Este artículo se publicó hace 4 años.
La crisis devora más de 17.000 millones en los ahorros de familias y pequeños empresarios en apenas medio año
Los registros del negocio bancario durante la pandemia esbozan un país dual con cantidades desconocidas de dinero apalancado entre los sectores pudientes y un consumo vertiginoso de las reservas en los estratos sociales más afectados por la crisis, mientras las empresas comienzan a renunciar al crédito como medio de supervivencia al generar más deuda que esperanza.
Zaragoza--Actualizado a
La crisis desatada con la pandemia del coronavirus está provocando un vertiginoso consumo de los ahorros en los sectores económicamente menos pudientes del país, los que forman las clases medias y bajas de pequeños empresarios, autónomos y trabajadores precarizados en mayor o menor grado, que se están viendo obligados a tirar de reservas ante un parón de la economía que ha reducido los ingresos de más del 90% de las pymes y que, según distintas estimaciones, ha provocado un desplome medio de las rentas familiares de en torno al 20%.
Los registros del Banco de España sobre la evolución de los depósitos bancarios apuntan en esa dirección, con una caída de más de 17.000 millones de euros entre los meses de febrero y septiembre en el saldo final de los fondos depositados plazo fijo.
A eso se le añade que los volúmenes de dinero que se canalizan hacia ese tipo de productos bancarios, cuyo atractivo en intereses es similar al de las cuentas en las operaciones a un año pero claramente superior para plazos de dos o más, también se ha reducido de una manera considerable al pasar las nuevas operaciones de los más de 9.000 millones de febrero a los menos de 7.000 de septiembre, lo que indica que entra menos dinero en los bancos por esa vía y sale más del que lo hacía antes de la pandemia.
"La falta de liquidez hace que mucha gente disponga del dinero que tiene ahorrado para no caer en la insolvencia. Tiran de ahorros para ir pagando las deudas y los gastos de funcionamiento de los pequeños negocios", explica Eduardo Abad, secretario general de UPTA (Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos), que anota que muchos pequeños empresarios y autónomos "están utilizando la poca liquidez que tienen para atender pagos y mantener vivo el negocio".
Coincide en el análisis con Antoni Cañete, de la PMcM (Plataforma Multisectorial contra la Morosidad), que añade que "el problema del microempresario es que ya se ha gastado los ahorros".
Un país dual: acumulación y consumo del ahorro
Buena parte de los hogares de las clases medias y bajas también atraviesan situaciones de escasez y necesidad como consecuencia del parón de la actividad económica, algo que está arrastrando a la pobreza a perfiles de trabajadores que, hasta ahora, subsistían en el precariado y la economía sumergida.
La pandemia ha aflorado un país dual en el que, por una parte, más de ocho de los diecinueve millones de ocupados gana menos de mil euros brutos al mes, según datos de la Agencia Tributaria, y en el que, según los del Banco de España, resultan "inferiores a un mes de renta" los ahorros de más de la quinta parte de los trabajadores, lo que supone casi cuatro millones de ellos.
Los ahorros de los hogares españoles
Pero, por otra, el estrangulamiento del consumo por el lado de la oferta que han generado las restricciones a la actividad comercial ha hecho que entre las clases pudientes (4,5 millones de contribuyentes ingresan más de 30.000 euros brutos al año) se produjera la pasada primavera, durante el estado de alarma, un desmesurado aumento de los excedentes de renta de casi 50.000 millones de euros cuyo crecimiento comenzó después a ralentizarse con 'solo' 8.000 más en los tres meses de verano.
"Estamos asistiendo a una acumulación de ahorro como nunca se había dado, y eso hace esperar que pueda haber una explosión de consumo cuando termine la pandemia", señala Cañete, mientras Abad apunta que "ha aumentado exponencialmente el ahorro, pero eso también quiere decir que hay menos dinero en circulación por una cuestión de incertidumbre y de desconfianza. Cuando pasa eso, cualquier persona en su sano juicio que tiene dinero lo guarda en previsión de que pueda necesitarlo".
Se trata, en cualquier caso, de ahorro improductivo y que responde básicamente a la escasez de la oferta. Buena parte de las operaciones de consumo a los que no se ha destinado ese dinero pueden darse por perdidas. Y nada asegura que vaya movilizarse ni que, en caso de hacerlo, su eventual activación vaya a tener efectos notables en la economía real.
"Fue un saneamiento de la banca disfrazado de inyección de liquidez"
En materia de créditos comienza también a darse una dualidad en la que las empresas comienzan a renunciar a los préstamos bancarios como medio de supervivencia, en un fenómeno que se da con más claridad entre las pymes, y especialmente entre las microempresas y los autónomos.
La magnitud de los efectos de la caída de la actividad ha convertido en inocua la inyección de liquidez de la pasada primavera y a empezado a transformar los créditos en una carga de deuda a la que en muchos casos los pequeños negocios no van a poder hacer frente.
"Si no queremos destruirlas, hay que inyectar dinero directamente en las empresas, muchas de las cuales ya no pueden devolver los créditos que contrataron con los avales del ICO" (Instituto de Crédito Oficial), señala Cañete, que refuerza las tesis que vienen defendiendo centros de análisis como Funcas y economistas como Juan Torres López. No es una cuestión de liquidez, sino de viabilidad.
Los datos del emisor indican cómo, tras los desconocidos repuntes de los cuatro primeros meses de la pandemia, la demanda de créditos ha caído a niveles netamente inferiores a los de los últimos años mientras el grueso de la demanda se concentra en las operaciones a un año.
El volumen de ese tipo de préstamos, cuyo peso en los últimos meses superaba el 90% del total, muy por encima de la cuota de entre el 60% y el 75% de los ejercicios anteriores, da idea también de la urgencia con la que el tejido productivo y comercial del país está necesitado de ingresos.
"Se vivió un 'boom' de la solicitud de crédito porque los bancos cambiaban riesgo privado por riesgo público con los avales del ICO. Las entidades financieras agruparon deuda antigua y le colocaron la garantía al Estado hasta en un 80%", apunta Abad, para quien esa operación "ha consistido en un saneamiento del crédito disfrazado de inyección de liquidez con la que los activos de riesgo y la morosidad han caído a niveles que nunca se habían visto. Una vez más, hemos sido los ciudadanos los que hemos salvado a las entidades financieras".
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