Al Madrid ser anfitrión sólo le sirve para poder dormir en casa y no en un hotel. Cuando llega al pabellón pasa a ser el gran enemigo. 'Sí, se puede. Sí, se puede', gritaban siete de las ocho aficiones presentes deseando una sorpresa. 'Pío, pío, pío', cantaban los canarios bien acompañados por casi toda la grada.
Al principio salió bien. La defensa del Gran Canaria se plantó a la perfección en la cancha y secó a Prigioni, que recurría a unos tiros que su muñeca no podía afrontar. Carroll, indiscutible estrella de los amarillos, daba esperanzas a los suyos y los llegaba a poner ocho puntos por encima (11-19). 'Sí, se puede. Sí, se puede', subía el tono el estadio. Pero el Madrid no estaba de acuerdo.
Los amarillos, más enchufados, dominaron el primer cuarto
Primero le tocó a Mirotic, ese niño que hoy cumple 20 años y no tiene miedo a nada. Un triple sobre la bocina dejaba claro a la concurrencia que el partido no se lo iban a ganar desde la grada. Y después un rebote, un tapón, otra canasta. Todo sin inmutarse. Junto a él Tomic, bailando en la pintura como si fuese sencillo mover un cuerpo de 2,17.
El marcador se estrechaba y el Madrid mandaba más desde la defensa. Más Tomic, otro baile, otro rebote. Su bien merecida fama de blando ayer no se exhibió, en buena parte por la ausencia de Savane, el mejor hombre interior del Gran Canaria que ahora está lesionado. Más defensa, Carroll ya no encontraba los tiros. Al recital de Tomic se quiso sumar más gente. El Madrid de este año tiene talento por arrobas. El siguiente en la lista era Carlos Suárez, ese especialista en no brillar aunque sepa hacer todo. Defiende, roba, rebotea, asiste y, si tiene que tirar, tira con no poco acierto. Pero sólo si es necesario, él ya hace partido con el resto de cosas.
Tomic aprovechó la ausencia de Savane y dominó la zona a su antojo
En ese momento el Gran Canaria ya estaba por detrás, pocas cosas podían tapar la hemorragia. Tres tiros libres al filo del descanso dejaban al Madrid cinco arriba y con la sensación de que todas las emociones de la noche ya habían tenido lugar.
Pero no. En el inicio de la segunda volvieron los ánimos al Gran Canaria y con ellos la intensidad defensiva y el acierto en el tiro. Cinco minutos, los amarillos se ponían un punto por arriba. 'Sí, se puede. Sí, se puede', volvía a rugir la grada. Fue un nuevo espejismo. El Madrid esprintó de nuevo con Llull brillando y se puso de nuevo por encima. Podría haber ocurrido eternamente, pero todo quedó en meros tirones de rabia del Gran Canaria remontados por el Madrid con sólo subir una marcha a la máquina.
Llegó el silencio y, entonces, las voces que animaban al Real Madrid se abrieron hueco entre la multitud. Los blancos juegan en casa y, de momento, la sorpresa tendrá que esperar. El Valencia es el próximo en intentar descarrilar el Madrid de los imberbes.
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