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Trinchera cultural, barricada social: "Al Teatro del Barrio lo impulsa el hambre de imaginar otros futuros posibles"

El proyecto fundado por Alberto San Juan y dirigido por Ana Belén Santiago recibe el Premio Nacional de Teatro 2024.

La familia del Teatro del Barrio, Premio Nacional de Teatro 2024.
La familia del Teatro del Barrio, Premio Nacional de Teatro 2024. Vanessa Esteban Pino

Gestión colectiva, compromiso social, espacio de resistencia.

Un teatro, político. Y un barrio, Lavapiés.

Uno no se entiende sin el otro desde que en 2013, al rebufo del 15M, Alberto San Juan toma el testigo de Santiago Pindado y transforma la madrileña Sala Triángulo en una trinchera cultural y en una barricada social levantada con butacas, focos y tablas, sobre las que han actuado intérpretes consagrados y artistas emergentes. Parapeto de causas justas y barrera antifascista. Defensa de los derechos conquistados y un no pasarán que bloquea al neoliberalismo y la ultraderecha, también al machismo y la xenofobia.

Ismos que pretenden consolidarse no como un movimiento efímero, aunque se hayan reivindicado como vanguardia artística, sino como una revolución duradera, que nace y se alimenta de la calle: el antirracismo, el feminismo, el anticolonialismo, el ecologismo, el antibelicismo. El plural alude, más allá de los nombres propios, a su vocación de espacio público y telar comunitario, a una forma de entender el arte como un apéndice más de un proyecto plural que acaba de merecer el Premio Nacional de Teatro 2024.

Teatro del Barrio. Del barrio de Lavapiés.

Diez años de subidas y bajadas, impuestas por la pendiente de la calle Zurita, donde desembocan almas inquietas, combativas, soñadoras, esperanzadas, batalladoras y, por qué no decirlo, también ilusas, porque esta realidad fuerza a imaginarse otra.

"Somos eternos tutelados y eternos niños en un mundo donde no podemos decidir nuestras vidas", explicaba Alberto San Juan en una entrevista donde fijaba el límite entre la denuncia y el panfleto. "La labor del teatro pasa más por plantear preguntas que por ofrecer respuestas cerradas y por plantear contradicciones antes que por dar soluciones".

Anclado en el presente y en la calle, su programación toma la temperatura a una sociedad enfebrecida que acusa los desmanes del poder al tiempo que se cuestiona a sí misma, porque el escenario de este entrañable teatro es un espejo donde se reflejan los 130 espectadores que abarrotan la sala, abrevan en la taberna o debaten en las mesas junto a los balcones, testigos de exposiciones fotográficas como No sólo duelen los golpes, germen de un monólogo sobre la violencia machista de Pamela Palenciano.

Figura en el cartel de otoño, al igual que Autorretrato de un joven capitalista español, de Alberto San Juan, porque otra de las virtudes del Teatro del Barrio es que muchas de sus representaciones no tienen fecha de caducidad, por lo que vuelven a ser programadas cada cierto tiempo. Es el caso de Infiltrado en Vox, de Moha Gerehou, o No soy tu gitana, de Silvia Agüero, ambas producciones propias —como la exitosa Ruz-Bárcenas, con Pedro Casablanc y Manolo Solo— y ejemplos de su intención de marcar la agenda con temas, cuestiones y problemáticas que escapan de lo establecido.

También de impulsar propuestas innovadoras, experimentales, arriesgadas e incómodas en un escenario singular donde los espectadores han podido ver durante la última década a Leo Bassi, Nuria Espert, José Sacristán, Aitana Sánchez-Gijón, Juan Margallo, Sergi López, Malena Alterio o Pepe Viyuela, entre muchos otros rostros conocidos, a los que este jueves se suma Luis Bermejo con el monólogo Hoy tengo algo que hacer.

No sorprende que la sala haya acogido a anteriores galardonados con el Premio Nacional de Teatro, caso de los dramaturgos Juan Mayorga y Andrés Lima, así como de la compañía Chévere, que ha presentado aquí sus producciones de pequeño formato. En esta ocasión, el Ministerio de Cultura ha valorado "su concepción de teatro como hogar y espacio de proximidad con el territorio en el que se integra y su apuesta por la descentralización", además de una "identidad propia" que "ha generado un impacto indiscutible, posicionándose como un espacio único en el ecosistema cultural".

"Somos un pequeño lugar grande, por lo que este reconocimiento ha sido emocionante para nosotras", explica Ana Belén Santiago, directora artística de Teatro del Barrio, que desde su llegada se conjuga en femenino plural. El galardón también es para Ana, Lucía, Raquel, Marisa, Fran, Tony, Jacobo, Fernando y Paloma, las incansables trabajadoras que lo hacen todo posible, así como para el consejo rector y la cooperativa de 600 socios que apuntalan un proyecto en el que se integran la Universidad del Barrio y Re@cción Vecinal.

"Los martes abrimos el escenario a la reivindicación, porque tenemos la voluntad no solo de ser una caja de discursos políticos, sino también de voces críticas y valientes que señalan lo que no funciona y proponen caminos que recorrer en común como sociedad", añade Ana Belén Santiago, quien recuerda cómo las instalaciones se reconvirtieron en un banco de alimentos durante la pandemia para asistir a los vecinos necesitados.

Fue el único teatro de Madrid que abrió durante la época más cruda, pero con una finalidad altruista, de la misma forma que luego ejerció de refugio de los trabajadores que padecían la ola de calor. "Nacimos con el eco de las asambleas del 15M, recogiendo la energía cuando lo político era un espacio de ilusión. Fue una intuición de Alberto San Juan: la creación escénica por el hambre de realidad, aunque yo añadiría que lo impulsa el hambre de imaginar otros futuros posibles".

Ilusionada con el premio, dotado con 30.000 euros, insiste en que el escenario del Teatro del Barrio "es como la calle, donde toma la voz la palabra silenciada". También, según el jurado, "acoge la innovación y el riesgo en las artes escénicas", una apuesta que no sería posible sin "la gestión cooperativa y la alta implicación de todo su equipo".

"Nosotras somos muy hijas de Lavapiés, uno de los rincones más populares de Madrid a pesar de las dinámicas de la gentrificación y de las asfixias del tiempo actual", concluye Ana Belén Santiago. "Y entendemos este espacio de comunidad como un lugar sagrado", teatro de todos los barrios.

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