La prédica del World Economic Forum (WEF), la organización que fundó y en la que ejerce como consejero ejecutivo Klaus Martin Schwab y que reúne anualmente en la estación invernal suiza de Davos a líderes empresariales, políticos y sociales, parece haber cambiado su paso este año, a golpe de una realidad que se abre paso entre sus correligionarios. Defensores a ultranza, todos ellos, de la globalización como el máximo exponente de la prosperidad planetaria, a los que los efectos de la invasión de Ucrania les ha deparado una fragmentación de esa unidad de mercado, forjada bajo los principios de libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales, que habían asumido como un auténtico dogma de fe neoliberal.
Estos daños colaterales que han dejado, desde el fin de la gran pandemia, los cuellos de botella en el comercio y la logística internacional, la escalada de los precios de las energías, las tensiones geopolíticas derivadas del conflicto armado en suelo europeo, la mayor espiral inflacionista en cuatro décadas, los encarecimientos excepcionales del dinero en toda la órbita industrializada y el restringido acceso al crédito y la financiación internacional, y las etapas de alta volatilidad en los mercados de capitales, cambiarios y de materias primas —entre otras alteraciones— han espoleado el riesgo de desglobalización.
Este sentimiento se ha propagado por Davos. Pero, ¿qué diagnóstico revela la cita anual del foro del neoliberalismo por excelencia? Este decálogo ayuda a comprender las arenas movedizas en las que se adentra el cambio del orden mundial.
1. EEUU abandera la destrucción de la globalización
A la Casa Blanca no le sirve el sistema de reglas y normas que suscribió al término de la Segunda Guerra Mundial, ni su doctrinario de libre tránsito comercial e inversor, ni la paulatina salida de los umbrales de pobreza que la integración económica produjo sobre cientos de millones de personas y que contribuyó a la prevalencia de Occidente sobre la extinta Unión Soviética tras la Guerra Fría. Palabra de The Economist. En otra prueba de la disposición de la Administración Biden a un desacoplamiento de la globalización en dos bloques comerciales, uno occidental, abanderado por EEUU, y su alternativa liderada desde China con presencia indefinida, hasta ahora, de mercados emergentes. Tras el veto a transferir tecnología y componentes electrónicos made in USA al gigante asiático con la pretensión de incorporar a su política comercial restrictiva a sus aliados europeos y asiáticos.
Biden ha abandonado ciertas reglas del libre mercado y aplicado una agresiva política industrial que ha confeccionado con amplios subsidios —de 465.000 millones de dólares— destinados a la energía verde, los vehículos eléctricos o el sector de chips y semiconductores y a incentivar la producción nacional.
2. La estrategia proteccionista se activa en el planeta
En India, la mitad del coste de instalación de una planta de fabricación de chips ha corrido a cargo del presupuesto estatal o en Corea del Sur se han activado importantes rebajas fiscales enfocadas al progreso industrial. En otros siete países, el montante de las ayudas anunciadas desde 2020 rebasa los 1,1 billones de dólares, una cifra similar al PIB de Indonesia o Arabia Saudí, que se colocan a la estela del tamaño económico de España, según el ranking, a precios actuales de mercados, del FMI.
En Europa, el pasado año, casi la mitad de los acuerdos empresariales transnacionales recibieron el escrutinio supervisor de las autoridades comunitarias, mientras las naciones exportadoras de materias primas han impuesto límites a sus ventas por considerar estos bienes estratégicos para sus economías. Entre otros, Indonesia con el níquel o el intento de Argentina, Bolivia y Chile de crear una especie de OPEP del litio, un cártel que ejerza un control de precios y de la producción y el suministro de un material clave para la fabricación de baterías para el coche eléctrico.
3. Europa trata a marchas forzadas de seguir la tendencia
El proteccionismo también está tras la presentación, en Davos, del plan europeo de tecnologías verdes. Como el resto de potencias mundiales que pretenden acelerar la carrera por la transición energética. Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión, enfatizó el potente impulso inversor del que se conoce como Green Deal Industrial, iniciativa que trata de emular los recursos estadounidenses, que merodean los 400.000 millones de dólares, y que también se ha forjado a golpe de agilización de los trámites burocráticos, formación laboral y normas de libre competencia internacional.
Von der Leyen matizó que la financiación europea es una "adaptación temporal de las normas sobre ayudas de Estado" imprescindible para transformar la capacidad industrial de la UE, y que se entienden como "soluciones puente para facilitar respaldos rápidos y focalizados en aspectos esenciales y con necesidades de reconversión". Antes de precisar que la UE impulsa estos fondos de tecnología verde para "rivalizar" con EEUU, "ganar atractivo competitivo" y "evitar la ruptura del mercado interior, fortaleciendo su cohesión".
También el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, defiende que el club comunitario se apresure a movilizar 350.000 millones para su "industria energética verde" dentro de un marco regulatorio común y con recursos suficientes. Mientras el titular de Finanzas francés, Bruno Le Maire, expresaba que la política industrial de la UE "debe incluir ventajas impositivas", además de los subsidios, para consolidar su poder productivo propio. Idea que su presidente, Emmanuel Macron, desea trasladar a la producción de coches eléctricos europeos.
Dentro de una alianza tácita con el canciller alemán, Olaf Scholz, por la que el eje franco-alemán ve con buenos ojos la reforma del mercado energético propuesta por España que acaba, entre otras medidas, con los cálculos de la fuente más cara en los recibos de la luz. Así lo manifestó el ministro de Economía germano, Robert Habeck, que tildó de "plan muy interesante" la iniciativa hispana para acabar con la dependencia rusa y redefinir el modelo eléctrico, demasiado costoso por los precios del gas, del mercado interior.
Alemania y Francia copan el 77% de las ayudas a empresas europeas por la crisis de Ucrania. Así lo reflejan los datos presupuestarios facilitados por sus socios a la Comisión en sus apartados de ayudas que, en total, suman 672.000 millones de euros. El 53% de estos fondos se destinaron al sector privado alemán, el 24% al francés, el 7,6% al italiano y apenas el 1,7% al español, el que menos acciones intervencionistas ha formalizado de las cuatro grandes economías del euro.
4. China, una planificación alterada por el riesgo de fragmentación global
La Gran Factoría del mundo empieza a abandonar el papel de motor de la globalización. El viraje del orden mundial tras la guerra de Ucrania ha soliviantado la estrategia del Decimocuarto Plan Quinquenal (2021—2025), en el que Xi Jinping alumbró oficialmente el desafío de que el gigante asiático se hiciera con la hegemonía geopolítica, económica y monetaria internacional, incluyera un golpe de timón al sistema productivo chino hacia la demanda interna —consumo familiar e inversión empresarial— que no puede alcanzar las tasas próximas a los dobles dígitos por el fulgurante vigor de su sector exterior, como en las últimas cuatro décadas. Y menos con las restricciones, recién levantadas, a su política de covid cero.
Pekín, con una remodelación polémica de su gabinete tras el Congreso del Partido Comunista del pasado otoño, navega sin objetivo de crecimiento específico y con dudas sobre los recursos y las metas reales de su transición energética, sus políticas monetarias, su gestión económica de creciente endeudamiento y la ralentización de su demanda por la pérdida de fuelle de su PIB.
China necesita su propia reinvención económica, precisaron los expertos en Davos. Sobre todo, si, como parece, el modelo global se tambalea y el régimen de Pekín capitanea una de las áreas comerciales. Con un aminoramiento de su capacidad productiva y una reconfiguración de sus prioridades domésticas porque el mercado exterior, con batallas tecnológicas, arancelarias y de índole monetario y cambiario frente a EEUU, ya no le reportará tantos beneficios. Pese a que la Casa Blanca y la UE entiendan que su necesidad de reducir la dependencia de la Gran Factoría Mundial no pasa por "dejar caer" a un gigante económico demasiado grande como para que no ocasione daños irreparables a la coyuntura global.
5. Los milmillonarios reflejan el cambio del orden mundial
Las grandes fortunas en Davos han aumentado su riqueza en 2.700 millones de dólares al día. Es la rotunda conclusión del informe de Oxfam Intermón en Davos. Una brecha que se ha ensanchado tras el bienio de Gran Pandemia y el alto riesgo geopolítico y económico-financiero generado en 2022. O, dicho de otra manera, el 1% de los principales patrimonios del planeta acaparó el 63% de la nueva prosperidad creada entre finales de 2019 y 2021 en los mercados globales. En España, desde 2020, los más ricos han incrementado sus depósitos en casi 3.000 millones de dólares.
"Por cada dólar de nueva riqueza que recibe una persona del 90% más pobre de la humanidad, un milmillonario se embolsa 1,7 millones de dólares", ponía como claro botón de muestra Franc Cortada, director de la ONG, para quien "las élites se reúnen en Davos cuando la riqueza y la pobreza extremas en el mundo se han incrementado simultáneamente por primera vez en 25 años". En una cumbre en la que han brillado por su ausencia los milmillonarios rusos, pero en la que se han registrado 116 fortunas con más de 1.000 millones de riqueza, un 40% más que hace un decenio.
También con la ausencia de ricos chinos por las secuelas de la política de covid cero y la erosión de 224.000 millones de dólares perdidos en los mercados en 2022. La irrupción de propietarios de grandes riquezas asiáticas —en especial, indios o filipinos— y 33 estadounidenses; casi todos, ejecutivos de Wall Street como los consejeros delegados de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, de Black Rock, Larry Fink, o de Blackstone, Steve Schwarzman.
6. "Priorizar el bienestar de la gente"
Fue el mensaje del presidente español, Pedro Sánchez, a la élite empresarial y financiera. "Sabéis que el sistema no es justo, que está lleno de injusticia y desigualdad y que es el momento de arreglarlo. Hay que priorizar el bienestar de la gente. Mi Gobierno está comprometido con este objetivo", insistió Sánchez, quien recalcó el aumento de la desigualdad y el estancamiento de la movilidad social. "Los ciudadanos pierden capacidad de compra y poder adquisitivo y luchan por conseguir un trabajo decente, por comprar una casa y por proporcionar una buena educación a sus hijos", mientras el censo de multimillonarios sigue creciendo y las grandes multinacionales multiplican sus beneficios a espaldas de los demás, dijo.
Sánchez, en presencia de ejecutivos del Ibex-35 como Patricia Botín (Santander), Carlos Torres (BBVA), Josu Jon Imaz (Repsol), José María Álvarez Pallete (Telefónica) o Francisco Reynés, de Naturgy —y la ausencia de Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola), el más crítico con la subida de la presión fiscal a los beneficios extraordinarios del sector energético y a la banca—, pidió a Europa una reacción inmediata al plan estadounidenses de subsidios a su industria para evitar que las inversiones se dirijan al otro lado del Atlántico y dejó constancia de la docilidad de los partidos conservadores tradicionales a formalizar alianzas con la extrema derecha en Europa.
7. Remodelar el liderazgo
Es la fórmula de Klaus Schwab, el jerarca y fundador de Davos para tratar de que la globalización, en vez de fragmentarse, se diversifique y reconvierta, como avisan en McKinsey Global Institute, el think tank de la consultora global, en colaboración con el WEF, en un proceso sostenible, digital y de crecimiento y riqueza inclusivos. Para Schwab los asuntos de suma complejidad global requieren de un liderazgo más efectivo, de múltiples facetas, capaz de interconectar las oportunidades y superar las incertidumbres económicas y la difícil división geopolítica y sumen acciones concertadas para combatir el cambio climático.
"En los 53 años de historia del WEF, nunca ha sido tan acuciante el contagio de inspiraciones de líderes políticos, económicos y empresariales para conseguir un impacto significativo sobre las comunidades civiles y las industrias", afirmó Schwab. Es necesario articular nuevas fórmulas de resolución de los conflictos comerciales y que hagan más inclusivas las fuerzas globalizadoras en beneficio de una mejor distribución de la riqueza, expresó el presidente del WEF, Børge Brende, sin perder el principio del libre flujo de bienes, trabajadores y capitales.
8. La voz de auxilio de los estamentos sociales
Los dirigentes de ONG, del ámbito académico, sindicatos y movimientos indígenas se confabularon para incidir en que la "poli-crisis" actual debe abordar una reversión de las tasas de desigualdad, salvaguardar las fuentes energéticas y económicas y el empleo futuro y acabar con los focos de marginalidad de las comunidades y estratos sociales con déficit de derechos civiles. En especial, en un mundo que ha atravesado la covid-19, se abalanza hacia la catástrofe climática, está fracturado geopolíticamente y debe acudir al respaldo estatal para salvar firmas privadas y rescatar familias.
"La resiliencia es el testamento de la sociedad civil y el arma arrojadiza más útil para conseguir frente a gobiernos y empresas reconocimientos de espacios e inversión en un futuro próspero", convinieron en resaltar. Siempre que no fructifiquen los esfuerzos para "resolver con ellos" las amenazas latentes. "Aún es tiempo para restaurar cauces de diálogo y de encontrar soluciones imaginativas y equitativas".
9. Los ejecutivos muestran un pesimismo galopante
Dos quintas partes de los 4.410 directivos de multinacionales consultados por el informe anual que PwC siempre desvela en Davos piensan que sus compañías no existirán dentro de una década y sitúan a la inflación, la volatilidad y los conflictos geopolíticos en el pódium de su lista de mayores amenazas globales. La encuesta entre dirigentes empresariales se realizó en noviembre pasado y en la misma el 73% se decantó por descontar un descenso drástico del PIB del planeta en los siguientes doce meses.
La multinacional de servicios profesionales admitió que ha sido el sondeo de opinión con peores pronósticos desde 2011.
En una separata del estudio, la percepción de economistas jefes de servicios de análisis, en este caso realizada por el WEF, que coparticipa en el mismo, revela que dos terceras partes de ellos vislumbran recesión en 2023 con recorte de costes empresariales. El 18% aprecia un aterrizaje de suma brusquedad de la actividad global. En comparación con 2008, las expectativas de caída drástica de la economía son mayores, aunque también expresan más confianza en una adecuada gestión de gobiernos, autoridades monetarias y ejecutivos de empresas para salir del receso.
10. Con un cauteloso optimismo oficial
El pesimismo de los ejecutivos sobre la economía —dan por sentada una recesión global que el FMI señala para la tercera parte del PIB global, incluidos aterrizajes más o menos bruscos de la actividad en EEUU, China y Europa— contrasta con algunas luces en mitad del túnel. Esencialmente, entre autoridades económicas. El comisario del ramo, el italiano Paolo Gentiloni, dijo esperar que la corrección de la dependencia energética del club comunitario y su sacudida de los precios del gas y del petróleo por los cortes de suministro rusos pueda evitar "una recesión profunda" e, incluso, que el PIB de la zona del euro experimente solo sombras de contracción.
El canciller Scholz dijo confiar en que la locomotora europea eluda de igual manera los números rojos, aunque también observa fuerzas perturbadoras y generadoras de tensiones comerciales a la vista. En medio de opiniones de expertos que predicen el final de la escalada inflacionista y, por ende, un aminoramiento de los ritmos de encarecimiento de los precios del dinero por parte de las autoridades monetarias.
Precisamente el FMI, en palabras de su directora gerente, Kristalina Georgieva, alertó del peligro de que "la fragmentación geoeconómica" debilite el dinamismo de la actividad. El coste de esta deriva globalizadora restaría dos décimas al crecimiento mundial si surge en un escenario leve, pero alcanzaría una proporción del 7% —similar a la suma de los PIB de Japón y Alemania, tercera y cuarta potencias del planeta—, en caso de un desembalaje severo de bloques comerciales y del 12% —de un calibre semejante al de la economía china— si, además, se produce un decoupling de la industria tecnológica.
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