Este artículo se publicó hace 3 años.
Un viaje al centro de la escena 'queer' de Barcelona
El joven fotógrafo catalán Isaac Flores reivindica al colectivo LGTBIQ+ a través de su cotidianidad y sus momentos de ocio. Un trabajo que busca dar visibilidad a la escena y que se mira en la Barcelona transgresora de los setenta.
Madrid-
Isaac Flores (Barcelona, 1994) iba para fotógrafo de moda, pero aquello no terminó de cuajar. El mundo que reflejaba, la asepsia del consumo y la fabricación en serie, le hicieron renegar de lo que apuntaba a vocación. Fruto del desencanto, tomó su cámara y sin más intención que la de retratar sus noches de fiesta, se fue encontrando con un corpus fotográfico que siempre estuvo ahí, sólo tenía que mirarlo, también, a través de la lente.
El resultado no ha terminado. Es un flujo de trabajo que no cesa y que recoge la cotidianidad de la escena queer, el transformismo y la disidencia sexual de Barcelona. "Surgió de casualidad, pero cuando empecé a revelar los primeros carretes en 2017 me di cuenta de que podía ser el principio de algo, un modo de explicar la comunidad a la que pertenezco".
Dicho y hecho. El proyecto fue cogiendo forma y las miradas fueron sucediéndose. Miradas que nos hablan de sensualidad y regocijo, pero también de lucha y marginalidad, y sobre todo de dignidad. Una dignidad curtida en desaires y afrentas públicas, en miradas de desaprobación a pie de calle. "Para mí este proyecto es un arma de visibilidad, porque al final no queremos nada, solo que se nos acepte tal y como somos, ahí radica toda la denuncia y toda la política que pueda haber en esta obra", explica Flores.
Las imágenes de Flores rezuman orgullo de pertenencia a una comunidad que florece en la noche de una ciudad que es puro artificio, que reniega de lo que algún día fue, capital de subculturas y transgresiones varias. "Barcelona siempre fue pionera a nivel de expresión y libertades, lo que pasa es que a lo largo de estos últimos años ha sufrido un blanqueamiento y se está vendiendo como un parque de atracciones turístico, cuando su naturaleza, si miras su historia, no es esa", apunta el autor.
Poco queda de aquel oasis subversivo que fue Barcelona a comienzos de los setenta. Una fecunda tradición libertina cuyos últimos representantes viven, aman y disfrutan al margen de casi todo. "Al colectivo que muestro en estas imágenes no se le puede exprimir dinero, entonces no interesa desde un punto de vista económico, pero tampoco a nivel institucional, porque no quieren mostrar realidades que no pueden controlar o que se escapan a la hora de catalogar".
A Flores le gusta mirarse en el espejo de referentes de la Barcelona pre olímpica como Ocaña, Nazario o La Fernanda, capaces de hacer activismo desde el andar y el vestir, de convertir sus vidas en pequeñas obras de arte que van a contracorriente, sin pedirle nada a nadie, tomándolo por decreto, en tiempos en los que te jugabas la vida por el simple hecho de ser quien eres.
"He visto cómo mucha gente del colectivo ha pasado por un filtro y se encuentra muy a gusto dentro de la norma, y eso al final es lo que vende, en cambio si tu forma de vestir y de llamar la atención supone un peligro, se te aparta y se te margina, por eso creo que la lucha debe ser que se nos acepte tal y como somos y no como quieren que seamos, hay gente que sigue en la brecha, que vuela por otros caminos que no son los marcados y que quizá por ello no tienen cabida en la norma", lamenta Flores.
Una treintena de esas identidades válidas que el joven fotógrafo Isaac Flores ha ido recopilando en sus noches de asueto le han valido el Premi Joves Fotògraf(e)s de Catalunya y una exposición en la Casa de Cultura de Girona. El jurado quiso destacar el hecho de que el autor abordara un tema poco accesible para los fotógrafos y que lo hiciera "desde una mirada personal y penetrante, que evidencia la reivindicación de las personas que forman parte del colectivo LGTBIQ+ a vestirse y mostrarse como les place".
Entretanto, Isaac Flores ya avanza que esto no ha concluido. De hecho, quizá no ha hecho más empezar, dice que piensa seguir retratando su entorno mientras pueda, y que piensa seguir nutriendo su obra de amistad y lucha. Un binomio que nunca falla y al que no está dispuesto a renunciar: "Por donde me lleve la vida, me llevará mi obra".
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