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Actualizado:Entrevistamos a la periodista especializada en economía, que publica 'El club de los unicornios' (Península), libro que retrata de forma crítica a exponentes estatales del capitalismo de plataforma, como Glovo, Cabify o Idealista.
Periodista de la sección de economía del diario Ara, Paula Solanas Alfaro debuta en el sector editorial con El club de los unicornios. Glovo, Cabify, Jobandtalent e Idealista: (Península). La obra retrata de forma crítica a estas empresas tecnológicas, paradigma estatal del capitalismo de plataforma o de la economía de demanda. Muestra la dependencia de los fondos de inversión, la obsesión y la necesidad de experimentar un crecimiento acelerado y una expansión constante en busca de unos beneficios que, a menudo, no llegan, y la precariedad extrema que, en algunos casos, sufren sus trabajadores.
Aunque existen matices y diferencias entre cada unicornio que retrata en el libro, hay algunos elementos comunes, como que la mayoría de los fundadores provienen de clase alta y han pasado por elitistas escuelas de negocios. Lo que, en cierto modo, desmonta algún mito sobre el emprendimiento.
En el primer retrato que se hizo en torno a los incipientes unicornios de Silicon Valley se vio que estaban fundados por hombres, formados en universidades prestigiosas y muchos de los cuales ya habían creado empresas antes. Tenía mucha importancia la red de conexiones, a quién conocías, y a quién conocían tus padres. En la versión importada a España de este modelo existen muchas semejanzas sobre lo que implica ser un empresario tecnológico, y encuentras a muchos antiguos compañeros de clase o a familias con varios miembros que se han dedicado a crear empresas. Creo que sí, que queda un poco desmontado ese mito del hombre hecho a sí mismo que siempre se ha asociado mucho a las start-up, y que tienen mucha mayor importancia el contexto y el origen social. El caso de Glovo es el más evidente por Òscar Pierre, ya que tanto por el lado paterno como por el materno ha podido naturalizar totalmente que tu familia tenga una empresa.
Al final, este entorno genera una red de contactos que facilita la posterior búsqueda de financiación.
"la supervivencia [de estas empresas] depende de la apuesta que haga el inversor y por cuánto tiempo"
Sí, y también se ve como empresarios que se habían conocido en una empresa, después empezaron a invertir juntos, a crear otras empresas y a invertir en las empresas de los demás. Esto en España también ha acabado pasando, con el caso de Tuenti, que hace un poco de unión, ya que en muchas de las empresas que cito acaban apareciendo sus fundadores como inversores. Son empresas que durante muchos años no obtienen beneficios y el hecho de que no ganen dinero no es un condicionante que hace que acaben enterradas, sino que la supervivencia depende de la apuesta que haga el inversor y por cuánto tiempo.
Con la salvedad de Idealista, hasta ahora son compañías que generan más expectativas que beneficios. ¿No sé si en cierto modo podemos decir que detrás hay algo de humo, en el sentido de que si no te conviertes en el "caballo ganador" y te lo llevas todo, has quemado mucho dinero sin construir nada sólido?
Sí, no deja de ser esto. Un fondo de inversión, sobre todo si es grande, tiene unos equipos de auditoría y para examinar las cuentas de las empresas en las que quiere invertir para intentar hacer una apuesta que le salga a cuenta, pero al final no deja de ser una apuesta y lo que hacen es repartirla en muchas cestas porque saben que muchas no les van a salir bien.Por eso muchas de estas empresas, como algunas de las que aparecen en el libro, deben dar giros de negocio, porque están años intentando hacer dinero de una manera y tienen un inversor detrás apretándolas porque quiere un retorno de la inversión. Se puede pensar que es una lógica algo más de casino o muy basada en las promesas.
Tener un fondo de inversor detrás, que al final busca maximizar los beneficios en el mínimo plazo posible y no suele tener una voluntad de permanencia prolongada, ¿condiciona la forma de actuar de estas empresas?
Sí, las condiciona, porque les obliga a tomar decisiones que quizás un fundador que tuviera el 100% del capital intentaría evitar. Un caso reciente es lo que ha ocurrido en los últimos años en Glovo, que ha pasado a ser una empresa alemana, propiedad de Delivery Hero, y eso le ha obligado a verse más presionada para alcanzar estos resultados, porque sigue teniendo unas pérdidas importantes, y hace unos meses despidió a un porcentaje significativo de trabajadores de sus oficinas centrales. Seguramente es una decisión que viene muy condicionada porque Delivery Hero no estará vertiendo dinero eternamente.
En un momento del libro critica la falta de transparencia de estas empresas, que no son demasiado proclives a dar datos sobre el estado de su negocio. Además, tienen en común registrarse en un paraíso fiscal como Delaware, en Estados Unidos, que les permite pagar menos impuestos. ¿Podemos decir que tienen una responsabilidad social baja o nula?
En el tiempo que he llevado temas de start-up la cuestión de la transparencia ha sido complicada y el registro mercantil se ha convertido en nuestro gran aliado a la hora de buscar información y saber realmente cuáles eran las finanzas de estas empresas. Muchos esfuerzos de estas empresas han ido a hacer de lobby y a invertir mucho en su imagen pública, sobre todo cuando sus modelos laboral y de negocio podían generar cierta controversia, ya sea por el tema de los riders en el caso de Glovo, el tema del taxi en el de Cabify o las regulaciones del alquiler y las críticas que se han realizado desde Idealista. Son empresas a las que les interesa construir esta imagen pública y reforzar que sí tienen una responsabilidad social, aunque se pone muy en entredicho por decisiones que han tomado y por formas de actuar que se ha visto que no encajaban con la legalidad.
¿Compañías como Glovo y Cabify lo que hacen es llevar a cabo una precarización extrema de los trabajadores bajo un barniz de modernidad tecnológica?
"En la economía de demanda se ha visto claro que el poder queda en una de las partes"
Quizás los casos son algo diferentes, porque en el caso de Glovo directamente no se acepta la relación laboral, se impone una relación mercantil de trabajador autónomo al rider, aunque hay múltiples sentencias y, posteriormente, la ley rider que dicen que tiene una relación laboral clara con la empresa. En la economía de demanda, si lo queremos decir así, al final se ha visto claro que el poder queda en una de las partes. Tú no puedes decir que una persona que opera con una bicicleta es una empresa, porque está totalmente condicionada a una plataforma tecnológica que es quien le está ofreciendo el trabajo, por sí sola no podría realizar los pedidos. Se ha visto claramente que es un modelo que genera precariedad y también está lleno de grietas, como el realquiler de cuentas por personas en una situación aún de mayor vulnerabilidad.
En el caso de Cabify nos encontramos una precariedad algo más al uso, porque al final es una empresa que los contrata [a los conductores], pero me parecía pertinente que estas personas expresen la ansiedad que vivían de estar pendientes de las notificaciones de una app del móvil. En ese caso, esta capa tecnológica hace que estés constantemente conectado y presionado por una aplicación.
Existen múltiples sentencias judiciales contra Glovo, multas de la Inspección de Trabajo e, incluso, la legislación, con la ley rider, cuestiona su modelo de relaciones laborales, pero sigue funcionando con repartidores autónomos. ¿Cómo se explica?
"No puede ser que una persona que opera en una bicicleta sea una empresa"
La ley rider al final fue una solución que no acabó de contentar a todo el mundo. El propósito inicial era poder regular el trabajo en plataformas, que al final acaba afectando a muchos otros sectores, no sólo al reparto. La ley se ha aplicado, pero al final se ha visto que esto no ha detenido a Glovo, porque su batalla sigue siendo en los tribunales. Lo que mantiene es que con su nuevo modelo, instaurado después de la ley, ahora el rider tiene mucha más libertad para escoger los horarios y no queda cuestionado por la ley, al menos hasta que existan sentencias que lo contradigan.
En los casos que acumulan pérdidas constantes, a pesar de tener a los trabajadores en unas condiciones tan precarias, uno puede acabar pensando que son negocios o modelos de empresa no viables.
Es un cuestionamiento que se le ha hecho reiteradamente a Glovo. En el caso del reparto a domicilio, no sólo es Glovo sino que hay muchas otras empresas que operan en él que tampoco logran alcanzar los objetivos de tener beneficios y seguramente por eso también hay una concentración. Al igual que ha ocurrido con Glovo y Delivery Hero, hemos visto cómo en el caso de los supermercados fantasma Getir ha comprado a Gorillas. No hay espacio para todos, son negocios con márgenes muy escasos. De momento son empresas que se siguen manteniendo porque tienen a los inversores detrás, en el momento en que se cansen de esperar porque quieren beneficios veremos qué pasa, quizás veremos cierres de empresas y que el mercado queda mucho más pequeño.
Seguramente el caso más distinto del libro es Idealista, porque tiene más de dos décadas de vida, y se ha convertido en un actor importante en el sector inmobiliario, donde juega un papel como parte interesada que se beneficia de unos precios al alza.
En el caso de Idealista el hecho de que los hermanos Encinar hayan verbalizado tanto sus opiniones y posicionamiento sobre la vivienda ha puesto en entredicho el hecho de que sean un actor neutral, porque se han alineado con las posiciones del sector inmobiliario. Y esto ha dado pie a que el movimiento de defensa por el derecho a la vivienda haya planteado ideas como que quizás tendría sentido pensar en portales donde la balanza de información estuviera más equilibrada. En portales como Idealista el peso está sobre todo en quien publica el anuncio, que es el propietario o la agencia inmobiliaria, y quizás tendría sentido pensar en modelos más colaborativos en los que los inquilinos pudieran dejar información y referencias de los pisos donde han estado.
¿Quizás un elemento en común con el resto de casos del libro es el rechazo a la regulación pública de su sector?
Los hermanos Encinar, y sobre todo Jesús, siempre han dicho que la intervención del Estado en el mercado inmobiliario tiene peores consecuencias. Ellos han sido claros diciendo que no están de acuerdo con la limitación del precio de los alquileres.
El último capítulo lo dedica a hablar de alternativas, pero ¿cree que existen que sean realmente viables y que ofrezcan el servicio y, al mismo tiempo, garanticen unas condiciones dignas a los trabajadores?
Si pensamos en ofrecer un servicio como el de estas grandes empresas, donde el alcance es macro, es cierto que las capacidades y la propia estructura tecnológica de un pequeño proyecto es mucho más corto y seguramente no sería viable. Pero quizá el tema sea pensar que el tejido empresarial de Catalunya está formado sobre todo por pequeñas y medianas empresas y, por tanto, muchas de estas start-ups también deben ser pymes.
Por ejemplo, hay gente trabajando y demostrando que muchos proyectos tecnológicos pueden realizarse desde una base cooperativa o desde una organización empresarial más horizontal y en los que los valores humanos y de impacto social del negocio estén por encima de la expectativa de crecimiento. Incluso en un lugar tan neoliberal como Estados Unidos ha surgido el modelo de las empresas cebras, que a diferencia de los unicornios buscan cosas más basadas en la realidad y aceptando que tienen blancos y negros.
¿Existe una parte de responsabilidad de los usuarios, en el sentido de ser conscientes de que si utilizamos determinadas apps estamos contribuyendo a normalizar una precarización extrema de las condiciones de trabajo?
"Al final quien debe decidir cómo regular empresas como estas son las administraciones"
Quería que el libro no fuera muy aleccionador ni pusiera mucho la responsabilidad en el consumidor, pero sí que sirviera para preguntarnos cómo funcionan y qué hay detrás de estas empresas. En el caso de Glovo ahora ya es muy habitual que los consumidores sepan cuáles son las condiciones que tienen los repartidores, en otras empresas quizás no se sabe tanto, pero al final quién debe decidir cómo regular empresas como estas son las administraciones. El problema es que estas empresas van tan rápido, que en muchas ocasiones las normativas llegan cuando ya están muy instauradas.
Justamente por esta velocidad, ¿las administraciones tienen capacidad para actuar a tiempo?
La primera noticia que escribí sobre Glovo fue en el 2016 y la ley rider llega en el 2021. Es evidente que son modelos que han cogido a todo el mundo un poco desprevenido, pero seguramente esto podría ser un toque de atención para tratar de acelerar los procesos de regulación. Lo que está claro es que no es fácil, porque lo vemos con el caso del taxi, que hemos tenido idas y venidas sobre cómo deben regularse las VTC y cómo gestionas el hecho de que haya dos sectores diferentes ofreciendo el mismo servicio. Seguramente ahora cualquier ministerio de Trabajo o de Economía de un estado europeo estará mucho más pendiente de fijarse en estos aspectos que hace unos años, pero sigue existiendo un decalaje importante hasta que se aprueba una regulación, lo que da un margen grande de actuación a estas empresas hasta que alguien les dice basta.
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