Entrevista a Andreu Buenafuente"Estábamos anestesiados por el falso estado de bienestar"
Madrid--Actualizado a
Diez minutos antes de hablar con Andreu Buenafuente (Reus, 1965), propone hacer la entrevista por Zoom, pero desconozco qué es eso. Me excuso: "Lo siento, mejor por teléfono, que me ha pillado con el traje de los domingos sin planchar". Precisamente, el día elegido por la madre del showman para alumbrarlo un enero de 1965. Aunque sugiera lo contrario, no le pesan los años, ni los kilos, ni los disgustos, ni los miles de programas, ni siquiera su niña en brazos.
Que el entrevistador hable en primera persona queda cutre, pero —sin que sirva de precedente— más miserable resulta sentirse desorientado y aturdido en la desvestida selva de las videoconferencias, por no hablar del atuendo doméstico y legañoso impuesto por el confinamiento. Él, en cambio, está acostumbrado a ellas, un recurso que le ha permitido seguir haciendo Late Motiv cada noche en el canal #0.
De sus experiencias en el late night ha ordeñado un libro, Reír es la única salida (Harper Collins), cuyo título indica la dirección que debemos tomar. Del anecdotario televisivo a las reflexiones personales, escritas tras llegar a casa después de cada extenuante jornada de trabajo, el diario anticipa algunas respuestas a una situación que nunca habría soñado. Aunque hable del pasado, puede leerse como una crónica del presente, porque Hoy es el futuro.
¿Se ríe por no llorar?
No te creas. Soy de llorar difícil y me río como algo natural. Es lo bueno que tiene la risa, tan espontánea y a veces misteriosa. De repente, te ríes de algo que no tiene mucho sentido, aunque me gusta que sea así.
Arreglado pero informal. Cansado pero con ganas.
Exacto. Como diría Manolo García, soy un escéptico participativo.
Usted escribió el diario después de grabar el programa. Más allá de su hábito de dibujar y pintar, ¿no tenía ganas de hacer otra cosa?
Claro. Ganas no me faltaban, pero yo me encargo tareas a mí mismo. Es la tónica de mi carrera y de mi vida. A mí nadie nunca me encarga nada. Yo me propongo: "¡Venga, voy a hacer un programa!". Eso no deja de ser un poco loco, porque estás cansado de lo que tú mismo te impones. Se trataba de no desfallecer, por eso ahí estaba yo escribiendo a pesar del cansancio.
Y ahora, confinado, ¿qué hace cuando termina de trabajar? Por cierto, usted se acuesta muy tarde, pero antes de que la luz del día le genere un sentimiento de culpabilidad, ¿no?
Tengo mucha suerte porque llevo una vida que muchos no pueden disfrutar, divirtiéndome, viviendo profesionalmente de esto y, lo que es más importante, en contacto con gente maravillosa y con un público que te aplaude y te ayuda a tirar hacia delante. Quise fijar eso de alguna manera, no solo en mi cabeza y en mi corazón, por eso me metí en el lío del diario.
¿Pero tiene una vena vampiresca: acostarse antes de que amanezca?
Antes era más así. De joven, las mañanas no iban conmigo. Ahora, con una niña y dos trabajos, todo ha cambiado. A las ocho y media ya estoy en pie.
Sin embargo, ahora todos los días parecen iguales: ¿son lunes o domingos?
Tengo la suerte de dirigir Late Motiv, lo que ha provocado que todavía tenga presente el calendario y las obligaciones. ¡Bendito programa!
¿Le resulta más terapéutico escribir o dibujar y pintar?
Me resulta mucho más fácil dibujar, porque es algo directo e improvisado. Escribir siempre me impone y, como soy muy exigente conmigo mismo, nunca me gusto lo suficiente. En fin, esa cosa que sufrimos los ligeramente insatisfechos.
"Los políticos no me inspiran nada divertido"
¿Y se gusta en el espejo?
No mucho, la verdad. Me voy tolerando, como todos. Y con los años me miro menos...
Su productora se llama El Terrat: ¿está bien de la azotea?
No muy bien [risas]. Hace tiempo descubrí que tengo el cable pelado, pero eso me va muy bien para mi trabajo.
¿España debería ir al psicólogo?
Yo no sé si hay algún psicólogo que podría asumir tamaña empresa.
¡Joder, busquemos a alguien con titulación! [risas]
[Edu Galán, fundador de la revista Mongolia junto a Darío Adanti y Fernando Rapa Carballo, es licenciado en Psicología por la Universidad de Oviedo]
"España no sabe qué hacer con el humor porque tiene poca tradición de democracia y libertad"
No sé si lo de dibujar le viene de niño. Entonces quería ser veterinario: faltan animales políticos y sobran políticos animales…
Como profesional de la comedia, estoy viendo que la política no tiene ninguna gracia.
Reír es la única salida, ¿pero hay más de una entrada? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Anestesiados por el falso estado de bienestar, que nos hizo creer que estábamos muy bien y que no hacía falta controlar nada. Entonces, un día se rompió el jarrón y dijimos: "¡Joder, si esto no hay nadie que lo reconstruya!".
Su hipocondría no casa bien con el coronavirus. ¿Se alegra, de alguna manera, de haber tenido que hacer el programa en casa para evitar el peligro de contagio?
Sí. Ya no como hipocondríaco, sino como ciudadano. Yo estaba acojonado... La pandemia del coronavirus nos ha puesto cara a cara con la muerte. Y eso no hay quien lo soporte: es terrorífico.
Es un diario personal y entiendo que también sincero. Cuando releía algún pasaje, ¿se ha dicho: "¡Tío, te has pasado!"? Respecto a los invitados que menciona, ¿ha sido benévolo con ellos o se ha callado mucho?
Más que benévolo, me declaro agradecido. Es un pequeño milagro que una persona con su trabajo y su repercusión mediática decida irse a un polígono de extrarradio y, una vez allí, espere tres horas para hablar solo diez minutos.
"Como profesional de la comedia, estoy viendo que la política española no tiene ninguna gracia"
Eso me sigue fascinando. Como invito a quienes me gustan, no hago otra cosa que vampirizarlos un poco y darles las gracias. Por ese motivo, el libro Reír es la única salida sirve, entre otras cosas, para poner negro sobre blanco.
Cuenta que cuando Pedro Sánchez ganó las primarias, invitaron a Fofito por aquello de "Susanita [Díaz] tiene un ratón". Una pena que el payaso no pudiese acudir.
Ya, ya… Como te decía, la política no tiene una buena relación con la comedia. Y al final tiras tú solo, que es lo que hay que hacer.
Cita también el titular que le dio David Broncano a El Mundo: "En España se castiga más el chiste que el insulto". ¿Concuerda con el presentador de La Resistencia, quien sostiene que el único límite del humor es Mahoma?
El límite del humor es tu sentido común. Cada uno con el suyo, tanto los profesionales como los censores. A partir de ahí, que hagan un examen de conciencia...
¿Y se castiga más el chiste que el insulto?
No sé... España todavía no sabe qué hacer con el humor. A diferencia de la anglosajona, es una sociedad con poca tradición de democracia y de libertad. Entonces, resulta un objeto extraño, como un jarrón chino: ¿dónde lo meten?
¿Cree que la experiencia del confinamiento y otras situaciones provocadas por el coronavirus cambiarán la forma de hacer televisión?
Creo que no. Evidentemente, por la vivencia extraña a la que hemos estado sometidos, quizás a los profesionales nos cambie la personalidad o, por decirlo de otra forma, nuestra editorialidad. Pero la televisión, como gran industria del espectáculo, buscará otra vez las luces, los platos, el público y las risas. Siempre fue así y no veo por qué no va a seguir siéndolo.
Ahora que Madrid se ha quitado la boina [de la contaminación], ¿cómo ve Barcelona y Catalunya desde la distancia?
Todo lo que pienso sobre Barcelona y Catalunya lo transmito a través de la comedia. Pero si me pongo mínimamente serio, tiene que serenarse y hacer un autoanálisis de todo lo que ha pasado, de todo lo que es y de todo lo que quiere ser. Hace tiempo que debe dejar de enfrentarse para encontrar la salida.
¿A qué tres colaboradores se llevaría a una cuarentena desierta?
¡Uuuh! Yo a una isla desierta me iría solo, porque los quiero mucho pero estoy todo el día acompañado. Así que me gustaría experimentar el silencio. Con todo el cariño para mis compañeros y compañeras.
En su libro relata la noche que acudió como invitada Sílvia Pérez Cruz. "Todos nos enamoramos de ella. Es especial, un género en sí misma, según Bob Pop. Tiene razón". ¿Qué invitado le ha cautivado más en toda su carrera?
Hay un montón, pero te diré tres: Ricardo Darín, Javier Cámara y Geraldine Chaplin.
Por cierto, se va a vivir a una caravana…
Este lunes estrenamos Late Motiv Park, la tercera reinvención del programa en setenta días. Un hito para nosotros. Nos vamos a vivir a una caravana para crear un nuevo mundo audiovisual, dado que no tenemos público y hay que volver a los platós.
En su web, acompaña un retrato con el siguiente texto: "Empecé a dibujar al Joker y, por lo que sea, me salió Aznar". ¿A quién tendría que dibujar para que le saliera Pablo Casado?
¡Ostras! Pablo Casado no me inspira para dibujar...
"Anestesiados por el falso estado de bienestar, que nos hizo creer que estábamos muy bien, se rompió el jarrón y vimos que no hay nadie que lo reconstruya"
¿Y Pedro Sánchez?
Tampoco. Ya te digo que la política no me inspira nada divertido.
¿El epidemiólogo Fernando Simón podría tener su punto?
Bueno, Fernando Simón sería más parodiable. En todo caso, hay un montón de personajes infinitamente más agradecidos para el dibujo.
¿Qué tal le va la columna?
La columna parece que está bien, aunque de vez en cuando me recuerda que tengo cincuenta y cinco años. Cosa que yo no quiero ver, si bien está ahí.
¿Le gustaría tener otra columna en prensa?
Me encantaría, pero la vida no me da para más y tengo la sensación de que me hago pesado. Y lo que no quiero es resultar pesado...
Hablando de periodismo, ¿prefiere ser mala fuente o garganta profunda?
No, prefiero ser yo, algo que ya me da mucho trabajo cada día.
Usted fue padre a los 47 años. ¿Me lo recomienda? Debería ponerme a ello para no batir su marca, aunque no parece un momento halagüeño.
No te quiero amargar el día, pero te viene lo peor... [risas].
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