Este artículo se publicó hace 8 años.
Las penurias de un campeón de Europa de boxeo y mileurista
Está en paro, con una hipoteca por su piso a 40 años y unas ganancias que no siempre llegan a los 1.000 euros al mes, pero no tiene miedo. “No te hace falta para vivir”, explica Rubén Nieto.
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En la década de los setenta, esto no sería posible. Él quizá nadaría en dinero. No tendría una hipoteca a 40 años en su piso de protección oficial de tres habitaciones de Torrejón de Ardoz. De su vida también escribirían espléndidos cronistas de boxeo como Manuel Alcántara o Fernando Vadillo que la sociedad demandaba en esa época. Un boxeador entonces tenía glamour, imprescindible en fiestas de la alta sociedad como aquella en la que Pedro Carrasco conoció a Rocío Jurado. Todo sería tan grande que igual él tampoco tendría tiempo de pasar las vacaciones en un apartamento más de San Pedro del Pinatar.
Pero como esto ya no es como fue, no hay día en el que Rubén Nieto, de 33 años, separe los pies del suelo. “No tendría sentido”, explica él, que acaba de revalidar su título de campeón de Europa de boxeo de superligero. Un combate épico, según las crónicas, parecido a los de las películas, merecedor de una música de fondo como la de Bill Conti en los días de ‘Rocky’ Balboa.
Pero entonces Rubén Nieto vuelve a recordar que no, “que esto ya no es como fue, que la Edad de Oro del boxeo ya pasó en España” y que él no se va a rendir ante lo que no volverá. Sólo va a contar su historia en la que aflora el corazón de un hombre que en enero, un mes después de proclamarse campeón de Europa por vez primera frente a Lewis Daws en Inglaterra, se quedaba en paro en su trabajo de chofer. A Pedro Carrasco nunca le hubiera pasado en los setenta. Es más, a Pedro Carrasco el boxeo le daba para vivir en áticos de lujo, para montar en limusina y para saludar a promotores del boxeo venidos de Estados Unidos.
Rubén, sin embargo, cuenta que nunca vio a uno de esos y que “si la empresa en la que trabajaba de chofer no se hubiera declarado en quiebra hoy seguiría trabajando como he hecho toda mi vida fuese en la construcción, en la mensajería, en lo que fuese”. Pero ahora no le queda otra alternativa que dedicarse en exclusiva al boxeo, a una vida que se diferencia de su pasado.
"Hoy en España no se puede vivir del boxeo, es casi imposible"
“Es muy difícil que llegue a los 1.000 euros al mes… Quizá ahora que soy campeón de Europa podría mejorar… Pero, claro, ese dinero es lo que vengo a cobrar por una pelea ¿y cuántas peleas puedo hacer al año? ¿tres, cuatro?” Así que por más vueltas que le da “hoy no, hoy en España no se puede vivir del boxeo, es casi imposible. Por eso mío ahora es tan excepcional… También es cierto que mi mujer trabaja en Aena, en la gestión de incidencias, y mientras tanto yo me dedico a cuidar a nuestra niña, que no ha cumplido ni un año”.
Una historia que después Rubén Nieto continúa corriendo por las calles o machacándose en el gimnasio o en el ring, sin pánico a ser derrotado, porque en eso es en lo único que no cambió el boxeo en los últimos 40 años. “Las peleas son las peleas. Siempre serán duras. No son salud, porque te juegas la integridad física. El rival va a golpearte y tú vas a golpear al rival. Pero, pese a todo, no puedes tener miedo”. Ni siquiera por las noches en las que no deja de recordar (“el miedo no me hace falta”) ni de rezar. “Nunca dejo de rezar”.
Hoy él, como su familia, hijo de señora de la limpieza y de soldador, siente “ese orgullo, esa admiración” por lo que está haciendo, campeón de Europa nada menos, “quién me lo iba a decir”, replica él. “He tenido suerte. Me he currado mucho la suerte, porque en el boxeo hay mucha gente y no todo el mundo llega a ser campeón”. Todavía ni siquiera sabe porque él, un tipo pacífico, se hizo boxeador. “Pero un día entré en el gimnasio y, de pronto, me aferré a este deporte”.
"Me he currado mucho la suerte, porque en el boxeo hay mucha gente y no todo el mundo llega a ser campeón"
Hoy, se niega a enloquecer y no quisiera que esta vida se prolongase demasiado desde que vio las orejas al lobo en una pelea en Gante (Bélgica) que le tuvo “ingresado por un golpe en la cabeza. No pude ni coger el avión de regreso, y eso no se olvida”. Pero esas son las verdades de los boxeadores como lo eran las de Pedro Carrasco en los setenta. O las de Urtain. O las de Legrá o las de Velázquez que tan maravillosamente nos las contaban Manuel Alcántara o Fernando Vadillo en los periódicos de papel. Pero, claro, Rubén Nieto aún no había nacido en esa época.
“Al final, necesito estar cuidado por gente que me diga, ‘hasta aquí hemos llegado’ y ese papel lo representa mi entrenador Luis Muñoz, que fue boxeador profesional”. La relación provoca más sentimiento que riqueza. Y, aunque de los sentimientos no se viva, hay cosas que nunca se las llevará el viento, es la geografía de una vida. “Mi historia es simple, natural. He comprobado que esto me hace feliz y que los que están a mi lado me entienden”.
Nunca se sabe lo que pasará mañana. Ni siquiera si aparecerá ese promotor, procedente de los Estados Unidos de América, que le resuelva la vida a Rubén Nieto. Pero sea como sea hoy, que todo es mucho más humilde, la música de Bill Conti, que fue la que acompañó a Rocky Balboa en el cine, no deja de sonar en su vida anónima o en su cartilla del paro. La vida que Pedro Carrasco nunca hubiera imaginado para los boxeadores, pero así es la vida, la que nos recuerda que “de amor también se puede vivir” dentro y fuera del ring.
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