Entrevista a Carmen Durán"María Soliña somos todas las mujeres que hemos sufrido el acoso y el abuso de poder"
Madrid--Actualizado a
La soprano Carmen Durán (Vigo, 1958) interpreta a una mujer acusada de brujería por la Inquisición en María Soliña. Ópera nun acto, que se representará en el Auditorio de Cangas (Pontevedra) el 8 y el 9 de mayo. Apasionada por Gustav Mahler y el lied, la artista gallega se siente identificada por la legendaria figura gallega, torturada y condenada en 1621 tras un proceso fomentado por la burguesía y la Iglesia para hacerse con sus bienes bajo falsas acusaciones.
Se formó en la Escuela Superior de Canto de Madrid y en el Centro di Perfezionamento per Artisti Lirici de la Scala de Milán, pero desarrolló su carrera artística en Alemania, donde fue soprano titular del Theater der Stadt (Heidelberg). ¿Tan mal estaba la situación en España?
Sí, porque a finales de los setenta aquí no había nada: ni conservatorios, ni auditorios, ni… Cuando terminé de formarme, tenía que hacer oficio y en Alemania los cantantes cantan como los panaderos hacen pan. Allí hay ópera todos los días del año, tanto en ciudades grandes como pequeñas. El cantante es un trabajador más, algo positivo porque esa ausencia de divismo te baja los humos. La disciplina teutona marca, lo que supone un aprendizaje importantísimo.
Se empapó del repertorio de Brahms, Mahler y Strauss y se especializó en canto liederístico (poemas musicados con voz y piano), aunque terminó adentrándose en las Bachianas brasileiras (Heitor Villa-Lobos) en clave jazzística y en el folclore gallego.
En realidad, nunca abandoné la cultura gallega y siempre la he incluido en mi repertorio.
De hecho, llevó a Alemania los poemas de Rosalía de Castro y de Curros Enríquez, así como las cantigas medievales.
Por supuesto. De ahí mi ilusión por interpretar O arame, la primera ópera en gallego del siglo XXI, pues me otorgaba una libertad que no me daba el lied.
Le interesa la palabra, de ahí su querencia por el lied. Una palabra que para usted es contenido, pero también sonido, o sea, música.
En el mundo del lied cuenta la pureza de la expresión emocional a través de la palabra. La voz no tiene ninguna importancia y el cantante es un instrumento del poeta y del compositor, de ahí su estatismo sobre el escenario. Si cantas lied, no puedes hacer trampas: es el piano, la música y la voz. Nada lo puede perturbar, pues encarna la esencia del canto lírico.
Sin embargo, debe resultar complejo que el texto esté por encima del canto, es decir, que la voz le ceda tanto protagonismo a la palabra.
No, es una cuestión técnica y de actitud. Cuando interpretas un lied, tienes que someterte a una disciplina vocal absoluta. Es una labor de humildad, por eso no todos los cantantes líricos son buenos cantantes de lied, porque para la mayoría la voz resulta muy importante.
¿Cuál es el secreto de la palabra? ¿Dónde se esconde? ¿O no hay hallazgo sino búsqueda constante?
Yo me pasaré el resto de mi vida tratando de encontrar la esencia de mis composiciones favoritas. Es una misión, de ahí que sea fascinante y nunca canse. Por otra parte, mi pasión por las letras me llevó a matricularme en Lingüística y Literatura Alemana en la Universidad de Heidelberg, donde también trabajé como profesora y me especialicé en el primer romanticismo alemán, investigando el papel de la mujer en aquellos círculos.
Antes citó O arame, la ópera que estrenó en 2008. Aquel retrato del fracaso vital da paso ahora al perfil de María Soliña, una mujer valiente, pero víctima de su tiempo.
Fue víctima de su tiempo, como el resto de las mujeres hemos sido víctimas de todos los tiempos. Es una constante en nuestra vida, aunque en su época se produjo un cambio muy importante en el Estado y en la Iglesia, pues empezaron a querer controlarnos. Antes, en la Edad Media, las brujas tenían cierto poder en el rural y podían trabajar como parteras o curanderas. En cambio, durante los siglos XVI y XVII hubo una persecución tremenda.
María Soliña fue una víctima de su tiempo, pero también una mujer valiente y revolucionaria, especialmente mi María Soliña, quien lee y usa la poesía como arma. A veces, cuando me peleo con el Inquisidor, me parece que estoy enfrentándome a Santiago Abascal. Un momento catártico en el que, como niña de la dictadura que sufrió la represión, acuso al franquismo, a la Iglesia y al sistema educativo del Movimiento Nacional. De hecho, al colegio y al instituto donde estudié los sigo llamando "la cárcel".
Usted es soprano lírico spinto, un matiz que le permitirá abordar un personaje tan dramático como María Soliña.
Siempre he sido la soprano de todas las mujeres que se suicidaron para salvar a los tenores. Tengo una voz muy flexible con gran capacidad dramática y con un color capaz de describir a una mujer fuerte y definida como ella. Soy como una heroína de Verdi que se sacrifica por una causa.
María Soliña, un personaje con un pie en el terreno de la leyenda.
Es un mito. Celso Emilio Ferreiro la hizo famosa con su poema, pero no me interesa la María Soliña que está en el imaginario colectivo: ai, que soliña quedache, María Soliña. Ella no es una víctima, sino una mujer que se defiende de su acosador: "No me interesa tu religión, sino la poesía, la naturaleza y el amor". Ojo, hablamos de mi María Soliña, no de la pobre María Soliña [risas].
Luchó contra el patriarcado y el machismo. ¿Mantiene su vigencia? ¿Se siente identificada con el personaje?
María Soliña somos todas las mujeres que hemos sufrido acoso laboral —también en el mundo de la ópera, aunque no se hable de ello— y maltrato. Por eso hay que seguir denunciando el abuso de poder.
La doctora en Filosofía Chis Oliveira Malvar sostiene que las condenas como las que sufrió ella respondían a una "política de control social" sobre "mujeres no domesticadas, sabias e independientes".
Silvia Federici, a menudo citada por la propia Oliveira, ha documentado de manera rigurosa un proceso de persecución sistémico contra las mujeres desde que surge el capitalismo.
¿Sigue habiendo muchas Marías Soliñas?
Millones y millones. Mientras estoy hablando, están sufriendo el dolor y la impotencia de María Soliña. Seguiremos en la lucha porque todavía queda muchísimo por hacer y no nos vamos a rendir.
Hoy la bruja es un icono feminista que encarna la liberación.
Actualmente en Salem las brujas presumen de serlo y en Escocia la abogada Claire Mitchell ha exigido que el Parlamento indulte a 2.500 mujeres asesinadas por brujas. Cada vez hay más voces que quieren remover la historia y hacer justicia.
Su marido, J.R. Bustamante, es autor del libreto, además de tenor heroico y musicólogo. Le viene de familia y todo queda en casa, porque sus padres eran cantantes de zarzuela y su hermano, Juan Durán, compositor.
Mi madre cantaba en el coro y mi padre, barítono, en el Teatro García Barbón de Vigo. De él heredé su dote e ingenio, porque he de confesar que yo no quería ser cantante sino profesora de literatura, pero el talento se cruzó en mi camino [risas]. Bustamante es nuestro factótum. Ha sido un gran fichaje, necesario para emprender esta aventura. Porque detrás de esta ópera hay una pandilla de locos que ha unido esfuerzos e ideas para llegar hasta aquí.
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