Inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024: Controles policiales, calles desiertas y chubasqueros
Las largas colas para ver la celebración deportiva, que en puntos como la entrada a la zona del Louvre llegaron a alcanzar casi el medio kilómetro, requirieron que los espectadores se armasen de paciencia para entrar en el recinto.
París-Actualizado a
París arranca los terceros Juegos Olímpicos que acoge en la historia con una ceremonia que ha transcurrido excepcionalmente en el río Sena. Se trata de la primera ocasión en que la apertura se lleva a cabo fuera de un estadio. A lo largo de esta emocionante inauguración, 86 barcos que han conducido a los deportistas de las 205 delegaciones participantes. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha recibido a un centenar de jefes de Estado y dirigentes de organizaciones internacionales en Trocadero, entre los que figuran la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y los reyes de España.
En un primer momento se ha podido ver, a través de un vídeo, al exfutbolista Zinedine Zidane recorriendo la capital francesa con una antorcha, que recibe de la mano del humorista Jamel Debbouze. Zidane baja con la llama al metro, hasta que le da el relevo a unos niños que parten en una barca por los canales subterráneos de París. Luego aparecen, acompañados de un encapuchado, y ya en directo, en el puente de Austerlitz.
Lo único que no podía controlarse, la lluvia, se presentó sin permiso y empapó de forma inclemente a deportistas, artistas, público y autoridades y deslució el espectáculo preparado a lo largo del Sena.
Sin solución por parte de los organizadores para este imprevisto, los deportistas que llegaban al estadio tras recorrer en barco 6 kilómetros del río Sena aguantaban de pie, mojándose, a que terminen de alcanzar el Trocadero el resto de delegaciones, al menos una hora después.
Las embarcaciones que los transportaron, que salieron a 9 km por hora, aceleraron visiblemente la velocidad para arribar cuanto antes a su destino. Los gorros de su uniforme fueron durante buena parte de la tarde la única protección de muchos deportistas que avanzaban por el Sena subidos en todo tipo de embarcaciones, todas descubiertas.
Los voluntarios repartieron, ya en el Trocadero, ponchos de plástico entre los deportistas para protegerlos en la medida de lo posible.
Los atletas tenían la opción de marcharse a la Villa Olímpica una vez acabada la travesía por el Sena y, a juzgar por lo menguado de las delegaciones que entran al estadio, muchos han podido elegir esa posibilidad.
Aunque en los momentos iniciales de la gran fiesta la lluvia cayó de forma leve e intermitente, tres cuartos de hora después las precipitaciones arreciaron y obligaron a todos los participantes a protegerse con plásticos, si los tenían. Algunos asistentes abandonaron sus localidades cumplida una hora de espectáculo.
En el Trocadero una de las pantallas gigantes desde la que se seguía el espectáculo sufrió un apagón y se mantuvo en negro durante 15 minutos.
Los numerosos controles policiales en las zonas aledañas al Sena, las calles desiertas en el entorno de la llamada "zona reservada" y los chubasqueros han marcado la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París. Los seis kilómetros del río que ha servido de escenario para el banderazo de salida de los Juegos han aparecido como una zona acordonada, con un importante despliegue de seguridad de 45.000 agentes, además de 15.000 militares y 650 miembros de los cuerpos especiales.
Llegar hasta las riberas del Sena precisaba superar una serie de controles, tener un QR específico para la inauguración e ir cargados de paciencia. Los organizadores ya habían advertido de que convendría acudir con antelación.
Las colas se repartieron a lo largo de los diferentes puntos de acceso, tanto para los 104.000 que pagaron entrada para verlo en una de las gradas temporales levantadas en la parte baja de la ribera, como para los 212.000 de la parte alta, donde la entrada es gratuita.
Entre los que pagaron su entrada figuran Carlos y Katherine, hondureños de San Pedro Sula, que habían programado un viaje a la capital francesa hace tiempo y se enteraron que coincidiría con la ceremonia de inauguración. Por ello, habían comprado entradas para presenciarla en la zona del puente de Austerlitz, línea de salida del desfile olímpico.
"Era un evento que, al igual que nuestro matrimonio, nos unió, así que vinimos a verlo", afirmó Carlos, gran aficionado al deporte, mientras que Katherine consideró una buena oportunidad de presenciar algo histórico. Aaron, mexicano asentado hace cuatro años en París y gran seguidor del movimiento olímpico, no podía ocultar su ilusión: "No me puedo creer que esté aquí, lo veía de pequeño por la tele y es increíble estar ahora viéndolo en vivo". Lo mismo que Nicole y Luis, también mexicanos que llevan menos tiempo en la capital francesa y que afirman estar "viviendo un sueño".
Muchos han acudido a la ceremonia portando banderas de sus países y regiones para mostrar al paso de las delegaciones olímpicas, como las de España y de Castilla y León, que lucían ya en el acceso al puente de Alma un grupo de amigos españoles afincados en París, que lograron cuatro de las codiciadas entradas gratuitas de la organización. "Llevábamos esperando muchísimo tiempo y llegó el día", afirmaba entusiasmado Luis Jorge Conde, de Salamanca, mientras que Patricia Pérez Robledo, de Utrera, apuntaba que llegaban "preparados para cantar y para animar".
Especial ilusión les hacía la oportunidad de ver pasar a figuras como el tenista Carlos Alcaraz, aunque sabían también que se quedarían sin ver a otros de sus ídolos, apuntaba por su parte Marga Hernández, como la futbolista Alexia Putellas, ya que la selección femenina española no podrá participar en el desfile por sus compromisos deportivos.
Largas colas y minuciosos controles
Hasta poco antes de iniciarse la ceremonia de inauguración, en ese punto del Sena seguían acercándose esta tarde algunos turistas, que llegaban esperanzados con la idea de que la entrada era gratuita para ver la celebración, solo para encontrarse que hace meses que las invitaciones sin coste estaban asignadas. Los controles minuciosos y las largas filas, que en puntos como la entrada a la zona del Louvre alcanzaron casi el medio kilómetro, requirieron que los espectadores se armasen de paciencia.
El perímetro de seguridad desembocó en que buena parte de las calles permanecieran desiertas, los establecimientos cerrados y que París estuviera sembrado de vallas de protección para garantizar la seguridad de un evento, que muchos expertos en inteligencia consideran un enorme desafío. A todos esos problemas se sumó la lluvia, que hizo acto de presencia en las horas previas al evento, lo que motivó que se vieran paraguas y chubasqueros.
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