hablan para construir una mirada poliédrica sobre un tema. Cuando le propones uno concreto, siempre buscan perspectivas originales. Es decir, algo que no vayan a contar los demás, al igual que hacen los expertos.
"Yo no he vuelto a la radio para escuchar a la gente, sino para aprender de la gente"
Y luego contamos con el Gatopardo, porque nos gusta escuchar con calma a invitados tan generosos. Cuando llegan al estudio, vienen dispuestos a regalarme una conversación larga, tranquila y sin cortapisas.
Cuando decía que la gente quiere que la escuchen, también hablo del tendero o del tabernero que, más allá de lo que vendan o sirvan, también ejercen de psicólogos, confesores u oyentes. Como sucedía en Hablar por hablar.
Algo que no ocurre en El Faro, cuyo concepto es diferente. En todo caso, ahora todos los programas tienen llamadas de oyentes, especialmente durante el confinamiento, que cuentan cosas que antes solo estaban reservadas a la madrugada. Nosotros, en cambio, queríamos hacer algo diferente. No abrimos el teléfono para ver qué se les ocurre, sino que los ceñimos a un tema concreto.
En la novela Los días felices (Planeta) plantea que el mundo cambia y, cuando nos percatamos, es otro diferente. Usted narra la vida del protagonista, de cinco en cinco años, a través del día de su cumpleaños. ¡Lo que cambiarán tantas vidas en solo cinco meses!
¡Imagínate! Ahora bien, ¿nos cambiarán cinco meses o es demasiado poco tiempo? Porque los cambios son lentos y paulatinos. Quien nota nuestra transformación no es el espejo, sino las fotos. Quizás en cinco meses cambiarán pequeñas cosas. Por ejemplo, el 11-S modificó los hábitos en los aeropuertos. Tras el coronavirus, creo que no volveremos a dar dos besos a quienes no conozcamos. Iremos con mascarilla...
Una mascarilla no necesariamente física, sino psicológica y mental.
Claro. Del mismo modo que seguiremos dando dos besos, pero no a los asistentes a una reunión de trabajo, sino a las personas cercanas. Por cierto, antes hablabas de la necesidad que tenemos de ser escuchados... Cuando escribí La vida imaginaria —a pesar de que nunca pensé que iba a publicar la novela—, me había dejado una pareja y necesitaba inventarme a un personaje que me escuchara. Al final, cuando escribes, necesitas que alguien te escuche o te lea, aunque sea pura ficción.
Infelizamente, ha cambiado la relación con la muerte. ¿Sucederá lo mismo con el amor? Me refiero a los primeros encuentros, a los ligues, a la búsqueda o al hallazgo de nuevas parejas…
Internet ha alimentado un montón de fantasías y convertido en relaciones de pareja el vínculo de dos personas que solo se comunican por Whatsapp, Telegram o redes sociales.
¿El coronavirus aumentará el uso de aplicaciones de citas y encuentros o se resentirán por la desconfianza hacia los desconocidos?
Vamos a ver los dos escenarios: se intensificarán las relaciones que no necesitan el contacto físico y aumentará la desconfianza hacia los desconocidos. Este escenario es excepcional y, probablemente, no volvamos a vivir otra pandemia mundial en nuestra vida. En el fondo, le tenemos miedo al virus, no al otro.
Usted reflejó la pérdida de un ser querido en Sin ti. Cuatro miradas desde la ausencia (Alfaguara). ¡Cuántas visiones y cuántas historias podrían escribirse ahora!
Uno de los grandes dramas de esta pandemia ha sido la muerte en soledad. Pese al trabajo extraordinario de los sanitarios, muchas personas fallecieron sin estar rodeadas de sus seres queridos. Ellos no se han podido despedir, ni les han dado el pésame, ni tampoco han recibido un consuelo... ¡Con lo importante que es un abrazo y vivir acompañada un duelo!
Usted ha dedicado un programa a los perros y, de hecho, tiene uno: Batman. ¿Nos relacionaremos más con los animales domésticos y mantendremos las distancias con los humanos? ¿La pandemia nos unirá más a las mascotas y la gente optará por su compañía?
La gente ya está muy unida a los animales. De hecho, se llaman animales de compañía: un perro, un gato o un periquito [risas].
Esta temporada abordará 150 temas, desde el silencio hasta el deseo. ¿A cuál no le dedicaría nunca un programa?
Yo podría dedicarle un programa a cualquier tema.
¿Qué cuestiones deberían abordar los ciudadanos y los políticos?
Los ciudadanos tenemos el reto de la responsabilidad individual en pro del bien común. Si somos responsables con nosotros, también lo seremos con la comunidad. Cuidarte a ti supone también cuidar al otro.
"Estamos solos, pero no lo digo contra el ser humano del siglo XXI, sino consciente de que las grandes decisiones de nuestra vida acabamos tomándolas en soledad"
En cuanto a los políticos, el asunto está difícil… La pandemia del coronavirus los ha pillado desprevenidos.
Habrá que ver las consecuencias políticas, pero a la vista de todos estaba que era necesaria la unidad. Y, sin embargo, no la hemos visto… Voy a ser más radical: una circunstancia excepcional como esta exigía unidad. Y empleo el verbo exigir porque era lo que esperábamos.
¿El futuro se otea mejor de noche y desde las alturas?
El futuro se ve mejor mirando al pasado.
¿Cuál es su faro y hacia dónde navega la sociedad actual?
No hay un único faro, sino muchos. La sociedad está viviendo todavía el cambio que ha supuesto internet. Parece que lo hemos asumido, pero es uno de los grandes inventos de la historia, al nivel del fuego, la rueda, la escritura o la imprenta. Igual que somos testigos de la pandemia del coronavirus, también lo fuimos del nacimiento de una invención que ha cambiado la historia y ha supuesto una revolución.
"Quería trabajar en la radio de madrugada porque puedes experimentar, probarlo todo e inventar algo"
Desde los años noventa, el ser humano aun está navegando en esas aguas, donde se configura un nuevo orden que responde a muchas de las preguntas que me has hecho. Y surcando esas aguas, que no son turbulentas, estamos descubriendo un nuevo mundo.
Aunque una luz y una guía sean más necesarias que nunca, ¿cómo llamaría ahora a su programa?
Lo llamaría El Faro [risas]. Precisamente porque esa luz es más necesaria que nunca.
Si perdiese la voz, ¿seguiría haciendo radio?
Antes te decía que la voz es el espejo del alma y un reflejo de nuestras emociones, pero también creo que los grandes referentes radiofónicos de este país no solo son una voz, sino también lo que dicen.
Me refería a que, si alguien perdiese la capacidad del habla, hay programas de conversión de texto a voz. O sea, podría seguir haciendo radio. ¿Cuánto vale la palabra y cuánto el sonido?
Lo verdaderamente importante es lo que dices. Fíjate en la voz que tenía José María García y, sin embargo, era un referente total de la radio. Lo que dices hace tu voz bonita, o interesante, o estridente...
Sucede igual con la música: letra y melodía. Así, nos pueden gustar canciones de músicos extranjeros pese a que no entendemos su idioma. Y, en el mejor de los casos, a veces la dicción de algunos resulta incomprensible.
Con esto retomamos la primera pregunta: la voz transmite mucho de lo que tú eres, pero no significa que deba ser bonita, sino tener personalidad. De hecho, Joaquín Sabina te puede seguir gustando hoy lo mismo que cuando tenía una voz nítida y melodiosa. Poco importa que ahora se le haya arrugado: Sabina es Sabina.
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