Dos veces no se engaña a Guus Hiddink. Luis lo sabe. Rusia fue su primera víctima. La derrotó con una emboscada. Fingiendo un juego y haciendo otro. Dando un par de pasos hacia atrás cuando los anuncios proclamaban dos hacia adelante. Recortando el espacio a la espalda de sus propios centrales y buscando los agujeros que habitan bajo las piernas de los rusos que juegan en ese puesto. Hipnotizando con el toque, dejándose dominar y matando a la contra. Luis fabricó con éxito una trampa para ratones. Pero el rival llega avisado.
España es la misma de entonces. Una alineación que se recita de memoria (nunca se había repetido cuatro veces un once de la selección en partido oficial), mejorada además de confianza. Ha crecido en casi todas las líneas. Casillas ha limpiado su puerta de inactividad y la ha pintado de color milagro. La defensa se ha reanimado por el centro, aunque sigue confusa por el costado derecho, el de Ramos.
El medio campo no ha encontrado aún a Iniesta, pero ha ganado un seguro de vida con Senna. Mantiene al mejor Xavi para el plan A (el del toque y el dominio, la pelota sólo es de España) y a Cesc para el B (cuando entran las prisas y a la posesión hay que untarle un poco de ataque). Y arriba cuenta con la pareja de la Eurocopa, Villa y Torres, o viceversa, el puñal con el que se agujereó a Rusia el primer día.
Rusia, en cambio, no se parece a Rusia. Presume de un físico que tiene inquieto a Luis, una capacidad fuera de lo normal para correr a toda pastilla incluso en los últimos minutos de la prórroga. Sus jugadores parecen mejores porque se creen mejores, han pasado de los complejos a la determinación. Y encima de los que faltan por sanción, uno, Kolodin, fue el mejor amigo de España y de Torres en el 3-1. Pero la alarma principal se llama Arshavin, la octava maravilla de la Eurocopa, sobre el que Luis está obligado a arrojar toda su inspiración táctica.
El partido promete. No sólo por el premio al fondo, la final tanto años soñada. Sino por el corte de las dos selecciones. No esperen un combate áspero como el de Italia. Rusia ataca siempre. Y España, aunque querrá dormir el asunto con la pelota, meterá ganas y velocidad. Los dos equipos van a buscar la final a la carrera. Más que la pelota, la fuerza de España estará en la ilusión. Vencido el maleficio de los cuartos, una presión que notaban encima, los jugadores se sienten imparables. Han decidido ganar la Eurocopa.
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