Público
Público

Los herederos del capitalismo

La radiografía del cambio en el fútbol ruso.

ALFREDO VARONA

A principios de los noventa, Rusia era una selección recién nacida, que jamás hubiera soñado con esto de ahora. Entonces, el país vivía los últimos restos del comunismo. Los mejores futbolistas emigraron a Occidente en busca de la estabilidad que faltaba en un país que se acostumbraba a las leyes capitalistas. A España llegaron muchos: Mostovoi, Radchenko, Karpin, Onopko, Popov... Eran futbolistas probablemente tan buenos como los de ahora. Pero si se quitan los cinco goles de Salenko a Camerún en el Mundial de EEUU 94, apenas hay nada noticiable del equipo nacional en esos años. En aquellas condiciones, era casi imposible.

“El fútbol es el reflejo de un país y en aquel momento Rusia vivía en la incertidumbre”, recuerda Dimitri Popov, que entonces llegó al Racing, junto a Radchenko, procedente del Spartak de Moscú. Con el tiempo, se familiarizó tanto con Santander que decidió instalarse allí para siempre. Era su idea hasta que hace unos años recibió una llamada del Spartak para entrar en su secretaría técnica. La oferta era irrechazable en lo económico. A principios de los noventa, no le hubiesen ofrecido ni una cuarta parte de ese dinero. Pero ya no sólo era eso, sino las posibilidades que le ofrecía el Spartak y que ahora desarrolla desde su oficina en el centro de Moscú, la capital más cara del planeta. “He vuelto a otro mundo que no tiene nada que ver con el que era cuando me fui”, reconoce.

Popov se marchó a primeros de los noventa de un país con una Liga recién organizada. El nivel era indeseable, nada competitivo. Hoy, es distinto. La televisión sigue sin invertir en el fútbol y las entradas son baratas, en general no pasan de los tres euros. Pero hay compañías extranjeras y productoras de petróleo que han apostado por este deporte. Lo han convertido en un pasatiempo aristocrático. Desde ahí se explica que en los partidos de la selección se paguen hasta 3.000 euros por los palcos VIP o que Abramovich se encargue personalmente del contrato de Hiddink. No le importa: tiene dinero a mansalva. Lo hace por la bandera.

La vida ha cambiado tanto que los mejores jugadores rusos ya no están repartidos por medio mundo. Aquel carácter nómada de los noventa no es necesario. Junto a la Plaza Roja, viven ahora futbolistas brasileños de nivel a los que el Spartak pone chófer y traductor, y busca un piso a su gusto. Y la gente está encantada. El nivel del campeonato ha ascendido de veras y ahí están los resultados: CSKA de Moscú o Zenit, campeones de la UEFA. O esta impecable selección, que dispone de los medios que el país jamás concedió a la generación de Popov. De haberlos tenido, quizá ellos también hubiesen maravillado al mundo.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?