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Ganadería industrial EspañaEspaña ya mata más de un millón de cerdos cada semana
La extensión de la epidemia de peste porcina por la UE sitúa al país como el primer productor europeo con un sector industrializado y volcado en fabricar canales para la exportación cuya huella ecológica y social comienza a activar las alarmas.
Zaragoza--Actualizado a
"Parece que navegamos en un barco sin nadie al timón. Se permite el crecimiento de la ganadería porcina al mismo tiempo que cada vez se declaran más zonas vulnerables a nitratos y mientras la UE tiene abierto un procedimiento de sanción contra España por vulnerar la directiva de nitratos, aunque no parece que los gobiernos tengan mucha intención de frenar este modelo", denuncia Luis Ferreirim, responsable de temas agrarios en Greenpeace.
Lo cierto es que el sector porcino español, que el año pasado superó los 56 millones de animales sacrificados y consolidó su ritmo de producción por encima del millón semanal que había alcanzado por vez primera en 2019, está creciendo a un ritmo de tal magnitud como para que se estén activando una cascada de alarmas por sus efectos no solo en el plano ambiental, que incluyen que más del 90% de las masas de agua de la cuenca del Ebro estén "influidas en mayor o menor grado por la presión originada por cargas ganaderas" y que esa afección sea intensa en 36 acuíferos y 32 ríos y lagos, sino también en el ámbito económico y en el social.
"Está creciendo de una manera desproporcionada y desmesurada", señala Inma Lozano, portavoz de la coordinadora Stop Ganadería Industrial, que pone sobre la mesa situaciones como la de Palencia, donde "en un radio de 18 kilómetros hay en proyecto dos granjas de madres de 3.600 plazas cada una y otra de 2.640, dos más de recría de 16.000 y diez de cebo de 7.200", o la de Albacete, con "seis macrogranjas de 10.500 madres en una finca de mil hectáreas".
"La ganadería industrial no solo no fija población, sino que hace que se pierda la que hay", señala Inma Lozano
"Hay un movimiento vecinal muy potente que quiere parar esto y que está formado por agricultores y ganaderos que vamos a sufrirlo con una pérdida de calidad de vida y de producción en nuestros pueblos", explica. "La ganadería industrial no solo no fija población, sino que hace que se pierda la que hay –añade–. No es la salvación de la España vacía sino la puntilla".
Cuando más de un millón de cerdos van al matadero cada semana
El ritmo de crecimiento del sector porcino, el principal con ventaja de la ganadería española con casi dos tercios de la carne que sale de los mataderos, supera el 40% en la última década, en la que el número de cabezas sacrificadas pasó de 40,8 a 56,4 millones, con el grueso de ese aumento concentrado a partir de 2014, según los datos de la Encuesta de Sacrificio de Ganado del Ministerio de Agricultura.
En ese periodo fue todavía más intenso el llamado "rendimiento" de los animales, ya que el peso de las canales producidas se disparó en casi un 50% al pasar de 3,36 a 5,02 millones de toneladas.
El grueso de esa carne se destina a la exportación, principalmente hacia China, que según los datos de las Cámaras de Comercio solo entre 2017 y 2020 recibió 6.887 millones de toneladas. Agricultura estima que más del 70% de la producción viaja al extranjero.
Esa actividad de la industria del porcino y las macrogranjas, que a comienzos de la pandemia tenía un aspecto cada vez más burbujeante y cuyos precios de exportación tendían a la baja pese al aumento de las ventas, ha recibido un inesperado balón de oxígeno con forma de epidemia de Peste Porcina Africana (PPA), cuya expansión por Europa, y especialmente por Alemania, que al año pasado sacrificó 53,2 millones de animales según informa Agrodigital, ha situado a España como el primer productor de la UE: engorda, mata y vende la cuarta parte de los cerdos del espacio comunitario tras crecer casi un 7% en el último año.
"Los precios de la carne se están incrementando paulatinamente a pesar de la situación sanitaria en relación con la PPA en Alemania y su veto a la exportación a China y otros países del sudeste asiático", explica el último Resumen Semanal de la Situación de los Mercados, que añade que las exportaciones "continúan al alza de forma imparable en España" y que estas "siguen siendo el principal motor que mantiene los mercados ante el descenso general en la demanda, asociado a la crisis sanitaria, y las consecuencias sobre el comercio exterior comunitario de la aparición de la PPA en el principal productor de porcino de la UE".
Un nocivo cóctel de nitratos, metales pesados, amoniaco y antibióticos
Esa intensa actividad productiva, que genera una facturación de más de 5.600 millones de euros anuales solo en el mercado exterior y una aportación a la renta agraria de 4.776 que se acerca a la de sectores como la fruta y la hortaliza, tiene, sin embargo, efectos secundarios en otros ámbitos como el ambiental, tanto en la contaminación de aguas como en la emisión de gases de efecto invernadero.
El cruce de los datos de la cabaña, que en una década ha crecido de 25,7 a 31,3 millones de plazas (por las que pasan casi un promedio de casi dos animales por ejercicio), con los efectos contaminantes que estiman las administraciones apuntan, con un cálculo a la baja, a la generación anual de más de 67.000 millones de litros de purines (más de 650.000 en la última década), cuyo principal residuo es el nitrato.
La UE abrió en 2018 un proceso sancionador a España por la cantidad de nitratos en los ríos, lagos y acuíferos
La elevada presencia de nitratos en los ríos, lagos y acuíferos españoles, básicamente por la desmesurada actividad ganadera que se da en un país que lleva camino de convertirse en el establo de Europa, llevó a la UE a abrirle a España en noviembre de 2018 un procedimiento sancionador con el que se enfrenta a duras sanciones económicas.
"La ganadería industrial produce residuos peligrosos como los nitratos y los metales pesados, a lo que se suman otros como los antibióticos. Y todo eso está yendo a los suelos y a los acuíferos", indica Ferreirim, para quien "la huella de este sector es cada vez más descomunal. Hay que pararla, porque es un arma de destrucción masiva". Parte de esos residuos acaban en la carne que consumen las familias.
El ecologista reclama "más ambición y medidas que no sean voluntarias para reducir las emisiones de nitrógeno" al Gobierno, cuyo proyecto de decreto sobre los nitratos se encuentra ahora en periodo de consultas. "En el último informe de seguimiento de la Directiva de Nitratos admitían que reducir las emisiones un 26% era insuficiente. Deberían actuar en ese línea", añade, mientras recuerda que "un 75% de las emisiones de amoniaco declaradas viene de la ganadería del porcino y un 20% de la avícola".
Las macrogranjas expulsan a las explotaciones familiares
Lozano y Ferreirim coinciden, además de en que "la ganadería industrial es una falsa solución para la despoblación, ya que el número de habitantes baja mientras la cabaña crece", y en llamar la atención sobre sus efectos en los sistemas hídricos, en destacar cómo ese modelo está acabando con las granjas tradicionales de dimensión familiar y cómo la saturación del cuadrante noreste del país, donde Catalunya y Aragón concentran la mitad de la cabaña, está provocando la expansión del modelo por la meseta y el sur.
Los datos de Agricultura avalan ambas tesis, con el cierre de casi 8.000 pequeñas explotaciones y la apertura de cerca de 1.500 macrogranjas en la última década y, también, con el aumento de 800.000 plazas en Castilla y León, de 250.000 en Murcia y más de medio millón en Andalucía, a lo que se suman las más de 300.000 del último quinquenio en Castilla-La Mancha tras unos años de caída.
Lozano: "En Europa están reduciendo la cabaña mientras aquí se dispara"
"En Europa están reduciendo la cabaña mientras aquí se dispara", anota Lozano, que describe a la industria del porcino como "una actividad invasora que llega con un capital a menudo extranjero para extraer nuestros recursos y que nos deja los residuos para vendernos una carne cuyos antibióticos generan resistencia bacteriana en los consumidores".
La coordinadora, que reclama a las administraciones "una moratoria para dejar de dar licencias hasta que se analicen los impactos reales de la ganadería industrial y los proyectos se valoren de manera global, no por separado", aglutina a más de medio centenar de plataformas vecinales de todo el país. "Lo triste es que estamos creciendo y cada semana nos llaman de nuevos pueblos donde hay proyectos de macrogranjas. Ha habido un despertar, con muchos pueblos movilizados en zonas como Cuenca".
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