Entrevista a Berna León y Javier Soria"En España claramente no hay igualdad de oportunidades; el ascensor social que sí funcionó para los 'boomers' se ha averiado"
Entrevista a los coeditores, junto a Javier Carbonell, del manual 'La desigualdad en España'
Álvaro Pinto
Madrid-
Berna León y Javier Soria Espín son los coeditores junto a Javier Carbonell de La Desigualdad en España, un completo manual publicado en mayo que reúne las investigaciones más recientes sobre la desigualdad socioeconómica en nuestro país. El libro es una adaptación del curso que imparten los tres doctorandos en la Universidad Science Po de París, abarcando el fenómeno desde una perspectiva interdisciplinar (desde la economía y la sociología hasta la filosofía y la ciencia política).
Graduado en Filosofía y Sociología por la Universidad de la Sorbona, Berna León es director del think tank Future Policy Lab, profesor ayudante e investigador visitante en la Universidad de Harvard, además de experto en políticas públicas y desigualdad. Javier Soria, por su parte, es doctorando en economía por la Paris School of Economics, investigador visitante en el Opportunity Insights de la Universidad de Harvard y experto en movilidad intergeneracional.
En esta entrevista los autores hablan acerca de las principales causas y desafíos de la desigualdad en España, así como de las propuestas más recientes para combatirla.
La desigualdad ha sido defendida por los sectores más conservadores a lo largo de la historia como un fenómeno irremediable, un mal necesario e incluso un elemento funcional para el crecimiento económico. ¿Qué tiene de natural la desigualdad?
Berna León: El punto de partida del libro, sobre todo basándonos en los estudios más recientes y no solamente en la evidencia científica, sino la evidencia sobre todo política que tenemos, es que la desigualdad es una realidad arbitraria, es decir, que no tiene por qué ser así.
Berna León: “La desigualdad es una realidad arbitraria. Una decisión, en última instancia, política”
El propósito del libro, si tuviéramos que reducirlo a uno, es precisamente cuestionar los mecanismos discursivos, las justificaciones, los argumentos que la gente suele utilizar para presentar la desigualdad como algo natural o inevitable, consecuencia de una sociedad de reconocimiento, que polariza el mercado laboral, etc. Nosotros insistimos en que la desigualdad es, y aquí parafraseamos a Thomas Piketty, una decisión, en última instancia, política.
¿Cómo se puede combatir esta idea de la desigualdad como inevitable?
B. L: Para hacerlo es esencial poner en la diana el discurso que creemos que apuntala de manera más directa la desigualdad, que es el discurso de la meritocracia: el discurso que presenta las desigualdades entre los más ricos y los que menos tienen como consecuencia del esfuerzo individual de estas personas. Evidentemente nadie dice que todo sea meritocracia, pero hay un discurso, que parte de la sociedad compra, que viene a justificar las disparidades económicas en relación con el esfuerzo de cada uno. Nosotros insistimos en la idea de que esto no es así.
No solamente exploramos cómo afecta la desigualdad a aquellos que están en situaciones de más vulnerabilidad, sino también qué mecanismos utilizan las clases dominantes para facilitar la reproducción social y garantizar que sus descendientes tengan más oportunidades. En primer lugar, en el mundo educativo, y en segundo término, en el mercado laboral y a lo largo de su carrera profesional.
En el libro se incluye un capítulo muy interesante sobre la genética.
B.L: La genética suele ser en última instancia, cuando acorralas a aquellos que son partidarios de presentar la desigualdad como algo ineludible, el último bastión de ese argumento de “bueno, es que son diferentes”. En el libro insistimos en que no solamente buscamos compensar o corregir la lotería social, es decir, la riqueza del hogar en el que naces, sino también la lotería natural: los atributos con los que partimos cada uno de nosotros. El argumento del capítulo de Javier Carbonell, que básicamente bebe de la evidencia más reciente que tenemos respecto a los índices poligénicos y cómo afectan al éxito educativo y profesional de los individuos, es que lo que sabemos de la genética nos lleva a preocuparnos más y no menos por la desigualdad.
¿Por qué debería alarmarnos la desigualdad como sociedad?
B. L: Parte del propósito del libro es convencer no solamente a gente en el espacio de la izquierda, que ya tiene un compromiso de luchar contra la desigualdad, sino también a aquellos que no necesariamente comparten esas posiciones. Queremos hacerles ver que la desigualdad no solamente hiere a aquellos que están en una situación más vulnerable, que evidentemente es la gente que más paga el precio de las sociedades polarizadas económicamente, sino que también es peor para ellos.
Creemos que la desigualdad es indeseable fundamentalmente porque la mayor parte de la sociedad, que se concentra en la parte menos favorecida de la distribución, la sufre en su vivencia día a día, pero también por hacer sociedades que son menos seguras, donde hay menos capital social, menos confianza y, en último término, sociedades donde la democracia y los valores que articulan la noción de comunidad se ven descompuestos.
Berna León: “No se puede entender el ascenso de los populismos de derecha radical sin el malestar difuso que ha generado la desigualdad”
No se puede entender el ascenso de los populismos de derecha radical que hemos visto en Europa, en Estados Unidos y en otros países occidentales en la pasada década, que podemos describir así grosso modo como la década de los populismos, sin comprender ese malestar difuso que ha generado la desigualdad.
¿Es España un país desigual?
Javier Soria: Al analizar las oportunidades que tienen los niños españoles de clase baja de llegar a la clase media o alta, vemos que el peso del origen socioeconómico en las variables de ocupación, educación, ingreso, riqueza… en España está en un punto medio en comparación con los países de nuestro entorno. No somos Brasil o Estados Unidos, pero estamos lejos de otros países como los nórdicos, como puede ser Suiza, o incluso por detrás de Alemania.
¿Qué factores diferenciales tiene España para que se dé una menor movilidad social?
J.S: El gran problema que vemos en España es que hay una persistencia de la élite económica mayor que en otros países. Si medimos cuál es la probabilidad de acabar en el top 1% en nuestro país, de acuerdo con el nivel económico de origen, vemos que los niños que proceden del top 1% de la renta tienen 24 veces más probabilidad de acabar en el top 1% que los que vienen del 50% más bajo. Lo sorprendente es que esta cifra es mayor que en países muy desiguales y con baja movilidad social como Estados Unidos.
Para los niños de clase baja o clase media, ascender - llegar a tener un buen trabajo, poder mudarse a una ciudad y adquirir una casa - está muy condicionado no solo por el origen socioeconómico y por su lugar de origen, sino también por un mercado laboral completamente disfuncional con el que se dan de bruces. Unos salarios muy bajos y unos precios de la vivienda muy altos, que dificultan mudarse a donde están las mayores oportunidades económicas, ya de por sí muy limitadas.
En la parte más alta de la distribución hay además un rol mucho mayor en España que en otros países del capital social, de los contactos. Entre los 30 y 40 años, cuando eres un adulto joven, los hijos del top 1% alcanzan rentas totales que les sitúan ya en la distribución general, si cogiésemos todos los grupos de edad, en el 10% más rico de la población: unos 60.000 euros brutos anuales a nivel individual.
En el libro dedican un capítulo al concepto de techo de clase ¿En qué consiste exactamente?
B.L: El concepto de techo de clase – o class cieling- recoge la noción que puso sobre la mesa el feminismo en los años 70 sobre los problemas que tienen las mujeres para pasar de posiciones de gerencia intermedia a posiciones de toma de decisión en las capas más altas de las empresas, pero aplicándolo a la movilidad social de clase.
Sam Friedman, quien desarrolla por primera vez este concepto en su libro, centrado en el caso británico, The Class Cieling, descubrió una suerte de mochila de clase que la gente arrastra a lo largo de todas sus carreras profesionales. A pesar de haber llegado contra viento y marea desde un origen socioeconómico más humilde a una universidad destacada como puede ser Oxford o Cambridge y de haber conseguido un trabajo de alto prestigio, las carreras de los hijos de la clase trabajadora se quedan varadas en un sistema que favorece una serie de códigos informales, de hábitos, y de “maneras pulidas” que se convierten en una condición para poder progresar en la empresa privada.
La existencia de ese techo de clase sugiere, por tanto la existencia de un, suelo de cristal de clase
B.L: Exacto. Aquí es muy interesante leer el trabajo de uno de los autores que ha participado en nuestro libro, Fabrizio Bernardi, catedrático de la UNED, que sugiere que este suelo de cristal de clase sucede porque las familias más acomodadas pueden permitirse ayudar a sus hijos con bajo rendimiento académico invirtiendo en tutores que se queden por las tardes, hablando con los profesores, motivándolos en casa... para asegurarse de que aprueben las asignaturas que se les han quedado atascadas.
En último término, si todo esto falla, el mejor mecanismo de compensación, en el caso de España, es el de pagar una universidad privada, que tenga unos estándares de selección más bajos que, generalmente, los de la pública, para asegurarse de que su hijo entre al mercado laboral con el que es probablemente el activo más importante que hay, en términos de capital humano: un título universitario.
Berna León: “No puede haber sitio arriba, en los puestos más prestigiosos, si no hay descenso por parte de los herederos de la clases dominantes que los copan”
Debemos hablar de esa suerte de suelo de cristal de clase, que es tan problemático como el techo de cristal de clase, porque a lo que tenemos que aspirar en último término es a una sociedad donde la movilidad intergeneracional vaya en las dos direcciones. Porque no puede haber sitio arriba - en los puestos más prestigiosos o deseados - si no hay descenso por parte de los herederos de las clases dominantes que copan esos sitios.
¿Es posible hablar hoy de una igualdad de oportunidades real?
J. S: En España, a la luz de los datos, más allá de las opiniones que podamos tener, claramente no hay igualdad de oportunidades. Si nos vamos a generaciones anteriores, de la evidencia que tenemos del acceso a la vivienda y con datos de impuestos o de ingresos, con indicadores como el % de hijos que superan el ingreso de sus padres (ajustado por inflación), vemos que esto ha ido a peor. No es simplemente que la igualdad de oportunidades en España no exista, sino que ese ascensor social, que sí que fue cierto para la generación boomer que se cría en la Transición y accede al mercado laboral en los 80 en una época de grandes inversiones para España y donde había muchísimos espacios por ocupar, se ha averiado.
Se juntan, en este sentido, varias cosas. Una es que el premium de tener estudios superiores era muchísimo mayor porque había muchísima menos gente que iba a la universidad. Por otro lado, había muchísimos puestos que ocupar gracias a todas las inversiones, tanto públicas como privadas, que entraban ante el desarrollo del sector turístico, industrial, servicios… Era un mercado laboral, al que se enfrentaron, en el que podías entrar a una empresa y estar allí trabajando durante 30 años.
El mundo ha cambiado mucho desde entonces…
J.S: Efectivamente. Los nacidos en los 70, 80, y sobre todo en los 90, se enfrentan a una economía mucho más polarizada, una economía mucho más inestable y, sobre todo, una economía que cambia exponencialmente.
Son economías muy diferentes. Por ello, nuestro principal desafío en el libro es demostrar con evidencia que la igualdad de oportunidades —que si pudo existir en un pasado, aunque no de manera completa pero con una movilidad social más fluida— no solo ha disminuido, sino que, al compararnos con las economías que nos rodean, no nos encontramos en una posición destacada; no somos una de las economías que más oportunidades ofrece a los niños de clase baja.
¿Esto ha podido afectar en cómo ha calado la idea de meritocracia en la generación de nuestros padres?
B. L: Es normal que esa generación experimentara el esfuerzo como un mecanismo casi asegurado de ascenso social porque es cierto que, incluso con sus problemas, en España a lo largo de los años 80 y parte de los 90 si se experimentó mucha movilidad intergeneracional. Creo que no se suele tener en cuenta que ese gran cambio ideológico se ha producido también por los cambios estructurales en los últimos años.
¿Qué papel está jugando la crisis de la vivienda en esto, especialmente entre los más jóvenes?
J.S: Esa economía más estable, esos factores estructurales que enfrentaron nuestros padres, venían de la mano de poder acceder a lo que es el gran activo de la clase media en España: la vivienda. Eso te produce dos cosas. La primera es que tienes ese colchón financiero -por muy mal que te vaya, ya tienes una vivienda-. Y la segunda es que si tú puedes acceder a una vivienda en tu etapa joven, es decir, entre tus 25 y 35 años, ya te puedes dedicar al resto de cosas de tu vida, económicamente hablando (buscar el trabajo que quieres, financiar la educación de tus hijos, comprarte un coche, seguir acumulando capital para invertir en otro tipo de cosas…).
Javier Soria: "Los desacoples entre salarios y precios de la vivienda hacen el acceso a ésta cada vez más difícil"
¿Qué es lo que ocurre ahora? Tenemos unos salarios que se han estancado en los últimos 20 años y unos precios de la vivienda con dos grandes montañas - la gran subida y posterior bajada de 2008, y la subida que estamos viviendo ahora y está por ver cuándo acabará-. Estos desacoples entre salarios y precios de la vivienda hacen el acceso a ésta cada vez más difícil. Tienes a los jóvenes posponiendo el acceso al gran activo de la clase media, y dedicando, por lo tanto, recursos de manera ineficiente a estar viviendo con sus padres en sus ciudades de origen.
Este desacople ahonda la desigualdad
J.S: Esa dificultad para acceder al gran activo de la clase media es lo que provoca que haya desigualdad de riqueza intergeneracional. Los hijos del top 10%, cuyos padres tienen buenos trabajos y altos niveles de riqueza, sí tienen esa facilidad para pagar la entrada de una casa o encontrar una buena hipoteca si sus progenitores se ofrecen como avalistas. Eso es algo, sin embargo, que la gente de clase media, que antes sí podía acceder a unos precios de la vivienda más asequibles y con unas hipotecas más favorables, ya no puede hacer. El gradiente del origen socioeconómico es cada vez es más importante
Esto explica la preocupación creciente en los barómetros del CIS por el tema de la vivienda. Ya no solo desde el punto de vista financiero, sino desde un punto de vista más emocional, es decir, de tener tu propia casa para poder construir un proyecto vital. Esta situación retrasa la emancipación, retrasa la creación de familias, y retrasa todos los efectos positivos que tiene el poder adquirir una vivienda y ponerte a consumir e invertir en el resto de cosas.
¿Qué se puede hacer para ponerle solución al problema de la vivienda?
B. L: Todas las sociedades deben tener un debate sobre lo que tiene y no tiene que estar en el mercado. Nuestro objetivo es hacer una llamada a la reflexión para tener un debate público respecto a la desmercantilización de la vivienda.
Insistimos en que hacen falta políticas tanto a corto como a largo plazo, que pasen por intervenir la oferta pero también la demanda. A corto plazo lo que cabe proponer es seguir las experiencias de ciudades como por ejemplo Barcelona, donde la evidencia ha sido hasta ahora mixta, pero parece que ha funcionado hasta cierto punto controlar y limitar el mercado del alquiler. Y luego, a largo plazo, debe retrasarse, y en la medida de lo posible impedirse, la privatización de viviendas de protección oficial, que ha sido el gran problema que hemos tenido en España
Berna León: "El objetivo en el horizonte es tener un modelo en el que la vivienda no sea un bien puramente de mercado"
El objetivo en el horizonte es tener un modelo en el que la vivienda no sea un bien puramente de mercado, sino un bien al que le reconozcamos una protección especial debido a que nadie, ninguno de nosotros, ni el más rico ni el más pobre, puede desarrollar una vida plena sin un techo bajo el que vivir.
En el libro defienden la idea de una herencia universal. ¿En qué consiste exactamente?
J.S: Lo que proponemos con la herencia universal es dar una transferencia de capital de entorno a un 10% del valor medio de la riqueza en España – unos 176.000 euros en 2022- desde los 20 a los 30 años, condicionada a un proyecto económico, es decir, a desarrollar una empresa, comprar una vivienda, estudiar un máster que te cualifique para ese mercado laboral cada vez más competitivo…
A diferencia de las políticas que llamamos target, que buscan clasificar a la gente en función de sus ingresos, todo el mundo se beneficiaría de esta política. Esto no solo aumentaría la igualdad y la movilidad social, encaminándonos hacia una sociedad más justa, un criterio de equidad, sino que también impulsaría la actividad económica (al crearse nuevas empresas, un mayor dinamismo laboral con nuevos puestos de trabajo…), un criterio de eficiencia.
Javier Soria: "La herencia universal cambia la dinámica de reproducción intergeneracional de la riqueza, porque te da la transferencia de capital en el momento de la vida en que más lo necesitas"
La herencia universal cambia completamente la dinámica de reproducción intergeneracional de la riqueza, porque precisamente te da la transferencia de capital en el momento de la vida en que más lo necesitas, y siempre condicionado a un proyecto económico.
¿Cómo se financiaría esa herencia universal?
J.S: Siguiendo la propuesta de Piketty, lo podríamos financiar con impuestos progresivos a las altas fortunas. Por un lado, el impuesto sobre patrimonio, que sería el equivalente español al Wealth Tax del que habla Piketty, y, por otro, el impuesto de solidaridad de las grandes fortunas. Estos dos impuestos buscan grabar el valor neto de la riqueza a partir de 700.000 euros, y hacerlo progresivo desde ese punto.
La idea es que toda esa fiscalidad que estamos dejando pasar de las fortunas más altas, contribuya a financiar una herencia universal de la cual nos vamos a beneficiar todos.
¿Qué otras políticas públicas podrían ayudar a reducir la desigualdad en España?
B.L: Más allá de abordar una reforma tributaria, que se estudia con detenimiento en el libro, un vector clave es el de la política industrial verde.
La política industrial verde podría atajar varios problemas al mismo tiempo -la baja productividad de nuestra economía, que tengamos sectores de muy bajo valor añadido como el turismo componiendo gran parte de nuestro PIB-, mientras se avanza en la lucha contra el cambio climático. A través de la electrificación, por ejemplo, puedes limitar las emisiones y hacer más eficiente tu economía, sobre todo en España, que tiene un potencial para la energía solar increíble.
Por no hablar, evidentemente, del gran problema que tenemos, que es lo que Dani Rodrik describe como el problema de los buenos trabajos, o trabajos de calidad, que él llama el good jobs problem. Evidentemente la política industrial por sí misma no puede solucionarlo, porque sabemos que genera poco trabajo en relación con la inversión, pero hay mucho trabajo que se genera como segunda deriva en torno a esos sectores industriales que sí podría cambiar el tejido productivo de nuestro país, si nos tomamos la política verde industrial en serio.
En 'La Desigualdad en España' una de las propuestas más mencionadas es la de la necesidad de incorporar una perspectiva igualitaria en todas las políticas públicas, en línea con la perspectiva de género o de la infancia. ¿De qué se trata?
B. L: Lo que llamamos una perspectiva igualitaria no es más que, utilizando la analogía con la perspectiva de género, asegurarnos de que con toda política pública se lleve a cabo un estudio de cómo afectará a aquellos que están en una situación menos favorecida en nuestra sociedad.
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