Este artículo se publicó hace 2 años.
La riñonera drogota de Frida, el caché de Los Planetas y otros secretos del FIB
El Festival de Benicàssim ha sido el escenario de anécdotas de todo pelaje, protagonizadas por Lou Reed, Amy Winehouse, Kings of Leon o el mánager Joan Vich, quien desempolva sus recuerdos en 'Aquí vivía yo' (Libros del K.O.).
Madrid-Actualizado a
Joan Vich conoce como nadie los entresijos del Festival de Benicàssim, donde empezó a trabajar de camarero en la primera edición, allá por 1995. Con los años, hizo de todo, incluida la programación del cartel, hasta que en 2019 asumió la subdirección del evento. Aquí vivía yo (Libros del K.O.) es el relato de aquellos maravillosos años, ameno y jocoso, trufado de anécdotas, escrito desde dentro pero sin abusar del yo.
"Como me dijo Kiko Amat, si vas a hablar de ti, por lo menos hazlo de forma divertida", explica el autor, quien desgrana los éxitos, los desastres y demás sucesos insólitos del FIB. "Aunque es una crónica emocional, he intentado convertirla en una memoria colectiva basada en mis recuerdos personales".
Frida, la piscina y el 'boom' del FIB
Había dos tipos de toallas que corrían por el backstage del festival. Las de rizo portugués y las de Frida, una chiquilla con cierto parecido a la pintora mexicana que surtía de estupefacientes a los músicos británicos. No es difícil imaginar la confusión que se producía cuando alguien pedía toallas y aparecía aquella chica menuda con su riñonera. También las había en la piscina, que fascinaba a las bandas extranjeras, pues podían conjugar el chapuzón en el agua con la inmersión en la barra libre de alcohol.
"Miguel y José Luis Morán, los fundadores del Festival de Benicàssim, creían que había que tratar muy bien a los grupos, por lo que decidieron que se les asignase un acompañante a cada uno", explica Joan Vich. "Antes, llegaban al aeropuerto más cercano al lugar donde iban a tocar, cogían un mapa y se buscaban la vida. En cambio, nosotros los recogíamos en el aeropuerto, los llevábamos al hotel, les enseñábamos el camerino y las instalaciones y, finalmente, les indicábamos quién era Frida, por si hiciese falta… [risas]".
"La figura del acompañante pesó muchísimo en el boom del FIB, porque los grupos iban en volandas. Podían olvidarse de la burocracia farragosa y, desde que aterrizaban, estaban de lujo. A la piscina y a las toallas de la chica que se parecía a Frida Kahlo habría que sumarle el sol, la playa, un ambiente estupendo y un buen cartel —porque les gustaba ver conciertos de otras bandas—, de modo que los músicos se convirtieron en embajadores del festival", recuerda el autor de Aquí vivía yo, quien prefiere no destripar aquí la anécdota de Frida en el Hotel Bonaire. Porque lo que pasaba en Benicàssim se tenía que quedar en Benicàssim.
Por un puñado de euros: Vince Power vs. Los Planetas
En 2009, una tormenta obliga a cancelar buena parte de la programación. Los Planetas aceptan tocar el domingo por el mismo dinero que habían apalabrado para el día anterior, pero necesitan 4.000 euros más para pagar los días extras a los técnicos y al bajista, quien cobraba por actuación. El irlandés Vince Power, magnate festivalero, se niega a darles esa cantidad y les ofrece solo 3.000 euros. ¿Por qué ponía en riesgo el concierto de los granadinos por una minucia? "No fue una cuestión de dinero, sino un juego de poder", cree Joan Vich.
"Este es un negocio que mueve muchísima pasta. Sin embargo, en realidad trabajas en el sector porque es lo que te gusta desde pequeño. De algún modo, ni los artistas ni los trabajadores acabamos de madurar del todo, porque tenemos la sensación de que queremos hacer lo mismo que cuando teníamos catorce años. Y, pese a que parezca frívolo, quizás Power solo quería divertirse con su trabajo", razona quien antes ejerció de músico (Patrullero Mancuso, Single, Jonston) y de periodista musical (Rockdelux, El Mundo, Mondo Sonoro).
"Lo importante para Vince ya no era si Los Planetas tocaban o no tocaban al día siguiente. Lo importante era ganar el pulso. A él le gustaban estos retos, aunque fuera por ahorrar mil euros. ¡Se lo estaba pasando en grande!", escribe. Ojo, hablamos del hombre del que dependían los festivales de Reading, Glastonbury y muchas otras citas europeas de relumbrón. ¿Resultado? Mariano Tejera, en nombre de Los Planetas, negocia con él, pero el irlandés no se baja de la moto y quiere hablar con la banda granadina. "Te van a decir lo mismo que yo", responde Tejera.
"¿Apostamos algo?", le reta Vince. "Claro, me juego una langosta", apuesta Mariano. Ante tal escenario, "tan surrealista y un poco humillante", Jota no sabe dónde meterse. Las consecuencias de aquel regateo son historia —y nada mejor que leer el libro para saber qué fue de la langosta—, aunque podríamos adelantar que Los Planetas dejarían de tocar en su festival durante muchos años. Hasta que una noche de 2015 volvieron a subir al escenario para tocar Un buen día con un guitarrista de excepción, ¡Gaizka Mendieta!, quien, como era de esperar, marcó un gol realmente increíble.
Amy Winehouse y la foto del desastre
En el libro solo hay tres fotos. Dos sirven para documentar la desastrosa edición de 2009, cuando Kings of Leon se negaron a tocar debido al viento huracanado que ponía en peligro su integridad. Vince Power, desatado y colérico, exige que actúen pese al riesgo evidente. Las carpas vuelan, unos tubos metálicos golpean los andamios sobre el palco, se declara un incendio a escasa distancia del recinto, los conciertos se cancelan —incluido el citado de Los Planetas— y, de repente, un tubo de tres metros sale despedido del escenario y se clava en uno de los camiones de Kings of Leon…
"Como te atrevas a decirme que todo está bien, te parto la cara", le espeta Vich al todopoderoso Vince Power. Esa es una de las fotos: el camión empalado. "Años y años teniendo a pocos centímetros a Lou Reed, Brian Wilson, Robert Smith, Björk, Nick Cave, Leonard Cohen, Morrisey, Amy Winehouse… y jamás saqué una foto a ninguno de ellos", reconoce el autor del libro. "Pero aquello era más fuerte que mi celo profesional. ¡Nadie me iba a creer cuando lo contase!". ¡Clic!
No era la primera vez que el festival hacía frente a la adversidad. En 1997 cayó un diluvio y los músicos que resistían sobre el escenario principal corrían el riesgo de electrocutarse, hasta que el techo se desprendió, rozando la cabeza del batería de Urusei Yatsura. "Todo fue tan inesperado y espectacular que hubo gente entre el público que se puso a aplaudir, pensando que aquello era parte del espectáculo", recuerda Vich en el libro. "El FIB se ha enfrentado a varias situaciones extremas. Sin embargo, he querido desmitificar y rebajar la épica para mostrar por qué acabó convirtiéndose en un escenario mítico y legendario", comenta a Público.
La segunda imagen inmortaliza un bourbon de ¡250.000 euros! que le regaló el tour mánager de Kings of Leon en 2019, cuando la banda estadounidense volvió al FIB. ¿Quizás ese detalle se debiese a que nunca devolvieron el dinero que cobraron por un concierto que no llegó a celebrarse?, se pregunta Joan Vich. Cuando en 2019 le anunciaron que venderían la empresa que organizaba el festival, le vino a la mente una fotografía de Amy Winehouse, luciendo melena ante el cabezón del astronauta, icono del FIB. "No tengo fotos con famosos, ni las he pedido nunca. La de Amy la robé. Descolgué el marco de la pared de la oficina y me la lleve a mi casa. Afortunadamente, hasta ahora nadie la ha reclamado".
Los cuatro mejores conciertos del FIB
"El concierto de Björk fue mágico, sobre todo cuando salió Raimundo Amador", enumera Vich, quien lo considera el mejor de la historia del FIB. Año 1998, la islandesa está pletórica e invita a subirse al escenario al fundador de Veneno y Pata Negra, quien ya había grabado en Málaga unas guitarras para So Broken, una de las canciones incluidas en la edición española de Homogenic, el tercer disco de la Gitana de las nieves, como la llamaba él. "La gente no se podía creer lo que estaba viendo. Flamenco y vanguardia, en directo, en el Festival de Benicàssim. Pero esto qué es", escribe en el libro. "Una delicia".
"Recuerdo como uno de los mejores conciertos de mi vida el de The Jon Spencer Blues Explosion. Como había sido en 1999, ahora dudaba si había sido tan salvaje como pensaba o si entonces yo estaba demasiado eufórico, por lo que recientemente he vuelto a ver la grabación del directo y, efectivamente, fue tremendo", afirma.
"En 2001, el de Belle and Sebastian también fue mágico". Neil Robertson, su mánager, lloró aquella noche porque había sido el mejor concierto de su carrera hasta entonces. Además, los miembros del grupo jugaron una pachanga contra varios autores de fanzines en un Escocia-España. Claudicaron los de Glasgow (5-4) y el Fiber, el periódico del festival dirigido por Elena Cabrera, se hizo eco al día siguiente de la noticia. Se lo pasaron tan bien que, tiempo después, el líder de la banda, Stuart Murdoch, les envió un fax a los organizadores agradeciéndoles aquel "maravilloso fin de semana".
Finalmente, el de The Stone Roses en 2012 "también me dejó huella". En 1996 habían pinchado, pero su segunda visita a Benicàssim fue distinta. "Me encantó no solo por la interpretación, sino también por el poder que tenía su música para evocar todo lo que la rodeaba", explica. A la derecha del escenario, Joan Vich. Al otro lado, un invitado de excepción: Noel Gallagher.
Periodistas a la caza de un autógrafo de Lou Reed
La rueda de prensa de Lou Reed en 2004, cuando se cumplía el décimo aniversario del FIB, le sirve a Joan Vich para radiografiar a la prensa musical española. O, mejor dicho, al colaborador precario que trabaja casi por amor al arte y, a veces, incluso sobra el casi. "Era imposible controlar el número de periodistas [...] y sabía a ciencia que más de la mitad de los asistentes iban a estar más preocupados por conseguir una firma de Lou o una foto con él que por participar en una rueda de prensa al uso", escribe.
En alguna ocasión, ya les había advertido de que se habían acreditado para cubrir el acto, no para pedir autógrafos a los artistas. "La prensa musical en España se sostiene, en gran medida, gracias al tiempo libre que le dedican un puñado de fans bienintencionados, sea robando horas al estudio o después de finalizar la jornada en su trabajo real. Es lo que hay, y menos mal que lo tenemos", relata en el libro Joan Vich, consciente de que "en muchos de ellos iba a pesar más su condición de fans que la de profesionales".
No lo dice con acritud. Él mismo ha escrito en diversas publicaciones y sabe de lo que habla. A falta de pasta, buenos serán un autógrafo, una foto o su propia firma estampada en la crónica sobre su admirado artista de turno. "Pueden ser muy buenos, pero nunca van a poder vivir de colaborar en prensa, donde el periodista musical es todavía más precario, porque se pagan precios ridículos por pieza", denuncia Vich, quien recuerda que hay pocos que reciban un sueldo fijo por su labor.
"Las condiciones influyen tanto en la calidad de lo que se escribe, como en todo el ecosistema. La profesión adolece de cierto amauterismo y, por mucha buena voluntad que le pongas, uno sale cansado de su trabajo y luego redacta un artículo por afición. Y si te dedicas únicamente a esto, tienes que escribir muchísimo, porque está mal pagado", explica con conocimiento de causa, pues él ya lo sufrió. "Cuando vi que no había salida, empecé a buscarme otras cosas para vivir de manera razonable".
Al final, hay que escribir a toda leche a cambio de unas migajas. Él mismo, reconoce, podría haber plasmado estas anécdotas en una revista durante varias entregas. "Sin embargo, le he dedicado muchísimo más tiempo, porque podría haber escrito veinte artículos en un mes. En cambio, con el libro estuve un año y medio", matiza Vich, quien no dispara contra el gremio, sino todo lo contrario. "Menos mal que hay tanta gente con ganas de escribir sobre música sabiendo que no les va a dar nunca de comer", concluye en señal de agradecimiento.
Por cierto, Reed había exigido que en la rueda de prensa no le preguntasen por su pasado ni por Andy Warhol. Como al final todo salió bien, Vich le pidió permiso a su tour mánager para grabar el concierto. La respuesta fue afirmativa, pero con una condición: prohibidos los primeros planos, porque Lou Reed ya había superado los sesenta años —muy vividos— y "las arrugas no perdonan". Un día después del concierto, el neoyorquino le transmite que no solo le había encantado la grabación, sino que también le gustaría comercializarla.
El resultado es Spanish Fly. Live in Spain, aunque "para encontrar una mención a Benicàssim o al festival había que bucear en la letra minúscula de los créditos".
Los secretos inconfesables de Beniccàsim
Pese a que se cuenta mucho, hay pasajes que inevitablemente se quedan en el tintero. "A priori, no incluí muchas cosas y otras que había escrito al final las eliminé. Hay ciertos asuntos que no pertenecen a este tipo de libro. No son secretos, pero sí intimidades. No he querido ser morboso y he intentado no herir a nadie. En el fondo, quería escribir un libro sobre la amistad, el amor por la música y el sentido de pertenencia, no sobre las oscuridades ni las cuestiones morbosas, que también las hay", deja claro Joan Vich.
No es un libro de exaltación del ego. El autor no se vale de su experiencia para hablar de sí mismo, aunque lógicamente es una crónica en primera persona, no exenta de humor e ironía. "Mi cargo de responsabilidad fue un poco por defecto, dado que la gente más capacitada fue desapareciendo", confiesa con humildad. "Lo logré por perseverancia, por aguante y, claro, por callo, porque con el paso de los años sabes hacer mejor el trabajo y resistir las presiones. Y, por supuesto, influyó que pusiese cara de que entendía todo lo que me decían en inglés [risas]".
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.