Este artículo se publicó hace 6 años.
Como pez fuera del aguaRiccardo Milani: “En Italia no le gusta la responsabilidad a nadie, somos unos maleducados”
El cineasta denuncia la “rabia social” que se vive en Italia y el nuevo clasismo del mundo occidental, pobres contra los que son aún más pobres, en esta entrevista, a propósito de su película ‘Como pez fuera del agua’, donde retrata la división social desde la comedia.
Madrid-
Hace unos días, unos vecinos de un barrio de la periferia romana, apoyados –o dirigidos- por un grupo ultraderechista insultaron y amenazaron a una familia gitana a la que se le había asignado una casa de protección oficial. Antes, en otros suburbios de la ciudad se produjeron ataques contra emigrantes. Los pobres de aquí, contra los pobres que llegan de fuera o que son diferentes, más pobres. Es el nuevo clasismo del mundo occidental. Una desviación que en Italia es producto de la “rabia social”.
El cineasta Riccardo Milani asegura que es un problema que viene “del rescate social que nunca existió y que, desde luego, no tiene nada que ver con los emigrantes”. Una reflexión que surge hablando con él de su película Como pez fuera del agua, retrato de esa abismal división social y de la alta tensión con que se viven día a día las diferencias. Un conflicto que él ha decidido narrar en forma de comedia a través del encuentro-desencuentro de una mujer de clase obrera y un burgués envuelto en una espesa capa de soberbia y de prejuicios.
“La risa permite llegar a un público más amplio”, asegura Milani que en su apuesta por la comedia fácil y de buenas intenciones ha acertado de pleno. En Italia, tres millones de personas han aplaudido su película. La presencia de Paola Cortellesi, una actriz muy popular en su país, y Antonio Albanese en los papeles principales ha contribuido, sin duda, a este éxito italiano.
¿Por qué contar una historia sobre el clasismo?
Por la necesidad que existe hoy de hacerlo, en este momento de división social en el país es importante conseguir una convivencia civil.
¿Es tan grande esta división social hoy en Italia?
Es muy grande y hay mucha tensión, hay una gran rabia social. Y en parte es consecuencia de lo que dicen los políticos de hoy, que avivan la hoguera en vez de buscar soluciones. A mí me preocupa y creo que a través del cine tenemos la oportunidad de abrir los ojos a los demás y aportar soluciones. Hay que llegar al esfuerzo que hacen los protagonistas de la película, que se encuentran finalmente.
Además del prejuicio de clase, ¿los prejuicios de los hombres se acentúan cuando son padres?
Sí. Cuando mi hija, hace años, tuvo un novio en un barrio como el de la película, yo de forma instintiva puse en discusión todas las teorías de tolerancia que había desarrollado hasta ese momento. Es más fácil ser tolerante cuando no te toca personalmente. A veces todo es un ejercicio de hipocresía.
¿Cómo le afectó aquella revelación?
Para mí fue devastador, porque como padre había sacado los peores prejuicios. Claro que la familia de aquel chico tenía los mismos prejuicios hacia mí. Para ellos era muy sospechoso que la hija de un director de cine estuviera con un chico como el suyo.
Y ¿cuando teoría y práctica se encontraron qué ocurrió?
Lo cierto es que al principio ni siquiera conocía al chico en persona y tenía temores porque la diferencia social existe y eso casi siempre implica un muro social, político y económico. Ahora esos conflictos en mi país se detectan de una forma mucho más marcada. Con la película, desde que empecé a escribir el guion, la intención era justamente hacer entender que una cosa es la teoría y otra distinta la práctica. El personaje de la película también tiene pensamientos positivos, pero chocan con el conocimiento directo de la realidad y de los problemas.
¿Los prejuicios de las clases bajas no están más justificados, entre otras cosas por la corrupción de la burguesía?
La corrupción siempre ha existido. En Italia hubo un aumento en los cincuenta y sesenta con el boom económico. Entonces los políticos cambiaron también el conocimiento de la historia del país. Cuando ahora analizamos la rabia social contra los emigrantes, nos olvidamos de cómo Íbamos los italianos por todo el mundo emigrando, de todos los viajes que hemos hecho.
Entonces, la división social ¿es producto directo de qué?
Es un problema, no me canso de decirlo, de rabia social. Y nace de la propia historia del país, del rescate social que nunca existió y que, desde luego, no tiene nada que ver con los emigrantes. Nace de la ausencia de políticas sociales por parte de las autoridades en las periferias.
Todo ello ¿ha incrementado la tensión?
Sí. En los setenta era la burguesía la que despreciaba al proletariado. Ahora las clases sociales más débiles van contra los que son aún más débiles que ellos. Hay que escuchar al otro para entender, escuchar sus motivos. Esto es lo que hacen los personajes de la película, intentar entender las razones del otro. Hay un punto en común entre ellos, aunque también es una historia de amor entre dos personas muy lejanas.
Usted retrata también en la película la soberbia de los intelectuales…
En Italia, las protestas del país nacen de la barriga más que de la cabeza y a mí me cabrea la mayoría del mundo de la cultura que no está dispuesta a considerar ninguna reivindicación que proceda de ahí, de la barriga, aunque a veces sean cosas muy correctas. El problema es que los de la Cultura no conocen los problemas de verdad de la vida cotidiana. Y esa distancia es un grave problema del país.
¿Hay esperanza de cambio con la política?
Bueno, hacer política es un trabajo muy importante, hacer política de forma seria reporta responsabilidades serias. Deben ser ejemplo de los ciudadanos del país. La película, tal vez, proyecte también en ellos, en los políticos, la posibilidad de escuchar y no encerrarse en su propio mundo.
En España, algunos políticos están distorsionando mucho la realidad.
Sí, son elementos que han alterado la formación de la sociedad, claro. Pero es que en Italia no gusta la responsabilidad a nadie. Los italianos somos unos maleducados, no respetamos las colas y no educamos a nuestros hijos para que las respeten. Y ahí está la responsabilidad también del ciudadano. Ahora los padres dan puñetazos a los profesores en los colegios. No es solo un problema político.
Ha elegido hacer de esto una comedia, ¿por qué?
Al espectador así le llega también todo el drama del contraste social, pero con el tono divertido también tenemos la oportunidad de entretenernos. La risa permite llegar a un público más amplio. Me parece que así gana la película.
Usted hace de los adolescentes dos personas sin prejuicios, ¿la juventud italiana no los tiene?
Sí los tiene, todos cuando pasan de la adolescencia, hacen cada vez más alto y más fuerte el muro entre ellos.
¿Hay algún motivo por el que él sea el intelectual y ella la trabajadora de clase baja?
Sí, el propio bagaje cultura y el recorrido de vida de los actores. Ella nació en la periferia romana y conoce perfectamente ese lenguaje. Es una mujer que también ha tenido que defenderse con un bate. Y él conoce perfectamente la burguesía de Milán.
¿En Italia ha tenido algún efecto su película?
Sí, la película ha gustado a diferentes clases sociales del país. Eso, para mí, quiere decir que quizás existe la necesidad y las ganas por compartir y entender.
¿Cómo cineasta se siente comprometido con los problemas de la realidad?
Claro, existe una responsabilidad de hablar de lo que no se conoce, porque las instituciones no hacen nada para rellenar estas distancias. Por eso, en la película, ella descubre las posibilidades que le ofrece el Parlamento Europeo cuando le conoce a él, la gente de la periferia no conoce nada de esto, hay problemas muy graves de comunicación. Y esa es una responsabilidad que yo siento. Los fondos europeos son casi inútiles si no llegan a su destino.
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