Cuando el pelo alborotado de Childress, el jugador que abandonó Atlanta por cinco millones de euros netos anuales en El Pireo, se hizo notar para acabar con la racanería de puntos de Olympiacos (11-2, min. 3), el Madrid llevaba un rato aprovechándose de todas las virtudes que lleva este año desdeñando.
Atrincherado en una zona que exigía mucho músculo, el quinteto de Plaza explotó a base de la adrenalina que ya traían masticada desde el vestuario.
Dos triples de Bullock, junto a la solvencia de Reyes y Hervelle en la zona, adelantaban ese baloncesto festivo que tan poco recuerda Vistalegre. En cada jugada, el Madrid de la continúa desdicha, ese grupo que vive pegado a la duda, se reconstruía desde las raíces del éxito pasado. De ese quinteto con el que Plaza resume la credibilidad de su equipo.
El Olympiacos, por su parte, parecía reencarnado en el rival al que ninguneó en el primer partido del playoff de cuartos de la Euroliga. Errático, con una conexión escasa entre Greer y su pintura y, especialmente, sin esa extraña disciplina que caracterizan a los equipos de Giannakis, el conjunto griego asistía a la sonrisa del banquillo blanco sin encontrar un argumento con el que rearmarse.
Ni siquiera el recurso a Papaloukas funcionó. En cuanto entró en el partido, Plaza le sometió al secuestro de Tomas. Sin pensamiento, el Olympiacos se vulgarizó ante un Madrid que se sintió importante (37-12, min. 20). Por primera vez en muchos partidos, el marcador permitió a las segundas (Van den Spiegel, Llull) y terceras rotaciones (Massey, Winston) de Plaza, especialmente a estas últimas, mostrarse como son. Sin estrés, sin penurias, sin necesidades. En el caso de los americanos, la calma no descubrió nada nuevo: ni para bien, ni para mal.
Entre las rotaciones del Madrid, Olympiacos supo leer su oportunidad. Seco Papaloukas (anotó su primera canasta en el último cuarto, 52-45), Greer empezó a dibujar triples parabólicos que iniciaron la cuenta atrás de la ventaja blanca, que quedó reducida a menos de diez puntos. Plaza recompuso entonces su apuesta con su cinco magníficos (Raúl, Mumbrú, Bullock, Hervelle y Reyes) para aceptar el intercambio de canastas del Olympiacos.
La vuelta a la asfixiante zona inicial, con toda la batalla que conlleva, inhabilitó el amago de remontada. Tampoco los griegos terminaron de creerse que ayer podían cerrar su clasificación para la Final Four. Todo lo contrario que el Madrid, cuyo discurso en el cuarto partido de mañana ya tiene más argumentos.
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